Uno de los males de nuestro tiempo y que observo muy frecuentemente en mi consulta es precisamente la falta de motivación, la ausencia total de entusiasmo… y no sólo en pacientes con el diagnóstico de trastorno depresivo.

Una de estas personas  me pregunta acerca de la motivación, y para responderle recurrí a unas notas del filósofo José A. Marina, que se ha centrado en el estudio de la inteligencia y de la creatividad. Me ha parecido interesante compartirlo.

ENTUSIASMO

Es interesante el origen histórico y los usos de la palabra entusiasmo. Etimológicamente proviene del griego (en-théos), cuya traducción sería algo así como sentirse poseído por un dios. O sea que para los antiguos griegos el entusiasmo era un don del cielo, algo así como una cualidad recibida que convenía proteger. Sócrates decía que la inspiración de los poetas es una forma de entusiasmo.

En el siglo IV se conocían como «entusiastas» a un grupo cristiano enraizada en Siria que creían que a través de la oración perpetua, la práctica ascética y la contemplación, el hombre podía ser inspirado por el Espíritu Santo. Con el correr del tiempo, varias sectas protestantes de los siglo XVI y XVII también fueron llamados entusiastas.

Curiosamente, tras la revolución vivida en Inglaterra en 1688 que trajo el derrocamiento del rey Jacobo II, el término entusiasmo pasó a ser peyorativo, y venía a indicar cualquier forma de defensa pública, notoria y exagerada de causa política o religiosa, es decir, lo que ahora entenderíamos como fanatismo.

En la actualidad se conoce como entusiasmo a aquello que mueve a realizar una acción, favorecer una causa o desarrollar un proyecto. A mi modo de ver, dicho proyecto no tiene que ser necesariamente algo externo a uno mismo, puede ser un proyecto dirigido a nosotros mismos.

Pues bien, el entusiasmo puede entenderse como el motor del comportamiento. Quien está entusiasmado con algo, se esfuerza en sus labores y exhibe una actitud positiva, pues tiene un objetivo que cumplir. Así funcionan las metas o las gratificaciones, en cambio si pensamos que cualquier esfuerzo es vano, o no hay gratificación, es probable que perdamos el entusiasmo.

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La felicidad y el bienestar interior también se asocian al entusiasmo, que puede surgir de manera natural y espontánea, sin que existan motivos concretos o específicos. Durante las épocas alegres de nuestra vida, solemos afrontar el día a día con un entusiasmo espontáneo, que parece ser rasgo de nuestra personalidad. En cambio, en los momentos de mayor dificultad (económico, emocional, problemas de salud) suelen desfallecer nuestros deseos de luchar, cuando en ellos –los deseos y la actitud para luchar- se encuentra la clave del proceso.

Además  el concepto de entusiasmo en gran parte se encuentra ligado a la vocación Voy a permitirme una digresión sobre la vocación: hay pensadores que sostienen en que todos nacemos con un talento especial pero que sólo algunos los descubren. En cambio otros creen que unos pocos afortunados llegarán al mundo con habilidades sobresalientes y éstos siempre oyen la llamada de la vocación.

Mi punto de vista es algo más escéptico, y puestos a hacer una subdivisión sería la siguiente:

  • Algunos individuos (los menos)  tienen cualidades excepcionales,  pensemos en Mozart o en Serguei Kariakin el joven ajedrecista que era Gran Maestro con doce años…
  • Otras personas tendrán el gran don de tener una vocación específica y puede que sean  muy afortunados porque estarán capacitados para realizar esa tarea, o bien porque posean habilidades innatas que se han pulido y bien las han adquirido a través de un duro  aprendizaje.  
  • Y por último, la mayoría de las personas disponen de cualidades sí, pero estas cualidades no son tan excepcionales ni tan sobresalientes… pero a pesar de ello pueden encontrar su camino y aplicar el mayor agrado y por qué no, el mayor entusiasmo,  a aquello a lo que se dediquen o tengan entre manos. De ello dependerá la calidad del trabajo, la gratificación personal por aquello que uno realiza y la valoración del momento vital en el que nos encontramos.

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Siguiendo con el entusiasmo, es indudable que se trata de un aspecto de nuestra vida difícil de aprehender, dada su naturaleza intangible y las infinitas combinaciones que se dan en la construcción de la personalidad.

Además, el tiempo en que vivimos es traicionero para esta cualidad, ya que nos sumerge desde muy pequeños en una sociedad consumista, que suele conducirnos a una espiral de inconformismo y decepción, ante la sola idea de no alcanzar nuestros objetivos, tanto a nivel profesional como emocional. Para mí, el quid de la cuestión (la desaparición del entusiasmo) empieza cuando permitimos que otros decidan cuales son nuestras necesidades y qué cosas nos hacen felices. Si esto es así, cuando nosotros no tomamos nuestras “decisiones esenciales”, llega un punto en que perdemos el entusiasmo y se desmorona toda la estructura a nuestro alrededor, la solución por tanto es simple pero ardua: cuestionar los aspectos de nuestra vida, para dar con la combinación de objetivos y necesidades que realmente nos corresponden.

Y aquí es donde a mi modo de ver cobre importancia el concepto de inteligencia, ya que es el arma más poderosa de la que disponemos los humanos. Leyendo a José A. Marina, estudioso de la inteligencia propone un nuevo enfoque de ésta. Veamos su razonamiento:

“¿Qué es la inteligencia? Las primeras respuestas dijeron que era la facultad de conocer. Pero, pronto se supo que la emoción llega donde no llega el conocimiento.  De nada vale que el entendimiento se adelante si el corazón se queda, dijo Baltasar Gracián. Ahora, tengo la convicción de que la función principal de la inteligencia es dirigir bien el comportamiento, aprovechando adecuadamente el conocimiento y la emoción…

…Haber fundado la educación en una inteligencia puramente cognitiva nos condujo a progresar en ciencia y es posible que nos estanquemos en asuntos humanos. Basarla en la inteligencia emocional puede dirigirnos hacia una búsqueda del confort sentimental absolutamente egocéntrico y sometido a las intermitencias del corazón. Necesitamos edificarla sobre una inteligencia capaz de integrar cabeza y corazón, y sobre todo, intereses inmediatos y proyectos lejanos. Esta es la función de la denominada inteligencia ejecutiva»

Por tanto, Marina describe que las funciones principales de la inteligencia ejecutiva son:

•    INHIBICIÓN DE LA RESPUESTA
Es la función esencial porque permite regular el comportamiento por metas lejanas. Consiste en no dejarse llevar por la impulsividad, para poder evaluar dicho impulso y decidir si es adecuado o no. Cuando no se educa bien esta función nos encontramos con problemas en el autocontrol del comportamiento. Su mecanismo es sencillo: la inteligencia ejecutiva compara el impulso o el deseo con su criterio de evaluación y lo acepta (pasando a la acción), lo rechaza (bloqueándolo) o busca una alternativa.

    DIRIGIR LA ATENCIÓN
Esta es una capacidad imprescindible para el desarrollo de la inteligencia. Nos permite concentrarnos en una tarea, mantener las metas y evitar las distracciones. Hay una atención involuntaria dirigida por el estímulo, y una atención voluntaria, determinada por el sujeto. Esta última es esencial para el aprendizaje y para el comportamiento libre.

•    CONTROL EMOCIONAL
Es la capacidad para resistir los movimientos emocionales que pueden perturbar la acción y aprovechar aquellos que favorecen la ejecución de las tareas elegidas. La psicología actual da mucha importancia al aprendizaje de la autorregulación emocional por parte de los niños. Una importantísima función de la madre o del cuidador principal durante los dos primeros años es ayudar a la criatura a soportar niveles de tensión cada vez más altos y aumentar el control sobre su comportamiento.

•    PLANIFICACIÓN Y EJECUCIÓN DE LAS METAS
Somos capaces de anticipar o imaginar el futuro. La inteligencia ejecutiva propone objetivos, elabora proyectos y diseña planes para realizarlos. Mediante los proyectos transformamos todas nuestras funciones psicológicas. El lenguaje tiene un importante papel en la formulación de metas y en la supervisión de su ejecución. A partir de las metas elegidas podemos desarrollar las capacidades necesarias para realizarlas, mediante el entrenamiento.

•    INICIO Y MANTENIMIENTO DE LA ACCIÓN
Hay sujetos –niños y adultos- que son muy lentos en el inicio de una tarea, y les cuesta movilizar la energía necesaria para mantenerla. La activación forma parte importante de las funciones ejecutivas, porque nos permite aprovechar los recursos mentales y físicos. La educación de la perseverancia, la capacidad de soportar la frustración y de aplazar la recompensa, son esenciales para el desarrollo de la inteligencia humana.

•    FLEXIBILIDAD
Hay personas con mucha dificultad para cambiar de ideas, de estrategias o de metas, incluso cuando la experiencia les demuestra que son inadecuadas. Los prejuicios, las manías, todo tipo de fanatismo derivan de una rigidez excesiva de la inteligencia, que produce efectos negativos.

•    MEMORIA DE TRABAJO
Aunque es frecuente la observación de que “la memoria es la inteligencia de los tontos”, sin embargo es la base de toda la actividad de la inteligencia. Es el fundamento de la capacidad de comprensión y de las actividades creadoras. La inteligencia ejecutiva determina los contenidos de nuestra experiencia que van a ser almacenados en la memoria a largo plazo. Y también -y esto es muy importante-, activa la “Memoria de Trabajo”, es decir, los contenidos de la memoria que son pertinentes para la tarea emprendida. La educación es construcción de la propia memoria, y es imprescindible organizarla adecuadamente, estableciendo redes y mapas conceptuales y afectivos eficientes, y entrenando la capacidad de activar zonas amplias del recuerdo. Se trata de una función esencial para la educación, que se seguirá investigando intensamente en los próximos años.

•    MANEJO DE LA METACOGNICIÓN
La mayor parte de nuestra actividad mental la realizamos de manera no consciente. La metacognición es el esfuerzo reflexivo para saber cómo pensamos, resolvemos problemas o buscamos información. Es una excelente herramienta para pensar de manera más eficiente, por lo que debemos fomentarla desde la escuela. Los niños mejoran espectacularmente en su aprendizaje cuando reciben este tipo de educación.

Por otra parte, y entrando en el tema de la educación, hay un aspecto importante –al menos en cuanto a lo que iniciaba este escrito, el entusiasmo- que vale la pena tener en cuenta. El aprendizaje que podemos hacer de los más pequeños, algunas características propias de los niños que sería bueno mantener (o al menos en parte) en nuestra vida de adultos:

1. Lo que cuenta es ahora. Los niños viven el momento con total intensidad, sin reservarse nada para después. Ponen toda su energía y empeño en lo que están haciendo ahora… Cuando corren, cuando se bañan en la playa, cuando juegan… Ese es su tiempo y ahí es donde viven, sin agobiarse por pensamientos del pasado ni preocupaciones del futuro.

2. Preguntar aquello que no se sabe. (Recordemos los temidos por qué). Sin duda, la infancia consciente de todo aquello que ignora, es la época en la que no da vergüenza preguntar.

3. Asombrarse de lo que nos rodea. Si no se ejercita, la capacidad de asombro disminuye con el paso del tiempo. Pero se puede volver a practicar.

4. Caerse es parte del aprendizaje. Los niños se caen, se levantan y se vuelven a caer como si no hubiera pasado nada.

5. Y mancharse también es parte del aprendizaje. Cuando el mundo se vive con total intensidad, salpica (real y metafóricamente hablando).

6. Liberarse de la obsesión de lo nuevo. Los niños reinciden. Ven la película que les gusta una y otra vez. Quieren escuchar el mismo cuento. No están sujetos por la espiral de la novedad constante…

7. Seguir el propio instinto. Los más pequeños, como cachorrillos, actúan y deciden por instinto. Por instinto se acercan y confían. Por instinto crecen y se desarrollan. En el adulto puede aparecer la parálisis por análisis, deberíamos reaprender a seguir nuestro instinto.

8. Orgullo de los logros propios. Los niños están alegres por las cosas que aprenden y saben compartirlas con los seres queridos.

9. Si río, río. Si lloro, lloro. Saber expresar los sentimientos y no tener reparo en ello, que gran lección.

10. ¿Amigos? Hacer amigos es una cuestión de confianza, aceptación, generosidad y espontaneidad… Con una actitud alegre y despreocupada.

11. Creer. Los niños creen, y cuantas veces lo tachamos de ingenuidad. Sea como sea, la cuestión importante es mantenerse despierto a lo desconocido, a las posibilidades, al misterio.

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BILLY ELLIOT

Película británica estrenada en el año 2000 y que nos narra una historia de entusiasmo, motivación y aprendizaje en un difícil contexto. Fue dirigida por Stephen Daldry y obtuvo un gran éxito. Casi toda la acción se desarrolla entre 1984 y 1985 en  un  pueblo del condado de Durham, una zona minera. El trasfondo del film es la huelga de mineros que en esas fechas desafiaba al gobierno conservador.

El protagonista es el joven Billy, de once años, hijo y hermano de mineros, y sus esfuerzos para alcanzar su sueño cuando descubre su amor por el baile y se desata su esperanza en convertirse en bailarín profesional. Recordáis el emotivo final cuando catorce años después el adulto Billy protagoniza una versión del «Lago de los cisnes».