El poeta, a lomos de Platero

Muchos escritores célebres, han sufrido padecimientos psíquicos, especialmente cuadros depresivos. También es posible que el creador pueda plasmar la melancolía con una mirada especial. 

Este año se celebra el centenario de la publicación de uno de los libros más hermosos escrito en lengua castellana: “Platero y yo”.

Primera edición de «Platero y yo», publicada en 1914

Como el propio Juan Ramón Jiménez advierte en su prologuillo:
Suele creerse que yo escribí Platero y yo para los niños, que es un libro para niños. No.  …
Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren
Así pues, haciendo caso a Juan Ramón, este libro me ha acompañado no pocas veces en mi vida adulta, y siempre emociona, desde la dedicatoria:
 



A la memoria de AGUEDILLA, la pobre loca de la calle del Sol que me mandaba moras y claveles”





Platero y yoes sin duda la obra más conocida del poeta Juan Ramón Jiménez (1881-1958). Platero es difícil de clasificar, se podría decir que reúne dos géneros literarios, el lírico y la novela.
Para algunos se trata de un relato poético de ciento treinta y cinco poemas en prosa, más tres de reflexión posterior (“A Platero en el cielo de Moguer”, “Platero de cartón” y “A Platero en su tierra”). Pueden leerse de forma independiente o salteada, pero todos juntos adquieren sentido para constituir una obra unificada.
Aparentemente, está constituido por breves estampas que entre sí no guardan un orden temático y se corresponden a impresiones, sensaciones y recuerdos de la infancia de Juan Ramón en su  pueblo natal de Moguer:
Estampas de Moguer:
Las chumberas

Las marismas

La ermita de Montemayor

Nací en Moguer, la noche de Navidad de 1881. Mi padre era castellano y tenía los ojos azules; y mi madre, andaluza, con los ojos negros. La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa vieja de grandes salones y verdes patios. De estos dulces años recuerdo que jugaba muy poco, y que era gran amigo de la soledad…»  
 

La blanca maravilla de Moguer

En los relatos de Platero y yo se mezclan el mundo idílico (“la blanca maravilla de mi pueblo”) y el dolor, ya que también se exponen tragedias, deformidades físicas y psíquicas y la propia muerte, además de la idealización de Platero, alter ego animal, compañero y oyente del poeta.
Platero, compañero del poeta

La muerte de Platero
La estructura de la obra corresponde a un esquema circular y cerrado, se inicia en primavera y termina en la misma estación. Su principio y fin aparecen unidos a la mariposa (símbolo del alma ya desde la antigüedad clásica, y por tanto de la riqueza espiritual) y a la sangre  (señal del dolor humano). Estos dos extremos, espíritu y dolor están siempre conectados en la poesía de Juan Ramón.

Juan Ramón Jimenez, retrato de juventud realizado por Sorolla
La vida de Juan Ramón Jiménez estuvo marcada por varias crisis depresivas. A los 19 años, y en franca oposición a su familia abandonó sus incipientes estudios de Derecho que cursaba en Sevilla y se trasladó a Madrid, entrando en contacto con los grandes poetas modernistas, por los que sentía admiración, especialmente por Rubén Darío. Sin embargo, a los veinte años sufre su primera depresión, por lo que regresa a Moguer, un año más tarde ante la persistencia de la enfermedad es ingresado durante varios meses en un sanatorio psiquiátrico en Burdeos, y de allí pasará al sanatorio del Rosario en Madrid. En la habitación del sanatorio organiza reuniones a las que asisten Machado, Valle-Inclán, Benavente… Allí pasa dos años de grato recuerdo.
En 1905, una nueva fase depresiva le hace regresar a Moguer. Durante esta estancia pergeña Platero y yo. En los años siguientes, empeora su enfermedad y tras la muerte de su padre se produce el descalabro económico de su familia.
Zenobia Camprubí, en 1918.
Pintado también por Sorolla
En 1913 conoce en Madrid a su amor definitivo: Zenobia Camprubí, también escritora y traductora, con la que se casa tres años más tarde. Su obra poética crece y pasa de la llamada “etapa sensitiva” a la denominada “etapa intelectual”, un tipo de poesía pura, con una lírica a menudo de difícil comprensión.
En 1936 estalla la guerra civil española, y se mantiene fiel la lado republicano, siendo nombrado agregado cultural de la embajada de España en Washington. La victoria de Franco  hace decidir al matrimonio mantenerse exiliados en América. La tendencia depresiva del poeta hará que el exilio le aleje de la realidad e intensifique su aislamiento social. En 1950 se instala en Puerto Rico, y pronto su amada Zenobia enferma de cáncer.
Un abatido Juan Ramón Jimenez en 1956

En 1956, a los pocos días de serle concedido el Premio Novel de Literatura muere su mujer. Juan Ramón se recluye en su casa en la más absoluta oscuridad.

                                                

«Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando,
y se quedará mi huerto con su verde árbol
y su pozo blanco.

Todas las tardes
el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las esquilas del campanario.

Se morirán los que me amaron…
Y el pueblo se hará nuevo cada año.”
El 29 de mayo de 1958, totalmente desolado murió el poeta.
Cincuenta años antes, había escrito:
CXXXV – MELANCOLÍA
Esta tarde he ido con los niños a visitar la sepultura de Platero, que está en el huerto de la Piña, al pie del pino redondo y paternal. En torno, abril había adornado la tierra húmeda de grandes lirios amarillos.
Cantaban los chamarices allá arriba, en la cúpula verde, toda pintada de cenit azul, y su trino menudo, florido y reidor, se iba en el aire de oro de la tarde tibia, como un claro sueño de amor nuevo.
Los niños, así que iban llegando, dejaban de gritar. Quietos y serios, sus ojos brillantes en mis ojos, me llenaban de preguntas ansiosas.
– ¡Platero amigo! – le dije yo a la tierra- ; si, como pienso, estás ahora en un prado del cielo y llevas sobre tu lomo peludo a los ángeles adolescentes, ¿me habrás, quizá, olvidado ? Platero, dime: ¿ te acuerdas aún de mí?
Y, cual contestando a mi pregunta, una leve mariposa blanca, que antes no había visto, revolaba insistentemente, igual que un alma, de lirio en lirio…
Platero y yo (1914)
Juan Ramón Jiménez

            


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