En 2004 se empezó a introducir un término (FoMO) para describir un fenómeno observado en redes sociales. La palabreja, con sus mayúsculas y minúsculas es un acrónimo de la expresión en inglés: “fear of missing out”, que en mi traducción libre he denominado “temor o miedo a perderse algo”.

FoMO se refiere a un fenómeno de ansiedad social alimentado por el deseo o la necesidad de participar en una experiencia, evento, interacción, acontecimiento o inversión. Es decir, el deseo de pertenecer a un grupo que haga y/o comparta determinadas cosas.

No se trata de un fenómeno novedoso, que nos haya llegado a través de la tecnología. La literatura del XVIII y XIX ya describió en múltiples novelas de diferentes autores y países ese aspecto del anhelo de pertenecer a determinada clase social, ser invitado a un determinado baile, fiesta, ser recibido por tal o cual jerarquía… sin lo cual la persona que tenía este afán se sentía que no era nadie.

Pero en nuestro acelerado siglo, con la llegada de la difusión y comunicación masiva esto se ha sobredimensionado.

  • Aquí recibes una foto de tus amigos en un fin de semana en que no participas.
  • Un correo electrónico de tu trabajo te informa que han restringido los asistentes a esa importante reunión (y tu eres un excluido).
  • Te llama una amiga para contarte lo genial que estuvo la boda de otro conocido (a la que no fuiste invitado).

Se calcula que en Estados Unidos la mitad de sus habitantes pasan conectados a su teléfono entre cinco y seis horas al día. No se si hay datos de nuestro país… pero muy lejos no se andará, sobre todo a determinadas edades (adolescentes y adultos jóvenes) en las que el teléfono móvil casi se constituye en parte de su anatomía.

La mayoría de las personas estamos a un clic de distancia de “una transmisión en vivo” de continuas actualizaciones sobre la vida de otras personas. Con dicho conocimiento renovado al segundo, es fácil que comencemos a imaginas y a suspirar por todo aquello que nos estamos perdiendo: viajes, cenas, fiestas, y todo tipo de experiencias de lo más atractivas, generando un anhelo multiplicado por el número de contactos o de gente “a la que seguimos”.

Sin embargo, no pensamos que lo que vemos en las redes sociales es solo una fracción de la realidad. Se sube a Instagram una foto chula de una puesta de sol en una bahía solitaria, con la mejor de las sonrisas soñadoras… todo experiencia y felicidad. Pero, esos amigos que hacen la foto ¿están disfrutando del momento? o a su vez víctimas de una impaciencia en acumular likes están más ocupados en fotografíar y subir a redes que en mirar y gozar del momento.

Pues bien, el tal FoMO puede conceptualizarse en dos partes:

  • ostracismo social
  • la necesidad de mantener la conexión social a través de un sentido de pertenencia y/o relaciones sólidas.

Generalmente se caracteriza por sentimientos episódicos de arrepentimiento, descontento, inferioridad social y soledad.

Los sitios de redes sociales son una excelente manera para que las personas se conecten instantáneamente y sin fronteras. Sin embargo, también pueden disminuir la calidad de las conexiones y relaciones íntimas. En la actual era COVID-19 creo que la mayoría de nosotros estaría de acuerdo en que la comunicación cara a cara y en persona triunfa sobre las interacciones basadas en Internet. Y eso vale para el tiempo académico (creo que preferimos la universidad presencial) como para el tiempo de ocio (mejor ir a una fiesta real que a una fiesta virtual).

De hecho, lograr una compensación social a través de las redes sociales puede exacerbar los temores sociales y los trastornos de ansiedad, y fomentar la rumiación.  Una revisión sistemática reciente (link) que investiga la relación entre el uso de las redes sociales entre las personas que están socialmente ansiosas y solas encontró que ambos factores anteriores pueden conducir a un mayor comportamiento negativo e inhibitorio como resultado del uso de las redes sociales. En otras palabras, estos individuos pueden experimentar patrones cognitivos desadaptativos (pensamientos recurrentes o rumiación) y una mayor comparación social negativa. Los sentimientos de insuficiencia pueden llevar a un sentido distorsionado de uno mismo.

Además, en este círculo vicioso de notificaciones y entretenimiento constante, se crean expectativas poco razonables que impactan de forma negativa en la confianza en uno mismo y la autoestima e incluso pueden conducir a la aparición de síntomas depresivos.

Como consejo, seamos sensatos con la utilización de nuestro móvil y el seguimiento de amigos y ajenos en redes sociales. Pensemos que en las redes nadie “sube” un problema, un plato cocinado que ha quedado mal, una paella que era incomestible, un viaje de placer donde la playa estaba abarrotada y la bella foto solitaria es producto de la habilidad no de la realidad. No digo que tengamos que consolarnos con los inconvenientes ajenos, pero si ver en perspectiva realista toda esa publicidad que se hace de la hermosa e interesante vida. Esa extraversión innecesaria, en definitiva.

 

Resulta que ya se ha descrito la conducta alternativa o saludable… JoMO, acrónimo de «joy of missing out». Curiosamente en todas las ilustraciones la persona está leyendo un libro… por algo será.