Estoy triste y no se porqué”

“Todo se me hace una montaña…”

“Nada me hace gracia, parece que haya perdido la alegría”

“Me cuesta levantarme de la cama, no tengo energía”

“Duermo muy mal, me despierto muy tremprano y con un gran sobresalto”

“No solo estoy triste sino también de malhumor, no aguanto nada”

“No se como no me han despedido del trabajo… con lo que me cuesta concentrarme”

“Tengo la autoestima por los suelos… pero en realidad es que no valgo nada”

“No me apetece estar con nadie, ni con las personas que más quiero”

“La vida no tiene sentido, ojalá pudiera acabar con todo”

“Lloro por cualquier cosa… y no me alivia llorar”

“Por la mañana estoy fatal, nada más despertarme noto mucha angustia”

La tristeza es el estado de ánimo predominante en la depresión. Las personas que manifiestan alguna de estas cosas probablemente estén sufriendo un cuadro depresivo.

Qué es la depresión

La depresión es una enfermedad real, muy frecuente e incapacitante. Debería tratarse de forma rápida y eficaz para evitar la cronificación que puede producirse hasta en un 20% de los casos.

El término médico»depresión» hace referencia a una enfermedad, un trastorno del estado del ánimo que interfiere significativamente en la vida de quién lo padece. No debemos confundirlo con el término coloquial con el que nos referimos a breves estados transitorios de desánimo, más o menos comunes, ante los estresores cotidianos.

Síntomas

Aunque los síntomas principales de la depresión son la tristeza y el decaimiento, en algunos casos pueden no estar presentes estos síntomas, ya que la depresión puede expresarse en forma de trastorno cognitivo (p.ej. dificultades para pensar con claridad, concentrarse o memorizar), de trastorno volitivo (p.ej. dificultad para tomar iniciativas o pérdida de interés) o de trastorno somático, que puede afectar a cualquier sistema orgánico (p.ej. colon irritable, taquicardias, dolores musculares o reacciones dermatológicas).

Los síntomas más comunes de la depresión son:

  • Sentimientos de tristeza.
  • Anhedonia: disminución de la capacidad para disfrutar o mostrar interés o placer en las actividades habituales.
  • Sensación de debilidad física, falta de energía.
  • Insomnio o hipersomnia.
  • Pérdida o aumento del apetito.
  • Enlentecimiento o agitación.
  • Dificultades de concentración y disminución de la capacidad intelectual.
  • Disminución de la sociabilidad.
  • Sentimientos recurrentes de inutilidad o culpa.
  • Dificultad para tomar decisiones y para afrontar la vida cotidiana.
  • Pensamientos recurrentes de que la vida no vale la pena ser vivida o ideas suicidas.

Tipologías de depresiones

La clasificación de trastornos psiquiátricos exige, para poder efectuar el diagnóstico, que se presenten al menos cinco de estos síntomas durante un período de, al menos, dos semanas y que la aparición de estos síntomas no sea debida a otra enfermedad psiquiátrica, a consumo de tóxicos o a una reacción de duelo. También es necesario para el diagnóstico que el trastorno interfiera negativamente en el área social, laboral u otras áreas vitales del paciente.

Existen diferentes tipos de depresión, que responden a causas muy diversas. Así, algunas formas de depresión son de origen genético, lo que implica una predisposición hereditaria a padecer un déficit de algunos neurotransmisores cerebrales, principalmente de serotonina y dopamina. En otros casos es un trastorno orgánico, como una enfermedad hormonal, lo que puede alterar estos mismos neurotransmisores. Otros tipos de depresión tienen su origen en problemas psicológicos, como una baja autoestima o un estilo de pensamiento distorsionado, que sólo deja pasar los estímulos negativos y no aprecia los positivos. Finalmente, otras depresiones tienen su origen en factores del entorno del individuo, que cuando le afectan de forma continuada, acaban por alterar también la neurotransmisión cerebral y desencadenar un cuadro depresivo

A nivel popular, sólo se «entiende» este último tipo de depresiones: las causadas por un problema objetivo. En realidad, éstas son las menos frecuentes ya que, cuando un problema del entorno nos afecta hasta causarnos una depresión, con toda seguridad interviene otro de los factores causales antes mencionados

En general, podemos decir que las depresiones ocurren por la interacción entre factores genéticos, psicológicos y ambientales.

Evaluación y diagnóstico

Los trastornos depresivos graves afectan aproximadamente a un 3% de la población. El porcentaje es mucho mayor en formas depresivas menos graves. La prevalencia de depresión es casi el doble en la mujer que en el hombre y el riesgo de padecerla aumenta, hasta tres veces respecto a la población general, si se tienen antecedentes familiares de depresión en parientes de primer grado.

En la actualidad, a pesar de las numerosas investigaciones al respecto, aún no se ha hallado ningún marcador biológico ni ningún parámetro objetivable que diagnostique la depresión de forma fiable. Por ello, el diagnóstico básico es fundamentalmente clínico, obtenido tras una exhaustiva historia clínica y exploración psicopatológica. Deben descartarse siempre enfermedades orgánicas, por lo que debe solicitarse una analítica completa, con perfil hormonal y, si se precisa, pruebas de imagen cerebral (TAC o RM).

Como ayuda al diagnóstico, puede solicitarse un examen neuropsicológico o determinadas pruebas psicométricas, que nos orientarán sobre el origen del trastorno.

Tratamiento

Existen básicamente dos grandes líneas en el tratamiento de la depresión: la farmacológica y la psicológica, ya que otras formas de tratamiento no han establecido suficientemente su eficacia o bien se usan en casos muy minoritarios. Afortunadamente, ambas líneas disponen de un amplio arsenal terapéutico.

Los antidepresivos actuales, aunque no exentos de posibles efectos secundarios, generalmente leves y transitorios, son fármacos seguros y fiables, siempre que el tratamiento se ajuste de forma individualizada y sea prescrito y controlado por un médico. La psicoterapia de orientación cognitivo conductual proporciona un conjunto de técnicas encaminadas a mejorar las condiciones psicológicas del individuo en el presente y hacia el futuro, de forma relativamente breve y concreta. Los mejores resultados se obtienen combinando ambas formas de tratamiento, aunque debe tenerse en cuenta que los fármacos son más eficaces cuando existe un mayor peso biológico en el origen de la depresión y actúan con menor eficacia cuanto más peso tienen los factores psicológicos y ambientales.

Naturalmente, lo contrario podemos decir de la psicoterapia, que será más eficaz cuanto menos peso tengan los aspectos biológicos en el trastorno. De la adecuada combinación de fármacos y técnicas psicológicas va a depender el pronóstico de la depresión, que, salvo contadas excepciones, resulta muy positivo.

Preguntas frecuentes

Pues sí, la depresión es una enfermedad, ya que así lo considera la Organización Mundial de la Salud. Por si fuera poco, actualmente ya representa la segunda causa de incapacidad en el mundo, según estudios de la propia OMS, y se cree que en 2030 alcanzará el primer puesto.
Entre el 8 y el 15% de las personas sufrirán de depresión a lo largo de su vida. Esto representa una elevadísima prevalencia y todo un reto para los gestores en salud, debido a las graves repercusiones a medio y largo plazo, tanto individuales, como familiares, laborales y sociales.

No, lo que llamamos trastornos depresivos son cuadros heterogéneos. Actualmente (criterios DSM.5) se reconocen hasta ocho tipos de trastornos dentro de los “Trastornos Depresivos” y cada uno de ellos cuenta con especificaciones y subtipos.
Por tanto, los trastornos depresivos abarcan desde cuadros “aparentemente” leves o moderados pero de curso crónico hasta una clínica intensa, grave, invalidante y que compromete el funcionamiento del paciente en todas las áreas.

En realidad, no, pero hay que hacer unas matizaciones. Los síntomas de ansiedad pueden acompañar a cuadros primariamente depresivos, y asimismo, cuando una persona sufre de ansiedad por un largo período de tiempo puede coexistir un estado de desmoralización que se asemeje a una depresión (que entonces llamamos secundaria).
El error en considerar que se trata del mismo trastorno procede de esta imbricación de la sintomatología y también del hecho de que a nivel farmacológico muchos de los trastornos de ansiedad se benefician de un tratamiento farmacológico con antidepresivos.

Si, las depresiones pueden curarse, pero para ello hay que realizar un tratamiento farmacológico (en la mayoría de los casos). Un cuadro depresivo sin tratamiento tiende a empeorar siendo su pronóstico desfavorable.
Por otra parte, hay que considerar que dentro de los diferentes subtipos de depresiones existen algunas que tienden a repetirse, lo que obliga a un planteamiento terapéutico cuidadoso y especial. La mayoría de las recaídas de los trastornos depresivos tienen que ver con un incumplimiento incorrecto del tratamiento.

Hay personas que padecen varios episodios depresivos a lo largo de su vida. Hay otras que han padecido un solo episodio y no han tenido recaídas posteriores.
En el caso de sufrir una depresión de tipo recurrente, se debe seguir escrupulosamente el tratamiento para evitar dichas repeticiones. Por otra parte, la toma de medicación antidepresiva, a las dosis y durante un período de tiempo adecuados, así como la realización de psicoterapia en caso de necesitarla, evitaría en muchos casos una evolución tórpida hacia la cronicidad.

En realidad son fármacos muy seguros, lo que no equivale a decir que estén exentos de efectos adversos. Por ello, la medicación antidepresiva (en realidad cualquier medicación) debe ser prescrita por el médico que entiende de la patología a tratar, en este caso el psiquiatra.
El especialista debe conocer las características de los compuestos que prescribe, sus interacciones con otros fármacos y explicar cuidadosamente al paciente que posibles efectos secundarios puede percibir. Para ello, se establecerá una comunicación fluida y los adecuados controles periódicos.

El mecanismo de acción de los antidepresivos (o sea su farmacodinamia) es diferente según el tipo de producto. En general, actúan promoviendo una mejora de la neurotransmisión, ya sea en el sistema serotoninergico o en el sistema noradrenérgico o en ambos.