Hace algo menos de un mes irrumpió el otoño, este otoño que no lo parece todavía porque el calor del verano se resiste a marchar. Sin embargo, aunque el clima esté como esté, lo que no cambia es la rotación de la Tierra alrededor del Sol, y la inclinación de este eje de giro respecto al plano de su órbita, lo que conlleva que se produzcan las estaciones. Y en nuestro hemisferio norte, ahora se están acortando las horas de luz diurnas, proceso que culminará con la llegada del invierno.

Ya he hablado en otras ocasiones de las consecuencias que tiene este hecho en algunos cuadros psiquiátricos, aquí y aquí (link y link).

Lo que se recientemente se ha denominado “winter blues” o “trastorno afectivo estacional” no es un diagnóstico psiquiátrico de “pleno derecho” sino que el manual DSM-5 lo recoge como especificador del trastorno depresivo mayor, recurrente. ¿Qué quiere decir esto? Que será una evolución característica y peculiar de las personas que sufren depresión mayor (la recurrencia, es decir, repetición, y la asociación de esta repetición en unas épocas determinadas del año).

Vamos a ver algunas de las características del winter blues:

Epidemiología

La prevalencia de los trastornos afectivos estacionales en la población general se sitúa entre el 1-10% (según estudios de recogida de datos retrospectiva)… no parece que seamos muy concretos, pero en fin, eso es lo que dicen los expertos. La edad de aparición promedio se sitúa entre los 20 y los 35 años de edad, decreciendo con la edad, aunque existen datos contradictorios, pues algunos estiman que en niños y adolescentes su incidencia es muy baja.

Se propuso que el trastorno afectivo estacional era mas común en las latitudes norte altas (por su elevada presentación en Finlandia, Dinamarca, Suecia y Noruega), pero se ha visto que dicho factor de latitud es débil, existiendo otros factores que contribuyen más a su incidencia:

  • Clima
  • Dieta
  • Factores socio-culturales
  • Factores genéticos

Se realizó un estudio en Islandia, con pacientes de entre 20 y 70 años, midiéndose la variación estacional de síntomas de ansiedad y depresión entre verano e invierno, no hallándose ninguna correlación.

La prevalencia de TAE en un área geográfica concreta no solo depende de la cantidad de luz irradiada (duración y claridad). Existen otros factores como polución, la nubosidad y la escasez de luz debido a la construcción, que la afectan. Los pacientes con TAE prefieren días fríos pero luminosos que días nublados calurosos.

Etiología (causas):

La causa no está clara. Hoy en día se tiende a pensar que se trata de un fenómeno multifactorial, en el que intervienen múltiples variables, incluyendo factores fisiológicos como los genéticos.

También se hace hincapié en los últimos años del papel que juegan las variables de personalidad en el desarrollo y expresividad del trastorno afectivo estacional, un estudio reciente apuntó a que los pacientes afectados por TAE –comparados con sujetos sanos- presentaban mayores rasgos de neuroticismo, menos extraversión y eran más concienzudos.

Existen numerosos trabajos en los que se ha comparado la influencia genética en el mismo, ya que los afectados cuenta con una gran proporción de familiares de primer grado afectados por la misma patología. Se han realizado estudios genéticos para investigar la heredabilidad, tanto de la expresión de diversos neurotransmisores: como serotonina, noradrenalina, dopamina y melatonina, así como de sus transportadores, hallándose en uno de estas investigaciones que el polimorfismo del transportador de serotonina se asociaba al TAE tanto o mas que la propia estacionalidad.

Fisiopatología (cómo se produce):

La fisiopatología del TAE es todavía desconocida. Se han propuesto varios mecanismos que influyen en su génesis de manera complementaria y entre las hipótesis existentes están:

  • La alteración del ritmo circadiano
  • La sensibilidad retiniana a la luz
  • El metabolismo anormal de la melatonina
  • La disminución de la secreción de neurotransmisores

Y como todo en bioquímica cerebral, la mayor probabilidad es que se trate de una reacción en cascada en la que la disfunción en un mecanismo genere la alteración de otros.

 

 

 

Prevención:

Es importante el control de los síntomas de los pacientes con depresión en los períodos de cambio estacional, especialmente en otoño y primavera, dado la gravedad de esta patología que, para mayor sufrimiento de las personas afectadas, puede empeorar simplemente por la caída de las hojas de los árboles y del calendario.