La Psicofarmacología se define como la disciplina científica que se centra en el aquellos fármacos que modifican el comportamiento y la función mental, a través de su acción sobre el sistema neuroendocrino.

La Psicofarmacología evoluciona con gran dinamismo en sus conocimientos, su velocidad de cambio viene marcada por los avances de las Neurociencias ya que se nutre de estos conocimientos.

A su vez la Psicofarmacología dio pie a los primeros avances en el estudio neurobiológico de las formas psíquicas de enfermar.

Los avances en Psicofarmacología se han acelerado a partir de la II Guerra Mundial, pero su origen se asienta en la historia: el conocimiento de los efectos físicos y psíquicos de las sustancias vegetales se remonta a los albores de la civilización, por ejemplo en Mesopotamia en el siglo VI a.C. ya eran sabidos los efectos de la amapola sobre la embriaguez y la alegría.

Podemos decir que la Psicofarmacología nace como ciencia y no como observación empírica en 1947, cuando Charpentier, un médico francés, redescubre las fenotiacinas y sus efectos tranquilizantes. A partir de la década de los 50 del siglo XX, con la llegada de los psicofármacos se dispuso de herramientas terapéuticas más eficaces para el manejo de las enfermedades mentales. Los psicofármacos, al permitir el manejo ambulatorio de los pacientes, propiciaron también la apertura de los hospitales psiquiátricos.

Asimismo contribuyen al avance de la Psicofarmacología:

  • El desarrollo de técnicas diagnósticas que posibilitan hablar un lenguaje común entre los especialistas, y por tanto, establecer grupos homogéneos de pacientes (en cuantos a su patología) para realizar estudios cuidadosos de estos trastornos.
  • Los avances en ingeniería genética, que a su vez permiten la creación de bancos de datos de estructuras tridimensionales como receptores, enzimas, o factores de transducción de señales. Ello permitirá la síntesis de productos cada vez más específicos.

No obstante, no hay que olvidar que para un psiquiatra la Psicofarmacología es un recurso terapéutico y como tal debe individualizarse según el caso y el paciente.

A la hora de prescribir un fármaco, se debe tener en cuenta el beneficio que esperamos que obtenga el paciente, los efectos adversos del medicamento y también la condición física de dicho paciente. Y todo ello debe ser transmitido al interesado con toda claridad y rigor.

También cabe señalar que es primordial el estudio continuado de la farmacología, desde un marco conceptual claro, manteniendo la independencia de criterio, y amparándonos en estudios basados en la evidencia que sean independientes de otros intereses.