Acabo de leer uno de estos “listado” recomendación para caerle bien a todo el mundo, constaba de diez puntos. He visto otro listado de siete puntos (este trataba de habilidades comunicacionales), y por último otro más ambicioso de veintidós puntos.
Caramba, cuantos consejos (y muchos de ellos buenos consejos) encaminados a un objetivo inalcanzable y FALSO: Caer bien a todos. 
Este jugador tampoco lo consigue (bueno marcar gol, si) 
Pensemos en alguien relevante o conocido muy famoso y aclamado: se me ocurre un futbolista ¿Messi?, pues a pesar del reconocimiento, galardones y admiración que desata hay aficionados al fútbol que preferirán a otros jugadores, sobre todo si son seguidores de otro club. 

Este escritor no atrae a todo el mundo

Vayamos a un «tema más culto” mi escritor favorito,  (bueno uno de los míos) es Javier Marías, pero hay lectores que lo consideran alambicado y pedante. De entre los músicos, quién puede resistirse a Mozart, pues un buen amigo (y también psiquiatra por cierto), dice que es facilón y populista.

 
 
 
Y este compositor, tampoco
O sea, que algo o alguien acierte todas las dianas, a todos agrade y consiga un criterio unánime en cuanto a su consideración, no es sino una meta baladí.
Y sin embargo, cuantos pacientes que visito en mi consulta se imponen a sí mismos este objetivo, el de agradar a todos, no pudiendo resistir el pensamiento de que alguien les critique, o la posibilidad de ser rechazado, o que no les considere un buen compañero o un buen amigo, creyendo que su valía personal es el sumatorio de todas las opiniones que un amplio “demás” (los demás) emitirán sobre esa persona.
El temido rechazo
 
Ello tiene varias consecuencias, la primera, es que uno deja de decir sus propias opiniones para no incomodar, para no discutir -aunque en según qué temas esa parece ser una medida sensata-, para sentirse integrado en un grupo, con lo cual es muy posible que uno pierda de vista sus propias elecciones y gustos, y en ese afán de parecernos a los “nuestros” no sabemos quién somos (cual «zelignianos» protagonistas de la película de nuestra vida).  
Otra consecuencia es que esa preocupación por complacer a los demás nos lleve a no saber decir que no… pensando que así seremos más gratos a nuestros amigos y  a nuestra gente. Pero el que nunca dice a nada que no acaba sintiéndose víctima de aquellos a los que deseaba gustar, ya que a veces percibirá que los otros “abusan” de su confianza. Y es posible que lo hagan, pero es que les hemos mal acostumbrado.
La asertividad (de lo que quería hablar) forma parte de las habilidades sociales, y se definiría por aquella forma de comunicación que aúna las conductas y los pensamientos que nos permiten defender nuestros derechos, sin agredir ni ser agredidos.
En la década de los 40 del siglo XX, el psicólogo conductista Andrew Salter definió la asertividad como un rasgo de personalidad y pensó que algunas personas la poseían y otras no. Hablaba de “la expresión de los derechos y sentimientos personales” hallando que casi todo el mundo podía ser asertivo en algunas situaciones y absolutamente ineficaz en otras. La máxima diferencia entre las persona asertivas y las que no desarrollan esta habilidad radicaba, según Salter, en la falta de confianza y también en la escasa claridad de los objetivos al comunicarse.
A nivel clínico, lo que observo es que una de las razones por las que las personas son poco asertivas, se debe a que piensan que no tienen derecho a sus propias creencias u opiniones, que posiblemente estas serán erróneas. 
Extraño en ella, Mafalda se muestra poco asertiva
 
En este sentido es importante que comprendan que TODO el mundo tiene derecho a su opinión y a su creencia, y claro está a manifestarlas. Y que también uno puede equivocarse, existiendo tal posibilidad como un DERECHO también.
Aquí el sabio es Miguelito
 
Resumiendo, ser una persona con buena asertividad NO implica tener siempre la razón, sino que esa persona tiene claro que puede expresar sus opiniones y hacer valer sus gustos con total libertad, con educación y respeto hacia los otros sin vulnerar los derechos de los demás, puesto que no se hace con displicencia, desdén, menosprecio o agresividad hacia la otra persona.

 

 
La película Zelig (filmada en 1983) es una comedia de Woody Allen, en la que se entremezcla el humor característico del director, su pasión por el jazz y una de sus obsesiones psicológicas, la de la propia identidad y la identidad social.
 

 

La película está filmada como si se tratara de un falso documental y en su momento fue muy reconocida por la crítica por sus innovaciones técnicas e interpretativas.
 
 
 
La historia, recorre parte del siglo XX a partir de los años veinte hasta el final de la década de los sesenta, se centra en un extraño personaje, Leonard Zelig que empieza a alcanzar notoriedad pública por sus repetidas apariciones en diferentes lugares y con distintos aspectos: así vemos a Leonard Zelig en en momento de la Gran Depresión económica de los Estados Unidos, en la Alemania nazi de Hitler, en la mansión del magnate William Randolph Hearst y en la II Guerra Mundial.
 
 
 
Zelig tiene la capacidad de cambiar su apariencia física, adaptándose al medio en el que se encuentra, por lo que se le acaba conociendo como el “Hombre Camaleón”, si está con un judío ortodoxo le crecen barbas y tirabuzones; si habla con una persona de raza negra, su piel se oscurece; y si está con algún oriental pasa a tener ojos achinados.
 
Pero no solo su aspecto físico cambia, su forma de hablar, sus maneras, y quien cree ser: así será un psiquiatra más frente a los psiquiatras que le atienden y estudian su caso.
 
 
 
Zelig será tratado por la doctora Eudora Fletcher, una psicoanalista persistente y ambiciosa que también desea reconocimiento, además de diagnosticar y ayudar a Leonard. La Doctora Fletcher llega a descubrir en Zelig un caso extremo de inseguridad, por lo que se camufla entre las personas, adoptando su total apariencia y su ser para poder ser aceptado.
 

 

El propio director habla de su película, y de los peligros de renunciar a los propios principios y personalidad «para no causar problemas».