Una buena definición de abuso psicológico sería aquella forma de maltrato en la que hay una sustitución de los medios físicos (no se ejerce violencia física) pero se maltrata de forma verbal, generando un elevado componente emocional negativo para la persona a la que va dirigido esta actuación. Es decir, cualquier acción dirigida a devaluar, degradar, humillar, aislar socialmente, controlar, acusar o culpabilizar (naturalmente, realizado de forma sistemática).
Este abuso psicológico se puede presentar en contextos de grupo (sectas o grupos afines), como en relaciones entre dos personas (de pareja, de amistad, en situaciones terapéuticas) en contextos familiares, escolares, laborales y los novedosos contextos virtuales (el ciberacoso).
Como he mencionado en este tipo de maltrato no existe la necesidad de violencia física entre las personas, pero si la manipulación, violencia verbal, formas de expresión que transmiten agresividad, descalificaciones personales, insultos o palabras hirientes. No siempre se tratarán de gritos o peleas… en la mayoría de las ocasiones hay una sutileza para conseguir que la persona agredida desarrolle la identidad de víctima, creada a través del miedo, la inseguridad y la baja autoestima.
En todos los casos el abuso psicológico es demoledor. Pero en la situación de pareja puede serlo más (si cabe). Cuando nos comprometemos sentimentalmente con una persona (cuando la queremos) nos puede resultar muy extraño pensar que el sujeto amado nos maltrate. De hecho, de esta confianza, la que genera el amor, se sirve el maltratador, por lo que dicha práctica puede pasar “desapercibida”, minimizada o considerarla que forma parte de las dificultades normales de la vida de una pareja.
Características del abuso psicológico
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El chantaje emocional
Los chantajistas emocionales utilizan el miedo, la obligación y la culpa en sus relaciones, obligando a los demás a ceder ante sus demandas y si se resisten quedar abrumados por la culpa. El término fue utilizado por vez primera por la psicoterapeuta Susan Forward.
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Devaluación y sumisión
La devaluación o minimización consiste en no ensalzar ni alabar los logros o cualidades de la “víctima”. Por ejemplo, si la persona que es victimizada consigue un logro, ascenso profesional o académico, el agresor puede felicitar con un “está bien eso para ti” o “has tenido mucha suerte”, es decir restando mérito de forma sistemática.
Una forma más de devaluación se consigue cuando el maltratador hace ver al maltratado que su opinión o su conocimiento es poca cosa… corrigiéndole tanto en privado como en público: “Tú no sabes de eso, ya lo explico yo mejor…” De esta forma se va silenciando a la víctima que llega a la sumisión.
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Control
El maltratador intenta saber en todo momento donde está y que hace la víctima. En principio, la persona controlada puede atribuirlo a un desmesurado interés de la persona amada (“no puede estar sin mi o sin saber de mi”) que incluso puede halagar… hasta que se convierte en una prisión sin barreras o con barreras “smartphónicas” (si se me permite el barbarismo). El controlador conocer todos los horarios, llama por teléfono, controla las redes sociales del otro, vigila cuando se conecta al whatsapp…
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Aislamiento
El control aumenta insensiblemente y aparecerán las restricciones de salidas individuales o aficiones no compartidas con la excusa (también halagadora) de pasar todo el tiempo posible juntos. Ello llevará a que la víctima va renunciando a su espacio personal poco a poco, aislándose casi voluntariamente de sus amistades, de su propia familia, de su mundo, en definitiva.
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Culpabilización
Ante cualquier contratiempo en su vida personal o en la propia relación de pareja, el maltratador utiliza frases contra la otra persona haciéndola responsable de la situación. Por ejemplo, si ha sufrido un revés en el trabajo puede espetarle: “si no me distrajeras seguro que me habrían dado a mi el ascenso”.
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Distorsión de la realidad. Gaslighting
Ante una discusión o desencuentro, la persona que ejerce el maltrato se encarga de que la víctima se convenza de que las cosas no son como las piensa, dando completamente la vuelta a la situación. Así, “todo lo hace por amor”, “es por su bien”, “no se da cuenta de las intenciones de los otros”. La manipulación de la realidad es constante pudiendo convencer al otro que llega a distorsionar la realidad.
Un paso mas es lo que se conoce como “gaslighting” o manipulación a la persona para hacerla dudar de su propio criterio, una práctica usada en el abuso psicológico reiterado.
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Pérdida de identidad
Con todo este aluvión de conductas, la persona maltratada se ve inmersa en tal cantidad de situaciones tensas que tiene que permanecer en alerta constante para no irritar a la otra persona, para no sufrir el abandono, el rechazo o el reproche. Esto hace que la víctima pierda su propia identidad, ya que adopta la costumbre de actuar conforme a lo que le marca el elemento dominante de la pareja… pero ni siquiera eso es suficiente para “calmar” al abusador. Con ello, la autoestima y su autoconcepto serán inestables para la persona maltratada, que se tornará mas insegura, aumentando así el poder que el maltratador ejerce.
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Dependencia económica
Es posible que la persona que ejerce el maltrato restrinja el acceso a cuentas y bienes, controle gastos y demás, con objeto de asegurar la dependencia económica del otro. No obstante, hay ocasiones en que no existiendo una dependencia económica de la víctima, la dependencia emocional es tan elevada que la propia persona cede el control de sus finanzas al que abusa.
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Insultos y amenazas
Las descalificaciones verbales son frecuentes, inicialmente sutiles o “medio en broma” pero suelen aumentar a medida que avanza el tiempo, llegando a los insultos directos (que pueden ser dichos a la víctima o a personas cercanas a ella, familiares, hijos: “la burra de tu madre”) sin ningún recato y con una evidentísima falta de respeto que jamás es excusable (excepto para el abusado, que lo excusa todo).
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Castigo
La persona que maltrata suele castigar a su pareja, habitualmente con indiferencia, malas caras, dejándole de hablar. Se cierra el círculo de la alerta, el temor al rechazo, el miedo y la inestabilidad emocional del maltratado.
Consecuencias psicológicas del abuso psicológico
Tras lo relatado es de suponer que este maltrato genera gran infelicidad en aquellas personas que lo padecen. Casi todas las personas que lo han sufrido presentan una serie de síntomas generales:
- Síntomas ansiosos
Pueden presentar alerta y sobresalto permanente, con reexperimentación intrusiva de las situaciones vividas (estrés postraumático), y también crisis de ansiedad, ansiedad generalizada y fobias.
- Síntomas depresivos
Apatía, indefensión, culpa, ideación de la muerte, rabia y hostilidad. En algunos casos la persona maltratada cumplirá criterios para un trastorno depresivo mayor, o cuando menos una reacción de adaptación con síntomas depresivos o mixtos.
- En cuanto a elementos de personalidad, es evidente que se produce una pérdida de la autoimagen y la autoestima, con niveles de asertividad muy bajos y dificultad en la toma de decisiones y en la resolución de conflictos y problemas.
- Estructura del pensamiento: Este será de tipo negativista, con ideas de minusvalía, desesperanza, desconfianza ante los otros, o al contrario, devaluación, con ideación de culpa (“yo he provocado la situación”).
- Otros síndromes clínicos: Además de los mencionados síndromes de ansiedad y de tipo afectivo, es posible que la persona maltratada sufra trastornos psicosomáticos y trastornos disociativos.
Luz de Gas (Gaslight)
He mencionado el concepto de gaslighting (literalmente, hacer luz de gas) estrategia de manipulación de la percepción de la realidad del otro, consistente en dar por sucedido lo que nunca ocurrió (o a la inversa) o presentar información falsa con el fin de hacer dudar a la víctima de su memoria, de su percepción o de su cordura.
Puede ir desde negaciones simples por parte del abusador y llegar hasta la escenificación de situaciones extrañas con el fin de desorientar a la víctima.
El término proviene de la obra de teatro en inglés Gas Light (1938) de Patrick Hamilton y de sus adaptaciones cinematográficas. En inglés, el término se usa ahora en la literatura clínica.
La adaptación cinematográfica más conocida es Murder in Thornton Square (1944) que fue dirigida por George Cukor y contó con Charles Boyer, Ingrid Bergman y Joseph Cotten como actores principales. La película presenta numerosas desviaciones de la obra de teatro original, aunque el drama central sigue siendo el de un esposo que intenta enloquecer a su esposa para distraerla de sus actividades criminales.