El trastorno de personalidad dependiente lo sufren aquellas personas que están permanentemente atentos hacia otras personas para satisfacer las necesidades físicas y emocionales de los demás.

Esta forma de personalidad se agrupa en un conjunto de trastornos de la misma (según los criterios del DSM-5) que se caracterizan por que los afectados experimentan un miedo patológico o formas marcadas de ansiedad. Estos temores acaban determinando la biografía de los sujetos, ya que se trata de personas enormemente sensibles a las posibles señales de peligro y que por ello responden de manera intensa ante las mismas (peligros reales, supuestos, presentes o lejanos en el tiempo). Estas exageradas reacciones emocionales interfieren en los aprendizajes y pueden desorganizar la conducta.

Habitualmente las personas dentro de este conjunto (llamado cluster C) son introvertidas y presentan puntajes elevados en las escalas de neuroticismo. La diferente expresión clínica de cada trastorno parece depender del foco en el que centran sus temores y las estrategias que el sujeto pone en marcha para defenderse de la ansiedad.

Así, en este grupo se han descrito:
•      Trastorno de personalidad dependiente
•      Trastorno de personalidad evitativa
•      Trastorno de personalidad obsesivo-compulsivo

El trastorno de personalidad dependiente

Las personas que lo sufren tienen miedo a la soledad y a la desaprobación, siendo hipersensibles a la mínima crítica (más que a la mínima a la infinitesimal crítica). Con frecuencia se consideran a sí mismos incapaces de vivir por cuenta propia, por lo que la necesidad de aprobación, compañía y respaldo hacen que la obtención de éstos se convierta en su “leitmotiv”.

Para eludir sus temores las personas con este trastorno son dependientes de otros y notablemente sumisas con otras personas buscando su consejo y protección, y pueden llegar a una disparatada exageración en aspectos de obediencia y subordinación. Con todo ello, la autoestima en estas personas es muy baja y como sus gratificaciones dependen casi exclusivamente de los demás son proclives a sufrir cuadros depresivos (habitualmente trastornos distímicos) en relación a acontecimientos sin importancia o desencuentros con la persona protectora.

La aparición de este estilo de relación interpersonal suele ser bastante temprana, aunque claro está, para realizar un diagnóstico de personalidad habremos de esperar (por arbitrariedad diagnóstica) hasta los dieciocho años. Hasta ahora se decía que era más frecuente en mujeres que en hombres, pero algunos estudios señalan tasas de prevalencia similares. La estimación de las personas afectadas sería alrededor del 6 por mil, según estudios epidemiológicos realizados en Estados Unidos.

Habitualmente las personas dependientes se sienten extremadamente incómodas frente a la discrepancia o las tensiones en la relación interpersonal, y por tanto es frecuente que cambien de opinión, acepten que se equivocan o siempre se sacrifiquen para no perder la aceptación ajena.

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Cuando finaliza una relación estrecha (ruptura de pareja, fallecimiento de la persona cuidadora) pueden buscar de manera urgente otra relación que les proporcione el apoyo que necesitan, y se vinculan de forma rápida e indiscriminada a otro individuo. Este tipo de decisiones también les pone en riesgo de sufrir los cuadros referidos (de tipo depresivo) y también cuadros de ansiedad.

Sin embargo, no siempre las situaciones de dependencia son patológicas, ya que hay circunstancias vitales en que depender de otras personas es adecuado e incluso adaptativo. Pensemos en una persona que precisa cuidados y atención por sufrir una enfermedad grave y acepta estos cuidados de sus familiares.

El trastorno de personalidad dependiente vista por el cine:

He hallado este ejemplos ilustrativo (y extremo) de esta forma especial de ser y relacionarse con los demás:

Rebeca (1940) de Alfred Hitchcock

Todos aquellos que tengamos una cierta edad la hemos visto repetidamente por televisión en glorioso blanco y negro. Se trata de la primera película que Hitchcock rodó en Estados Unidos, con guión basado en una novela de la escritora Daphne de Murier publicada en 1938.
El argumento es conocido, la protagonista de la película está casada en segundas nupcias con un hombre muy rico, Maximilian de Winter. Tras su matrimonio se trasladan a la mansión del millonario, donde la joven esposa sufre el desprecio constante del ama de llaves, Mrs. Danvers, que constantemente le recuerda lo especial y carismática que era la primera mujer de su marido, llamada Rebeca.

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El lenguaje no verbal delata la ansiedad frente a los interlocutores

La segunda esposa aparece como una mujer vulnerable y retraída tanto física como psicológicamente. Tanto su imagen (la de una joven austera y aseada, vestida con una sencilla falda, una chaquetita y sin pretensiones) como su expresión tiende a intentar complacer a su interlocutor. La mirada entre interrogante e implorante y con una expresión que refleja preocupación y deseo de agradar, sujetando sus manos frente al pecho y sin casi atreverse a respirar. Ella vive para satisfacer a ese marido y todo su lenguaje no verbal remite a la expresión de “sin ti no soy nada”, uno de los aspectos propios de la personalidad dependiente. Tal es así, que tanto en la novela como en la película no llegamos a conocer el nombre de esta protagonista.