Sentir ansiedad es como vivir al borde del precipicio
En primer lugar quiero advertir que estos “consejos” no pueden ser tomados al pie de la letra por todo el mundo y en todas las situaciones.

¿Por qué? Primero, porque los trastornos de ansiedad en la clínica adoptan diferentes formas de presentación, aunque estén agrupados bajo un mismo epígrafe diagnóstico; segundo, porque cada uno es como es (*), y la ansiedad la sufre una persona, con su temperamento, su carácter, su personalidad; y tercero, porque ni la biografía ni las circunstancias del ambiente son idénticas para todo el mundo.

A pesar de ello, me permito aconsejar. Cuál Séneca cibernético y “de estar por casa”, ahí van:

1.     Si le han diagnosticado de un “Trastorno de ansiedad”, hable extensamente con su médico o su psicólogo acerca de lo que significa. La persona que tiene mayor y mejor información sobre su caso es el profesional que le atiende; en la red hay mucha información (incluyo esta página) que,  en lugar de ayudar, pueden embarullar sus conceptos sobre lo que le ocurre.
La causa de su trastorno no es un defecto de su carácter o una debilidad personal, hay cuadros de ansiedad que tienen un fuerte componente genético y en consecuencia bioquímico; otros casos están más vinculados a situaciones reactivas o ambientales.  Pero el pensamiento de “soy débil y por eso me ocurre esto” no solamente es erróneo, sino un cortocircuito para incrementar la ansiedad.

El 17% de la población general está sufriendo un trastorno de ansiedad


2.     Si sufre de un cuadro de ansiedad, no está solo. Los “Trastornos de ansiedad” tienen una alta prevalencia estadística (hasta un 17% de la población general habrá sufrido un trastorno de ansiedad en el último año), esto es,  hay muchas personas que los padecen, personas que quizá conozca, o con las que puede comunicarse a través de asociaciones, foros, etc. Esta realidad ayuda a desdramatizar esa vivencia de que “esto solo me pasa a mí”.

Asimismo, a algunos pacientes puede ayudarles hablar con otras personas que sufran de ansiedad para saber cómo se sienten y que estrategias y recursos les han ayudado, aunque creo que hay que evitar que una persona que sufra ansiedad (o cualquier otro padecimiento físico o psíquico) se identifique a sí misma por ello, y solo se relacione con los demás a través de la enfermedad.

3.     Comparta su problema con quién Vd. quiera, pero controle la información que proporciona. Esto enlaza con el punto anterior.

La mejor ayuda, el acompañamiento


Obviamente es lógico que las personas muy cercanas  -pareja o miembros adultos de su familia, amigos entrañables- que estén informadas de lo que le ocurre, así podrán comprenderle y ayudarle. Ahora bien, a pesar de la divulgación sobre las ansiedad, sabemos que existen ideas preconcebidas sobre los padecimientos psíquicos, por lo que en ocasiones los pacientes reciben gran cantidad de sugerencias, consejos y admoniciones, casi siempre bienintencionadas, pero en muchas ocasiones inútiles o casi acusadoras: “esto lo tienes que superar tú”, “tienes que salir y distraerte”, “déjate de tonterías, lo que ocurre es que no tienes problemas”, etc.

Por otra parte ¿hay que informar a todo el entorno: amigos, compañeros de trabajo…? Esta es una pregunta que me suelen hacer. En general, mi respuesta es: si deseas hacerlo, comparte con aquel que tengas confianza y te estime, evita hablar a todas horas de tu cuadro clínico y tus síntomas y en el terreno laboral se cauteloso (no hay que olvidar el estigma que sufren los trastornos psíquicos),  ya que puede ocurrir que compartir esta  información, en según qué casos, se convierta en un  boomerang de desautorización de la persona que sufre de ansiedad.

Un abrazo, que gran ayuda


Quizá debería ser más honesto ser “testimonial”, ya que el que sufre ansiedad no es culpable de nada, pero hay que ser realistas y no añadir problemas a los que uno padece. Además, siempre he pensado que la enfermedad -cualquier enfermedad- es un hecho privado que atañe a aquel que lo sufre. Como somos y vivimos en un país mediterráneo (es decir, con un estilo expansivo de comunicación) a veces contamos más de la cuenta en la “plaza pública”. 

4.     No se avergüence de pedir ayuda profesional. En general, la mayoría de los “Trastornos de ansiedad”no representan una patología psíquica grave (en relación a otros procesos), pero que generar un fuerte malestar y empeoramiento de la calidad de vida, por ello no hay que descuidar su solución. El paciente que sufre ansiedad vive en un estado de “libertad bajo fianza” que contamina su día a día. Pedir ayuda profesional no es una señal de debilidad, sino involucrarse activamente en la solución del problema.



Pedir ayuda cuando se precisa



5.     Estrés ¿qué, cómo, cuánto, cuando? Voy a utilizar el concepto de estrés como normalmente se entiende (en el sentido de demanda ambiental), aunque en realidad se trata del proceso que se pone en marcha en el organismo para adecuarse a un estímulo. Es de cajón que la presión ambiental forma parte de la vida y es utópico pensar que uno puede vivir en un especie de paraíso sin ningún tipo de agobio.

 

¿Vivir en el paraíso?

Pues bien, hay que analizar estas situaciones e intentar adoptar un enfoque equilibrado de las mismas. ¿Cuántas veces sobrevaloramos la magnitud de una situación? ¿Y cuántas veces anticipamos todo lo malo que puede ocurrir? Es bueno centrarse en el presente y en los datos objetivos que tenemos, ya que no siempre ocurrirá todo lo malo que imaginamos.
 

Cuántas veces, atrapados por la ansiedad, presagiamos sólo lo malo

Es muy habitual que las personas que sufren de ansiedad anticipen consecuencias negativas que pueden ocurrir. Si alguna vez aciertan en sus presagios, esta prueba les sirve para corroborar y potenciar su estilo de pensamiento negativo convenciéndose de su eficacia, eliminando las múltiples ocasiones en que han predicho una catástrofe y ésta no ha ocurrido.

6.     Revise su estilo de vida. Hay factores que nos pueden ayudar a combatir la ansiedad: dormir las horas precisas, ingerir una dieta equilibrada, eliminar el consumo de sustancias excitantes, evitar los tóxicos incluso los “cotidianos” y “legales” tabaco y alcohol. Intentar estar en buena forma física, pero tampoco exagerando las expectativas de nuestro rendimiento.

Analice su horario en el día a día, qué cosas le sobran (no es bueno tener una agenda apretadísima que nos haga ir acelerados siempre), como distribuimos el tiempo (¿por qué nos levantamos tan tarde y tenemos que correr para llegar a nuestro trabajo?, ¿nos vale la pena realmente hacer ejercicio al mediodía para aprovechar el tiempo?). Cuidado, algunas de estas respuestas serán afirmativas, entonces adelante… pero cuantas veces nos dejamos atrapar por el “elogio a la actividad”, tan propio de nuestra época.

Hacer ejercicio y disfrutar de la familia, gran combinación

Es importante “conocerse a uno mismo”. En general sabemos qué tipo de cosas nos proporcionan tranquilidad y cuáles nos exasperan. Intentemos vivir a nuestro favor, si bien es cierto que hay cosas que no podemos modificar solo con que nos lo propongamos (cambiar de trabajo puede no ser fácil, nuestros niños son pequeños y demandan toda nuestra atención, o bien son nuestros mayores los que necesitan de nosotros). Pero insisto, recapacitemos sobre nuestro vivir cotidiano y aquello que nos vendría bien cambiar o afrontar de diferente manera. Un apunte en cuanto al tiempo. ¿Cuántas horas estamos frente a una pantallita: móvil, tablet, ordenador o TV?

7.     Cuidado con las prisas, los cambios no son inmediatos. Los cambios que introducimos en nuestro estilo de vida o forma de encarar las cosas no producen efectos instantáneos. Ya hemos comentado que vivimos en la sociedad de la prisa, y estamos acostumbrados a los resultados inmediatos (aprieto un botón, y leo el periódico, digital por supuesto; compro entradas en un cine sin hacer cola; envío mensajes “en vivo y en directo” a las antípodas).

Lento, pero avanzo

Claro, que esto también conlleva que recibimos demandas y presiones continuamente (tenemos veinte correos antes de llegar al trabajo… nos los han enviado mientras dormíamos; los mensajitos del whatsup nos interrumpen mientras estamos concentrados trabajando, por poner dos ejemplos).

Pero bueno, a lo que íbamos. Los cambios a mejor no se presentarán en el primer minuto. Hay que tenerlo presenta para no desmotivarse. Y también que es natural sufrir altibajos: cualquier meta puede estar plagada de contratiempos, y vivir o convivir con la ansiedad no es un objetivo baladí. Si se produce un empeoramiento, si sufrimos una nueva episodio de ansiedad no significa que nuestros esfuerzos hayan fracasado, sino que vivimos la vida, con sus placeres y desdichas, su luz y sus sombras.
 

Nuestro camino a veces sube, y a veces puede descender


Recordemos:

«El esfuerzo llama a sí a los mejores»

(Lucio Anneo Séneca, siglo I)

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