(Si realmente las pantallas dieran la felicidad)

Hace unas semanas me llamó la atención una noticia acerca de un estudio estadístico realizado por la señora Mary Meeker (una influyente analista de valores norteamericana, experta en temas digitales desde la perspectiva empresarial).
Pues bien, uno de los resultados de dicho trabajo definía el tiempo que los habitantes del planeta permanecemos ante una pantalla (televisión, ordenador, teléfono móvil, tableta).
 

«Disfrutando» de un día en el campo

Pues bien, como promedio/día pasamos una hora y media ante el televisor, dos horas delante del ordenador –y tengamos en cuenta que muchas personas trabaja con ellos-, y entre tablets y smartphone unas cuatro horas más. En total, y repito, como promedio unas siete horas y media ante una pantalla.
Estos datos son un promedio, en el estudio se especifican por países. España, en la mitad de la tabla, unos 400 minutos al día ante una pantalla.

Tiempo que empleamos ante una pantalla:
Televisor Ordenador Teléfono Tableta

Un domingo cualquiera paseaba con mi perra, y observé a tres jóvenes (dos chicos y una chica) sentados en una terraza de un bar, sonrientes y animados… pero no hablaban entre ellos, cada uno estaba con su móvil en la mano, contestando mensajes de whatsup o consultando internet… Asombroso… pensé de igual forma que yo había sacado a pasear a Kida, ellos sacaban a pasear a su móvil…y parecía que disfrutaban más con el artilugio (smartphone) que con las personas que estaban compartiendo el aperitivo y el sol de mediodía. 

Y aquí, «disfrutando» de la playa

Y con ello, recordando los datos del estudio también me pregunté ¿cuánto tiempo pasamos frente a otras personas? Qué tiempo dedicamos a hablar cara a cara a nuestro marido, a nuestra esposa, a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros amigos…

Y… ¿qué hemos hecho con los libros?

Hay peores cosas que quemar libros, una de ellas es no leerlos”

(Ray Bradbury)


 

Ray Bradbury, en los 60

Ray Bradbury (1920-2012) fue un escritor estadounidense de género, principalmente misterio y ciencia ficción. Sus obras más conocidas son dos novelas: “Crónicas marcianas” (*) y “Fahrenheit 451” (**).
Bradbury se consideraba a sí mismo un narrador de cuentos con propósitos morales. Su obra en la que siempre existe un clima poético y cierto romanticismo produce en el lector una cierta angustia y desasosiego, ya que el propósito del autor refleja su convicción acerca del destino de la humanidad, en palabras del propio escritor:
          “…recorrer espacios infinitos y padecer sufrimientos y agobios para concluir vencido, contemplando el fin de la eternidad».

Siguiendo los deseos del autor, su lápida funeraria sólo alberga un sencillo epitafio:
“Autor de FaHrenheit, 451”
 

Lápida de Ray Bradbury en el Westwood Village Memorial Park de Los Angeles


Esta obra es una novela distópica publicada en 1953. (Por distopía o anti-utopia se entiende una sociedad ficticia indeseable en si misma).  
Su extraño título hace referencia a la temperatura que en la escala de Fahrenheit ºF se inflama el papel, y por tanto a la temperatura en que los libros se queman (en la escala Celsius equivaldría a unos 233 ºC).
 

Libros que se queman a 451 grados Fahrenheit


La trama gira en torno de un bombero, Montag, cuya misión no es la de sofocar incendios, sino al contrario, la de quemar libros por orden del gobierno que controla totalmente las actos e incluso el pensamiento de los ciudadanos. Para los dirigentes, la consigna es que no se deben leer libros, ya que la lectura impide ser felices pues puede producir angustia y hace que los hombres empiecen a ser diferentes cuando deberían ser iguales.

Los bomberos dirigiéndose a su trabajo: quemar libros

 

Esta mujer prefiere morir con sus libros que vivir sin ellos


A través de diversos encuentros, se irá despertando la curiosidad de Montag y un ansia de conocimiento que le abrirá un camino hacia otra forma de pensar diferente de la oficial.

Descubriendo el  placer de la literatura
El libro, obviamente, criticaba la censura hacia los libros que siempre ha caracterizado a los regímenes autoritarios, como en la Alemania nazi. Pero también, en el momento de su publicación, los Estados Unidos vivían momentos de gran censura -promovida por el senador ultraconservador McCarthy entre los años 1950 y 1956- y que afectó a muchos escritores, cineastas y periodistas.


El cartel de la película
En 1966, el director de cine francés François Truffaut llevó esta novela al cine. La película a pesar de ser una obra de ciencia-ficción no destaca en cuanto a sus efectos especiales o la presentación de un ambiente futurista, ya que es bastante ingenua su dirección artística.

El supuesto 1995 representado en la película de 1966

Sin embargo, el guión firmado por el propio Truffaut y su colaborador Jean-Louis Richard, están a la altura de la novela, e incluso creo que su final, poético y esperanzador, mejora incluso el del propio Bradbury.
Montag, el ex-bombero con su libro de E. A. Poe
En este final, el bombero Montag convertido en un rebelde, huye de su ciudad siendo perseguido por la policía. En su huida lleva un tesoro que ha podido escamotear de un incendio, un libro de “Cuentos y relatos” de Edgar Allan Poe. Finalmente Montag llega al “Bosque de los Hombres-Libro” y se unirá a ellos.



Los “hombres-libro” son personas que viven como mendigos al margen de la sociedad, pero que se han autoimpuesto una misión de futuro: preservar los libros. Pero no se arriesgan a conservarlos como tales, sino que los guardan en la memoria, y una vez aprendidos, los queman. Para no olvidar ni una sola sílaba de las palabras que atesoran van repitiendo el texto continuamente. Confían que algún día, cuando finalice esa edad oscura, los podrán recitar y se reimprimirán.

Los «hombres libro» en constante recitación
Cada persona es un libro, una sonriente joven es “La República” de Platón, unos gemelos “Orgullo y Prejuicio” de Jane Austen (cada uno es un volumen), el jefe del grupo es un libro de Stendhal, y otro joven es «Crónicas Marcianas» del propio Bradbury. 

En el centro de la imagen «El Príncipe»
La banda sonora de la película es de Bernard Hermann, le añade lirismo al destino de los «hombres-libro». 



Un jocoso desharrapado se presenta como “El Príncipe” de Maquiavelo. Este personaje, señalando su astroso aspecto le dice a Montag:
          “No  juzgues el contenido de un libro por su encuadernación”.
Creo que la frase vale para casi todo y casi todos.

Una de las muchas viñetas con las que la prensa norteamericana despidió a Bradbury
 (*)  «Crónicas marcianas» su libro de relatos dio nombre a un programa de televisión. Creo que Bradbury no se llegó a enterar de ese despropósito. 

(**) La película «Farenheit 451» a Bradbury le gustó. No así que el documentalista Michael Moore utilizara este título transformado («Fahrenheit 9/11») en un documental. Ray Bradbury protestó por ello.