La leyenda urbana es un relato, leyenda o tradición popular e incluso una superstición, que, pese a contener elementos inverosímiles o no contrastados, se presenta como un hecho real, que ha sucedido en la actualidad.
Algunas partes de sucesos reales, pero éstos son exagerados, distorsionados o mezclados con datos ficticios. Circulan a través de la comunicación boca a boca (hoy en día sería más exacto decir ordenador a ordenador, tablet a tablet o móvil a móvil y cualquiera de sus permutaciones). También pueden ser difundidas a través de los medios de comunicación.

Internet, el actual difusor de las leyendas urbanas
Alrededor de los trastornos depresivos, también corren conceptos erróneos, que algunos autores llaman mitos. Como “mito” me parece grandilocuente, los he llamado “leyendas urbanas” Lo terrible de esto, es que dificultan que el paciente con depresión solicite ayuda para su trastorno, ya que el mismo o su entorno pueden tener estas concepciones. 

1.    Leyenda:

“La depresión es una forma de debilidad personal”
Sólo la sufren aquellas personas que son débiles, inmaduras, y que no tienen otros problemas. Esto puede ir acompañado en aseveraciones tales como “Yo no creo en la depresión”, “Yo si se sobreponerme a una depresión”.
Realidad:
La depresión es una enfermedad real. Puede afectar a una de cada cuatro personas a lo largo de la vida y esas personas tendrán todo tipo de variables de personalidad. En la historia, sujetos extraordinariamente relevantes han sufrido cuadros depresivos, como Abraham Lincoln y Winston Churchill.
Por último, la OMS en su clasificación de enfermedades reconoce los estados depresivos como tal (de hecho les dedica 19 categorías diagnósticas) en su última revisión CIE-10 (1992).
Lincoln, fotografía tomada durante la Guerra Civil norteamericana.
El presidente padecía de un trastorno depresivo
2.  Leyenda:
“La depresión es un simple estado de la mente”
Basta con que la persona “piense positivamente” para que desaparezca, por tanto si está deprimido es que no se esfuerza en cambiar su ánimo.
 Realidad:
La depresión es una enfermedad real que ocurre en el cerebro.
El paciente depresivo se siente atrapado, poco puede hacer
para modificar su pensamiento
Decirle a alguien que “piense en positivo” para curar su depresión es como pedir a un enfermo con diabetes que se concentre en que su páncreas secrete más insulina para cambiar las concentraciones de azúcar en sangre… Y si no lo consigue, es que no se esfuerza.
 
 
 
3. Leyenda:
“La depresión sucede cuando hay un problema, normalmente sentimental, económico o de salud”.
Es decir, que si alguien no ha sufrido uno de estos reveses, no tiene porqué tener depresión, tiene … tontería.
Realidad:
La depresión puede afectar a las personas al margen de sus circunstancias ambientales y sus problemas.
La tríada “Salud, dinero, amor”, no garantiza la salud psíquica. Repito que la depresión afectará a una de cuatro personas a lo largo de la vida y entre los afectados nos encontraremos con gente adinerada, gente saludable y gente querida.
Aunque es cierto que los problemas ambientales pueden funcionar como factores precipitantes, desencadenantes o mantenedores de los padecimientos psíquicos, ello no implica que sean la causa última de un cuadro depresivo.
La diferencia estriba en que parece más “comprensible” que una persona esté triste o abatida cuando identificamos un problema que a todos nos preocuparía.
Esto no basta
 
 
 
 
 
Los acontecimientos de la vida, como los problemas sentimentales
pueden precipitar cuadros depresivos.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
4. Leyenda:
“Los medicamentos para tratar la depresión son adictivos,  cambian la personalidad por tanto es mejor no tomar antidepresivos”. 
Realidad:
Los medicamentos antidepresivos no causan adicción, ni por supuesto cambian las personalidad de quien los usa.
Al contrario, al estabilizar el estado anímico del paciente, la persona se reconoce más a si misma. No entorpecen el juicio, ni por supuesto les hacen ver “la vida de color de rosa”. El epíteto “la píldora de la felicidad” no puede atribuirse a un antidepresivo (aunque el término se puso de moda en los medios tras la comercialización de la fluoxetina ó sea el Prozac) (De la utilización de ese adjetivo me gustaría escribir en otra ocasión).
El cerebro inundado de fármacos, que ocupan el lugar de la personalidad. Una leyenda urbana frecuente
5. Leyenda:
“Las personas con enfermedad mental como depresión, pueden ser peligrosas”.
Es frecuente que cuando salta una noticia que implica víctimas de la violencia ejercida por un sujeto, se especule sobre la salud mental de este último. Y con mucha facilidad se utiliza la palabra “depresión”.
 Realidad:
De acuerdo con las investigaciones sobre agresividad,  quienes sufren de enfermedad mental no tienden a ser más violentos que la población general, y mucho menos los pacientes depresivos.
Yo creo que el problema parte en la dificultad que tenemos los humanos para entender la violencia y la maldad, entonces “nos tranquiliza” el pensar que esa violencia es propia de aquel que tiene una enfermedad psíquica, y por tanto el resto estamos libres de ella.
6. Leyenda:  
Las personas con depresión no pueden ocupar puestos de gran responsabilidad o exigencia”
Esta afirmación está claramente relacionada con la leyenda 1. Si se supone que el paciente con depresión es una persona débil, ¿Cómo va a ocupar un puesto de responsabilidad?
Realidad:
Quienes sufren de depresión pueden ocupar –y ocupan- puestos importantes y de responsabilidad ¿He mencionado ya a Lincoln y a Churchill? Y ambos en una época donde no existía tratamientos eficaces frente a la depresión.

Si quien sufre una depresión está debidamente atendido desde el punto de vista médico, el trastorno del ánimo no tiene por qué afectar su desempeño profesional, y su capacidad vital.

Sir Winston Churchill, Primer Ministro de Gran Bretaña durante la II Guerra Mundial
y entre 1951 -1955. Enfermo de un Trastorno Depresivo.

Y hay más, y ya se ve que algunas son incongruentes con las otras, pero han formado y todavía forman parte de las creencias populares acerca de la depresión.
Por otra parte, también observo una tendencia al sobrediagnóstico del cuadro. Personas que no sufren de «depresión» se les indica que la tienen. No digo que estas personas no padezcan algún distréss psíquico, pero si hay algún acontecimiento vital explicativo, este diagnóstico es el más socorrido. 


 

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