Ante un paciente con un trastorno de ansiedad, se debe plantear claramente un plan de tratamiento personalizado, teniendo muy presente los objetivos del mismo.

Objetivos

Los diferentes trastornos de ansiedad, tal como han sido presentado en una entrada anterior, suelen ser en mayor o menor medida incapacitantes. Por la propia naturaleza de la ansiedad, la interferencia de ésta con los rendimientos intelectivos, cognitivos, psicomotores, y con el rendimiento en suma están siempre presentes. El objetivo parece claro, eliminar los síntomas y minimiza el impacto en la vida del paciente.

Objetivos de primer orden:

Es imprescindible tener en cuenta estos factores de interferencia y por ello se debe buscar:

  • Liberar al paciente de la sintomatología incapacitante. Lamentablemente, la supresión sintomática a veces es vista como superficial… incluso por algunos médicos. La frase: “Y cuando deje de tomar las pastillas… ¿qué?” refleja claramente esta idea. Sin embargo, es importante que los pacientes se vean libres de sus síntomas, especialmente aquellos que focalizan su atención como las manifestaciones vegetativas periféricas que pueden haberse convertido en el centro de su vida. Para ello, a mi entender,  no hay que dudar en utilizar benzodiacepinas (en las dosis adecuadas y bajo tutela médica) para eliminar lo más rápidamente posible estos molestos síntomas.
  • Evaluar muy cuidadosamente si el paciente puede beneficiarse de un tratamiento antidepresivo. No todos los antidepresivos tienen el mismo efecto sobre los diferentes cuadros de ansiedad, pero sí que hay fármacos que promueven una mejoría a largo plazo, hecho que no es desdeñable. Por otra parte, la cronicidad de los síntomas de ansiedad puede llevar a nuestros pacientes a sufrir de síndromes depresivos, y aquí la indicación será obligada.
  • Devolver al paciente a niveles previos de funcionamiento adaptativo posibilitando una normalización de aquellos comportamientos que estaban interferidos por la ansiedad.
  • Mejorar o reestructurar la autoimagen y la autoestima del paciente, sus relaciones interpersonales, su adaptación y su rendimiento sociolaboral.
  • Favorecer la aparición de defensas, que quizá el individuo afectado ya posee, pero que no utiliza por el propio bloqueo que genera el cuadro de ansiedad. Muchos pacientes saben cómo enfrentarse a conflictos interpersonales o al estrés ambiental, pero en situaciones clínicas no son capaces de poner en marcha conductas concretas de control de la situación.
  • Movilizar los comportamientos positivos del sujeto que estén mal utilizados. Y ello conlleva tanto el aprendizaje de nuevas estrategias de afrontamiento: explorar formas alternativas de actuación, para facilitar que el propio paciente, de forma más o menos guiada, puede cambiar algunas actitudes nocivas.
  • Promover que se enfrente al conflicto, al estrés y en general a sus variables vitales del momento con capacidad de dominio de la situación. Muchos pacientes con patología de ansiedad se sienten dominados, indefensos o impotentes para cambiar aspectos concretos que constituyen la base de su disconfort.

Aunque debemos ser realistas, la terapéutica no puede -en general- modificar este conjunto de variables externas al sujeto, pero sí que debería favorecer que éste cambie una actitud pasiva y fatalista por otra activa del control de la situación.

Objetivos erróneos:

Las terapias farmacológicas de los trastornos de ansiedad, no tienen pues como misión sustituir las capacidades y habilidades del individuo, al contrario, sino facilitar que éstas se pongan en marcha con intención de eliminar las situaciones de estrés y la conflictiva real de los pacientes, capacitándole para enfrentarse a su situación externa (si la hubiere) con los mayores recursos disponibles.