Esta frase tan simple es una de las más repetidas por los pacientes cuando sufren una depresión, especialmente si el cuadro es de los que llamamos endógenos o endogenomórficos.

En este tipo de depresión, el eje nuclear es la tristeza vital y profunda que envuelve al sujeto hasta afectar a todas las esferas de sus relaciones intra e interpersonales. Pero hay otros estados emocionales en esta enfermedad: la ansiedad, vivida como un intenso desasosiego que invade físicamente y psíquicamente al enfermo; la irritabilidad, que puede llegar incluso a ser hostilidad, que luego es seguida de un intenso sentimiento de culpa.

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Todos los pensamientos son negros, todos… y parece existir un filtro que no deje pasar las cosas buenas y en cambio sea totalmente permeable para aquello negativo de la vida. Así, es normal que una persona con depresión te diga que “no puede ver las noticias”, porque le conmueven hasta un extremo doloroso, y en cambio cualquier cosa cómica o alegre no le hace ninguna gracia… su alma se ha olvidado de reír.

Como consecuencia de estos estados de ánimo, el paciente se encuentra pesimista y pierda la ilusión por su proyecto existencial, por las cosas que le agradaban de su entorno, e incluso por su trabajo, sus amigos, sus aficiones. En muchas ocasiones el enfermo nos relata que no puede llorar, que querría hacerlo y no le salen las lágrimas a pesar de encontrarse profundamente triste, y prevalece cierta anestesia afectiva. Esta semana una persona me dijo: “sé que quiero a mi mujer no por lo que yo siento, que ahora no siento apenas, sino por el reflejo del amor que ella tiene hacia mí… es una tortura”.

no se que hacerOtro aspecto notable en este tipo de depresión, es que el paciente busca desesperadamente una causa a la que atribuir su gran malestar. Y como una de las características del pensamiento depresivo es la atribución de la culpa, se sienten culpables de la enfermedad: “eso es que no hago las cosas bien”, “no tengo suficientes arrestos y debo ser yo misma quien salga de esta situación”, “como me dice mi marido tengo que coger el toro por los cuernos» (símil taurino muy empleado por los familiares y amigos de los pacientes con depresión), “debería organizarme mejor”, “debería haber atendido más a mis obligaciones”, “debería… “, “debería…” , “debería…” en un sinfín de culpas presentes y pasadas, casi todas ellas sobrevaloradas, ya que el paciente con depresión no ha hecho mal las cosas, o cuando menos, no peor que el común de los mortales.

Y entonces el paciente siente una necesidad imperiosa de buscar soluciones, solución que no encuentra, ya que también en la depresión el pensamiento, su lentitud y los contenidos de tonalidad negativa (como ya he comentado) marcan la pauta. Las vivencias de desánimo e incapacidad ocupan pensamiento y sentimiento de estos enfermos. En estas depresiones intensas pueden aparecer dudas de cariz casi obsesivo, especialmente en algunas personas. Aquí surge la frase: “no sé qué hacer”, como aquella persona que está perdida en un bosque oscuro y no sabe hacia dónde dirigirse.

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 El camino tenebroso de la depresión, soledad y oscuridad

En cuanto al pronóstico de estos casos, que en general es bueno, siempre está en relación a que el paciente cuente con un tratamiento adecuado. En este tipo de depresión, será la opción farmacológica la primera, y siempre a las dosis y al tiempo requerido para obtener una respuesta. Lamentablemente, algunas depresiones que serían fácilmente tratables (a pesar de la intensidad de sus síntomas) perduran en el tiempo por no haber recibido tratamiento, o haberse iniciado con fármacos inadecuados o dosis inadecuadas.

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