Con esto del coronavirus y el confinamiento tengo la sensación de que hemos perdido la primavera, de hecho, hemos vivido en el limbo de la reclusión entre el 14 de marzo, una semana antes de la llegada oficial y el día en que finaliza el estado de alarma, creo que el 21 de junio. El verano oficial habrá llegado un día antes el 20 de junio.

Cada año, por estas fechas, tocaba hablar de los síntomas que, coincidiendo con la llegada de la primavera en el hemisferio norte , padecen algunas personas, que digo algunas, se habla de entre un 25 y un 40% de la población general… 

La astenia primaveral no tiene que ver, ni mucho menos la intensidad del trastorno afectivo estacional. Vale la pena que aprovechemos para revisar este concepto, el de la astenia,  ya que desde finales de abril, mi sensación (como médico clínico) sensación es que casi todo el mundo está algo “asténico”, cansado, fatigado, desmotivado y desorientado. Aquellos que han sufrido y superado la enfermedad del Covid-19 siguen experimentando fatiga, y muchos de los que no pueden presentar un estado mezcla de desmotivación y preocupación que también les lleva a eso que llamamos astenia. 

¿Qué es la astenia?

Lo que en medicina se conoce como astenia es un síntoma constituido por la percepción de debilidad muscular, a menudo con malestar general y fatiga. Cabe diferenciarlo de ésta (la fatiga) ya que en la astenia los síntomas no mejoran o lo hacen muy poco con el descanso. 

La mayoría de enfermedades físicas pueden cursar con astenia, también el envejecimiento humano y afectaciones de tipo psicológico. 

 

¿Qué es la astenia primaveral?

Se trata de un cuadro leve de fatiga y cansancio que suele producirse a inicio de la primavera. Puede afectar a casi el 50% de la población, y las personas que lo padecen se sienten faltas de energía sin que haya una causa aparente que la justifique, asimismo se acompaña de cierta pérdida de concentración.

La causa o causas en realidad se desconocen, aunque se han aducido diversas razones:

  • El cambio horario, que se produce en el mes de marzo. Se presupone que el cuerpo humano precisa de cierto período de adaptación al aumento de horas de luz solar.
  • El cambio de temperatura, o más bien los bruscos contrastes propios de la época.
  • Cierto empeoramiento del ritmo de sueño, producto de las dos anteriores razones y que a su vez desemboca en mayor cansancio.
  • La mayor humedad en el ambiente.
  • De hecho, todas estos factores y su combinación pueden producir cambios hipotalámicos, estructura cerebral muy sensible a las condiciones ambientales y que regula, entre otras, la temperatura, la sed, el apetito, el sueño y la vigilia. El hipotálamo segrega hormonas y neurotransmisores y neuromoduladores. Al afectar a determinadas betaendorfinas cerebrales produciéndose una menor síntesis que puede producir la consiguiente disminución, aunque leve, del estado anímico.
  • No obstante, dichos cambios hipotalámicos parece que afecten a algunas personas y a otras no. Entonces la explicación que daríamos es la presencia de algún factor endógeno no aclarado, ya que ciertamente hay individuos con una mayor predisposición a verse afectados por variaciones climáticas.

 

¿Qué síntomas tiene la astenia primaveral?

  • Apatía
  • Tristeza sin causa aparente
  • Pérdida del apetito
  • Disminución de la libido
  • Disminución de la concentración
  • Volubilidad del estado de ánimo
  • Cansancio y fatiga, que en ocasiones se acompaña de hipotensión arterial
  • Malestar general, cefaleas.

Suele ser un cuadro autolimitado, y aunque en los síntomas que refiero se asemejan a los de un cuadro depresivo, ni la intensidad ni la duración son suficientes para darle esa entidad. Presenta una prevalencia de un 25% en la población general y parece ser que afecta más a los jóvenes (entre los 16 y los 35 años). Curiosamente, a pesar de ser un cuadro muy leve, en circunstancias normales se considera que ocupa un lugar entre los diez primeros motivos de consulta en atención primaria.

 

¿Y la astenia post-confinamiento?

Con la epidemia del virus SARS-CoV-2 que estamos padeciendo se ha producido el necesario distanciamiento social tanto en forma de cuarentena para los infectados o susceptibles de serlo, ampliado al estado de confinamiento para todos. No comentaré más la preocupación o el miedo a caer enfermos.

Sin embargo, ya me he referido en anteriores entradas que el aburrimiento y la frustración de no estar realizando las rutinas habituales y la falta de libertad para lo cotidiano ha podido llevar a buena parte de la población a que sufran síntomas como irritabilidad, alteraciones del sueño, cambios en el apetito (normalmente hiperfagia) y también una galopante desmotivación… que además es muy curiosa porque en una misma persona aprecias ese desinterés o apatía a la vez que un estado de preocupación por lo que vendrá.

El período de confinamiento ha hecho que la exposición a la luz del sol haya sido menos frecuente, es posible que los niveles de vitamina D hayan disminuido en la población. Las personas no hemos tenido exposición solar, pero si una gran exposición a las pantallas, he leído una noticia que parece ser que los oftalmólogos alertan de ciertos problemas de acomodación visual.  Y qué decir del aumento de peso, ya que aún los más deportistas han disminuido el nivel de ejercicio físico siendo este sustituido por los viajes a nevera y despensa. Por otra parte, hay gente que está todavía muy temerosa con respecto a la infección y se resiste a reincorporar rutinas por inseguridad.

Objetivo: Recuperar la motivación:

  • Tenemos que adaptarnos a lo que se pueda hacer, siempre con un criterio sensato, sin olvidarnos de las medidas esenciales de precaución.
  • Reinstaurar un horario de sueño en las horas habituales.
  • Reiniciar una dieta equilibrada, libre de alimentos hipercalóricos, especialmente carbohidratos que parecen haber sido una fuente importante de gratificación durante el confinamiento.
  • Incorporar de nuevo el ejercicio físico, aunque uno no sea un gran aficionado al deporte, hay que movilizarse de forma sistemática y regular, al menos media hora al día.
  • Ser conscientes de que estamos en medio de un gran problema de salud. Para aquellos que hayan vivido de cerca alguna enfermedad grave o un desenlace fatal habrán visto que no se trata de “una gripe cualquiera”.
  • Ahora vendrán tiempos difíciles para muchos, por lo que se haya podido resentir la economía. No me parece justo (al contrario, me suena algo cínico) decir que las situaciones de crisis generan oportunidades y cambios (como si fuera algo bueno). Sin embargo, ¿sirve de algo lamentarse? Habrá que actuar, y la primera actuación es la de recuperarnos tanto física como psíquicamente por nosotros mismos, por los que enfermaron, por los que cayeron y por los que nos cuidaron.

Pues sí, la primavera abriéndose en la ciudad dormida, Y hemos perdido la vivencia de la primavera de 2020… pero ha sido infinitamente peor para muchos.