Hoy llueve, llueve y llueve en mi ciudad. Una lluvia insistente, sin ser torrencial que predispone a una cierta languidez, o incluso a la melancolía… contemplar la realidad exterior a través de esa doble pantalla que forman el cristal de nuestra ventana y las gotas de lluvia que lo han empañado.
Esa leve y acuosa tristeza me ha llevado a recordar un poema de García Lorca sobre la lluvia:
Federico, joven para siempre


LLUVIA (Federico García Lorca)
La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.
 

... con una mansedumbre de atardecer constante

Y este otro de Borges:

LA LLUVIA  (Jorge Luis Borges)

El genio,visto por el mismo
Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.
Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.
Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrará en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto
Patio que ya no existe. La mojada
Tarde me trae la voz, la voz deseada,
De mi padre que vuelve y que no ha muerto.


 

Bruscamente la tarde se ha aclarado

Pero como leve tristeza que era se ha desvanecido cuando he recordado el papel de la lluvia en una de mis películas favoritas.
 

Película de 1952… ingenua alegría

Realmente hay películas especiales que tienen la capacidad de afectar el estado de ánimo, algunas nos pueden entristecer… pero hay otras que son alegría en formato celuloide. Una de ellas es la ancianísima “Cantando bajo la lluvia”. Anciana, porque vio la luz (se estrenó) en el Radio Music City Hall de Nueva York en 1952 (cuando los estrenos no eran a escala mundial).

Nueva York en estado puro

La película fue dirigida por un joven Stanley Donen (1924) ya que contaba solo veintiséis años cuando se inició el rodaje. De acuerdo, tuvo la ayuda del bailarín y coreógrafo Gene Kelly (1912-1996).

Donen (derecha) y Kelly

El productor fue Arthur Freed (que también era un afamado letrista y suyas son las letras de la mayoría de las canciones de la película) responsable de las comedias musicales que producía la compañía Metro-Goldwin-Meyer, y también quién dio título a la película… antes de que se completara el guión o que se eligiera algún número musical que justificara el mismo.

La película narra de manera irónica los avatares de la industria cinematográfica de los años 20 (naturalmente del siglo XX) en su tránsito del cine mudo al sonoro. El argumento, bastante ingenuo y algo enrevesado, y está al servicio de los números musicales y especialmente del lucimiento de Kelly como bailarín y coreógrafo… aunque magníficamente secundado por el también bailarín y actor Donald O’Connor, y una jovencísima Debbie Reynolds (tenía 19 años, era su primer papel protagonista) entre otros.



Ni siquiera los números musicales eran todos originales, algunos ya habían sido utilizados en otros musicales (teatrales o cinematográficos). Sin embargo, el conjunto rezuma un encanto, gracia, alegría, ímpetu y dinamismo que cautiva. Si no, veamos a Donald O’Connor  interpretando “hazles reir”:



Sin embargo, el rodaje no fue nada fácil. El extenuante rodaje de esta canción “Make‘Em laugh” hizo que Donald O´Connor permaneciera una semana en cama. Por cierto, esta canción era un descarado plagio de una de Cole Porter “Be a Clown”, aunque este compositor, muy elegantemente, renunció a interponer demanda alguna sobre este hecho porque le agradaba mucho la película.
También el rodaje de la secuencia de la canción “Good Morning” fue catastrófico: se repitió hasta ocho veces en una sola sesión, ya que un tiránico Gene Kelly no estaba satisfecho con la ejecución de sus compañeros de reparto.

El trío protagonista en la canción «Good Morning»… hasta la extenuación


Por último, está la escena por la que es más conocida la película: el protagonista, feliz, enamorado y totalmente mojado por una pertinaz lluvia californiana canta, silba y baila por la calle, subiéndose a las farolas, haciendo equilibrios en la acera, danzando con su paraguas y chapoteando en los charcos… hasta que la severa mirada de un policía le frena y se aleja tras ceder el paraguas a otro empapado viandante. 

La espontaneidad frente el  «orden»


Pues bien, rodar esta escena también tuvo sus dificultades: el protagonista se encontraba enfermo con fiebre alta, y a pesar de ello se rodó en una sola toma (aunque después de haberla ensayado exhaustivamente -coreógrafo y director- durante meses), pero Gene Kelly estaba tan pachucho que hizo falta que un par de bailarinas reprodujeran sus pasos a unos metros de donde él actuaba, fuera de cámara, para que el sonido de sus pies en el pavimento y los charcos fuera el adecuado (es difícil bailar tap entre la lluvia). 

Por cierto, la “lluvia” de la película también fue retocada: se mezcló agua con leche, para que la cámara recogiera el trazo de las gotas de agua.  

El resultado, alegría en estado puro:

que ha tenido infinitos imitadores.