La respuesta sencilla es no, claramente no. Sin embargo, estas diferencias no dejan de ser sutilezas en cuanto a su definición y el establecimiento de criterios. Veámoslo.

Seamos conscientes que desde la antigüedad el hombre ha tenido el deseo de modificar el nivel de conciencia y el estado de ánimo, y este anhelo ha sido el factor decisivo para el consumo de sustancias psicoactivas. Asimismo, la relación con los tóxicos son tantas y tan diversas como consumidores, pero debemos convenir en la necesidad de establecer una definición para tres tipos básicos de consumo: uso, abuso y dependencia.

Uso

Se entiende por uso, aquella conducta en la que el consumo del tóxico no implica consecuencias inmediatas sobre el consumidor ni sobre su entorno, ya sea por su mínima cantidad, su escasa frecuencia o por la situación física y psíquica del sujeto en cuestión.

Sin embargo, no seamos ingenuos, la mayoría de consumidores de tóxicos nos podrían definir su consumo como un uso sin consecuencias… ya que una de las características de las personas con abuso o dependencia es minimizar, restarle importancia al mismo.

Por otra parte, no todas las drogas permiten una relación esporádica con las mismas. Todos sabemos que los opioides (ya sean los alcaloides del opio como la morfina, los semi-sintéticos, como la heroína y los sintéticos como la metadona) son altamente adictivos. Y muchos consumidores de cocaína parecen desconocer el elevadísimo efecto adictivo de la misma, manifestando un ingenuo “yo controlo” cuando esta sustancia actúa en el cerebro modificando los circuitos responsables de la gratificación… por lo que el consumo de cocaína reduce la capacidad de los sujetos de experimentar placer de forma natural, haciéndoles menos sensibles a gratificaciones y emociones.

Y si hablamos de un tóxico legal como es el tabaco, no olvidemos que la mayoría de los fumadores son dependientes del tabaco. Existen personas que sólo fuman de vez en cuando, o que no superan los dos o tres  cigarrillos al día, pero son una clara minoría.

Abuso:

En cuanto hablamos de abuso se introduce el concepto de que la relación con la sustancia, sea por cantidad, frecuencia u otras características físicas, psicológicas o sociales del sujeto que la utiliza produce al consumidor una consecuencias negativas (ya sea para el mismo o para su entorno).

Las matizaciones son importantes: por ejemplo, es posible que consumir cocaína en una sola ocasión no produzca ningún perjuicio… pero si se realiza en tal cantidad que desencadena un accidente vascular cerebral o un infarto agudo de miocardio, aceptaremos que es perjudicial… o bien si se conduce bajo los efectos del alcohol (aunque sea una sola vez) puede ser muy peligroso, tanto individual como socialmente.  Lo mismo puede suceder con otros tóxicos: fumar tres cigarrillos al día no parece un exceso, pero si se tienen problemas respiratorios o se están embarazada sí que se está incurriendo en el abuso.

Cuando hablamos de abuso de sustancias, incorporamos el concepto de auto-indulgencia en el consumo y dependencia de un tóxico. Aún se debate acerca de las diferencias entre el abuso de sustancias y la dependencia, pero se tiende a definir esta última en términos de síntomas físicos, psíquicos y comportamentales del uso, mientras que el abuso en relación a las consecuencias sociales del uso de sustancias.

Adicción:

 Tal como la define la OMS la dependencia es la pauta de comportamiento en la que se prioriza el uso de una sustancia psicoactiva frente a otras conductas consideradas antes como más importantes.

La adicción a sustancias es un padecimiento crónico, recurrente, progresivo y que puede llegar a ser mortal en ocasiones. Está caracterizada por la búsqueda y el consumo compulsivo de tóxicos, pese a los problemas que estos generan.  A diferencia de los simples hábitos o de las influencias consumistas, las adicciones son dependencias, que traen consigo consecuencias gravísimas. Estas consecuencias afectan negativamente la salud (física y mental) del sujeto así como afectan a todos los ámbitos de la vida del mismo, tanto personal como social, ya que limitan su capacidad para funcionar de manera efectiva.

Se considera que la adicción es una enfermedad cerebral, porque las sustancias tóxicas son psicoactivas y su reiterado consumo modifica el funcionamiento e incluso la estructura de ciertas áreas encefálicas. Ello implica que la dependencia de una sustancia (pero también se define en situaciones de actividades o relacionales) han modificado y trastornado la normal actividad de los circuitos de recompensa, motivación y memoria de la persona afectada.

Para el concepto de adicción, son precisos los fenómenos de abstinencia y tolerancia:

  • Abstinencia:

La abstinencia es el conjunto de síntomas producidos por la reacción del organismo al ser privado de una sustancia adictiva de la que se ha vuelto dependiente. Sin la sustancia, las funciones del organismo se modifican produciéndose desequilibrios químicos, hormonales y un nivel de distrés psicológico que se elimina con la reintroducción de la sustancia.

  • Tolerancia:

La tolerancia es un fenómeno complementario al síndrome de abstinencia. Consiste en la necesidad de aumentar la dosis de la sustancia para obtener los efectos deseados, ya que el organismo se “anticipa” para la recepción de la sustancia, siendo preciso aumentar su consumo para conseguir el efecto inicial.

No hay duda de que en la génesis de la adicción están presentes los mecanismos biológicos, parece claro que –al menos para algunas sustancias existe una predisposición genética-, pero también hay factores sociales y psicológicos que la fomentan.

El riesgo de un futuro trastorno adictivo se incrementa en gran medida si una persona se expone a una sobrecarga constante o se involucra en el abuso de drogas durante la adolescencia debido a que es una etapa del desarrollo neuroquímico crítico que es sensible a este tipo de experiencias. El consumo de drogas, que quizás empezó como una experiencia esporádica sin aparente trascendencia, como un rito de iniciación o como una forma de identificación grupal puede pasar a convertirse en una conducta en torno a la cual se organizará la vida de esa persona.

Raleigh's_first_pipe_in_England

Walter Raleigh, marino, corsario y político inglés, que vivió entre los siglox XVI y XVII. Tuvo mucha influencia en la corte isabelina, pero no así con la ascensión de Jacobo I. Popularizó el uso del tabaco en Europa. Murió decapitado (aunque no por ello) acusado de traición y por el saqueo a intereses coloniales españoles

(En la fotografía de portada, una plantación de opio en Afganistán, donde este cultivo abarca más de 224.000 hectáreas)