Depresión: la vida llena de nubes


Esta es una de las preguntas más frecuentes que me hacen los familiares de una persona que sufre depresión. El grado de parentesco puede ser otro, y tratarse de una madre, de un padre, de una hermana o hermano, de un hijo…
Realmente es una pregunta cuya respuesta no es sencilla.
En primer lugar, porque lo habitual es que el pariente tenga unas ideas preconcebidas acerca de lo que es depresión (ya hemos visto algo de las “leyendas urbanas” sobre este trastorno).

Casi todo el mundo tiene ideas preconcebidas sobre la DEPRESIÓN


En segundo lugar, porque es muy difícil entender un estado de ánimo si no lo has sufrido previamente. Imaginemos que queremos explicar una experiencia sensorial que otra persona desconoce: un color, una forma determinada, un dolor que nunca el otro ha padecido… entonces, ¿cómo explicar un estado de ánimo que conlleva abatimiento, tristeza, desesperanza, pensamientos negativos recurrentes y todo ello aderezado por múltiples síntomas físicos?
Por último, está el factor del tiempo de evolución de la depresión. Aunque obviamente sufre mucho más el que la padece, si la enfermedad se ha prolongado en el tiempo también produce efectos en las personas de alrededor: preocupación, incomprensión, sobrecarga emocional… y a veces podemos detectar incluso hastío, que naturalmente el paciente percibe e incrementa su sentimiento de culpabilidad.

La duración previa del cuadro depresivo influirá en la actitud de la familia
Por tanto, que debemos recomendar a una persona que quiera ayudar a alguien que sufre depresión:
·               Facilitar información. Es decir, explicar qué es el trastorno, que se trata de una auténtica enfermedad que genera unas grandes dificultades para hacer cosas de lo más simples, que no se trata de un capricho del paciente que éste pueda manejar a su voluntad.
·               No siempre la depresión es “explicable”. Todo el mundo acepta que alguien esté triste si le ha ocurrido alguna desgracia que justifique su estado. Pero en la mayoría de ocasiones la depresión no sobreviene tras un acontecimiento vital negativo… Por tanto de poco valen palabras de aliento como “no tienes ningún motivo para estar así”. Esto se lo repite el propio paciente constantemente a si mismo. Lo terrible de la depresión es que uno está triste y desesperado sin saber porqué.
·               Es mejor acompañar que “pontificar”. Muchas veces los pacientes con depresión reciben auténticos bombardeos de consejos y “terapias de estar por casa” de los suyos, familiares y amigos… “Tienes que salir y distraerte”, “lo tienes que hacer tú”, “cuéntame lo que te pasa”… En ocasiones el paciente preferirá estar solo, y ni siquiera sabe explicar que le ocurre; en otras ocasiones le será útil la compañía. Hay que pensar que establecer un “puente emocional” requiere su tiempo y difícilmente puede forzarse… Pero hay que estar allí, atento y con paciencia.

El papel de la familia es como el del un faro: estar ahí para cuando te necesiten


·               Escuchar. Cuando el paciente desee hablar, hay que escucharle, sin contradecirle ni minimizar sus inquietudes. No ayuda para nada si alguien expresa una preocupación decir algo como “Te preocupas por tonterías” y mucho menos “eso es que no tienes ningún problema”. Tampoco es preciso que le demos todas las soluciones. Pero sí que le digamos al paciente que su situación es “provisional”, que su malestar tendrá fin y que le acompañaremos el tiempo que precise.

El paciente con depresión, debe «atravesar un puente sobre el vacío» 


·               No culpabilizar al paciente. Por mucho que estemos sufriendo porque vemos que nuestro ser querido esté deprimido, no debemos cargarle además con nuestra impotencia y/o inquietud. Cosas como “haz un esfuerzo por mí”, “yo también estoy pasándolo mal”, etc. no solamente no le ayudan sino que le abruman. Y si el paciente no actúa como creemos que debería hacerlo, el familiar no deberá dar por sentado que “no quiere hacer nada para mejorarse”.
·               No utilizar el tratamiento como arma arrojadiza. Si hay un desencuentro o una discusión con el paciente, no considerar que su criterio está desautorizado y servirse de argumentos como “¿Te has tomado la medicación?” o “Se lo diré a tu médico”… para zanjar una discusión.
Normalmente lo que les digo a los familiares es que hay que tratar al paciente con la mayor NORMALIDAD posible, adecuándose a la situación.  Se trata de una persona que está enferma, pero que no es incapaz. Aclaro que normalidad implica cariño, empatía, consideración y respeto.
Al final, la tormenta pasa

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