Ya ha pasado un nuevo año y de nuevo voy a hablar sobre las Navidades. En mi entrada del pasado año, primera de la que pasamos en pandemia (aunque posiblemente el virus ya campara por ahí en 2019), recomendaba prudencia y buenos deseos para todos, especialmente para aquellos que cuando el mundo se paró, siguieron trabajando para nosotros. 

El 8 de diciembre de 2020 la enfermera Parsons inyectó a la señora Margaret Keenan, una nonagenaria británica,  la primera dosis de vacuna contra el coronavirus de forma terapéutica (al margen de los que la recibieron en fases experimentales). He buceado en internet para saber que ha sido de ella, y encuentro un artículo en el Belfast Telegraph con motivo del primer aniversario de su vacunación… y me entero que la señora Keenan ya ha cumplido los 92 años, es originaria de Enniskillen (una ciudad con castillo en Irlanda del Norte) pero que se casó y ha vivido casi toda su vida en Coventry, una ciudad con catedral de filigrana en Inglaterra. Ah, y otro detalle, se jubiló a los 85 años. 

 

 

 

Miro las cifras estadísticas y en el mundo (actualizado hace dos días) se han administrado 8470 millones de dosis de vacuna, lo que representa un porcentaje del 46 o 47% de la población mundial vacunada, con grandes diferencias entre países y territorios, por aquí (países ricos, Unión Europea) nos han empezado a inyectar las terceras dosis y en otros lugares apenas ha llegado la primera de las dosis. Las razones son obvias, pobreza y una escasísima logística de distribución. 

Por supuesto que también están aquellos que pudiendo haberlo hecho -y de forma gratuita y sencilla- han optado por no vacunarse. Sus razones, mejor dicho, sus motivos tendrán. Entre los que he oído es que las vacunas se han desarrollado de forma muy rápida… y a mí que me parece casi un milagro que diferentes grupos de investigadores con talento y con inversión -por supuesto- hayan llegado a establecer unas vacunas, con mecanismo ingeniosos, diseñadas para disminuir la gravedad de la enfermedad. Desde luego, las vacunas no nos previenen del contagio (no son esterilizantes) aquí pongo un enlace muy interesante acerca de hasta donde llega la capacidad de una vacuna sobre todo ante determinado tipo de virus. 

Y sin embargo, estamos ante una nueva ola (vaya no se si ola o repunte, el virus nunca se fue), nuevas mutaciones y variantes y pronto acabaremos con el alfabeto griego. A mi alrededor gente vacunada y contagiada, que ha ido pasando la enfermedad con mas o menos síntomas. Quizá la diferencia es que el mundo ha vuelto a su marcha habitual, y se relajaron las medidas entre los contactos de casos positivos si estaban vacunados (se han vuelto a hacer obligatorio el confinamiento entre contactos de pacientes infectados, estén vacunados o no en Cataluña) y la eficacia de la vacuna (los famosos anticuerpos IgG) han ido disminuyendo al cabo de los meses… pensemos que los primeros vacunados fueron sanitarios y trabajadores esenciales, estos son los que están en mayor riesgo, de nuevo: por eso nos inyectan la tercera dosis. También es posible que el estar vacunados nos haya dado una sensación de seguridad que no es real. O que al virus le guste el invierno… desde luego estamos mas tiempo en interiores. Supongo que epidemiólogos y virólogos lo explicarán cuando lo sepan. 

Casi dos años de pandemia, y de nuevo a las puertas de Navidad. Que puedo desear: prudencia y paciencia (de la que ya no andamos muy sobrados), sentido común (en menos común de los sentidos) y ayuda para las zonas desfavorecidas del planeta.

Mis mejores deseos, esperanza, felicidad y sobre todo salud. Que el 2022 nos sea mas propicio.