Aunque la depresión en la tercera edad es un problema común, que produce un alto grado de incapacidad y aumenta la mortalidad (directa e indirectamente, por comorbilidad con otras enfermedades). Altera la calidad de vida de quien la padece, pero sobre todo hay que tener en cuenta que en absoluto forma parte del normal envejecimiento. Lamentablemente, con mucha frecuencia, en los ancianos este padecimiento no se reconoce ni recibe tratamiento.

La prevalencia de los trastornos depresivos en ancianos:

Para el Trastorno Depresivo Mayor, la prevalencia en ancianos se sitúa entre el 1 y el 6% según estudios, el Trastorno Distímico, entre el 3 y el 20% y los Trastornos de Adaptación con síntomas mixtos de ansiedad-depresión alcanzan el 13%. Es decir, que más de un tercio (casi la mitad) de las personas mayores de 65 años experimentarán sintomatología depresiva en este período de su vida. Estas cifras son alarmantemente superiores en ancianos hospitalizados o en los grupos de población que residen en centros dedicados a la tercera edad.

Factores predisponentes:

En la tercera edad, los cambios vitales pueden incrementar el riesgo de depresión o condicionar la evolución de un cuadro depresivo pre-existente. Algunos de los factores de riesgo son:

  • Los factores de riesgo de tipo biológico e incluso genético siguen teniendo importancia, especialmente en aquellos casos en los que su padecimiento se inició en una edad adulta y se trata de cuadros clínicos con tendencia a la recidiva. Pero además, por causa del envejecimiento cerebral, las modificaciones que ocurren en la neurotransmisión son predisponentes para la aparición de trastornos afectos en la edad tardía.
  • Los factores psicosociales que acaecen a edades avanzadas:
    • Los cambios de domicilio, ya sea por cambio de vivienda, localidad o de barrio, ir a vivir con alguno de los hijos o instalarse en un centro residencial de la tercera edad. Aunque dichos cambios se hagan para mejorar la calidad de vida del paciente, incrementar la posibilidad de ser atendido médicamente o tener más compañía, en general se produce una pérdida importante de referencias en cuanto al entorno y a la red social propia de la persona afectada.
    • Pérdida de contacto con los seres queridos, como el traslado de los hijos a lugares más o menos lejanos.
    • El fallecimiento del cónyuge y de amigos cercanos.
    • Pérdida de la independencia, habitualmente por problemas de movilidad o la necesidad de cuidados médicos específicos.
    • Disminución de su capacidad económica.
    • Pérdida de estatus social y de su rol habitual.
  • Enfermedades físicas que conllevan sintomatología depresiva:
    • Enfermedad de Parkinson
    • Enfermedades del tiroides
    • Síndromes paraneoplásicos asociados al cáncer
    • Accidentes cerebrovasculares
    • Cardiopatías
    • Polimedicación y consumo excesivo de sedantes y analgésicos que pueden disminuir la alerta.
anciano triste David-Alexander-Colville

Óleos de David Alexander Colville (anciano) y David Wyath (anciana)

 

anciano Andrew Wyeth

Síntomas:

Lo característico de los cuadros depresivos en la tercera edad es que pueden ser más difíciles de detectar, ya que la fatiga, la inapetencia y el insomnio pueden ser interpretados como parte del proceso de envejecimiento o de una enfermedad física. Como consecuencia, la depresión puede ser minimizado o incluso ignorada o confundida con otras afecciones.

No existe unanimidad en la literatura médica acerca de si hay síntomas específicos y diferenciales de la depresión del anciano, sin embargo la observación hace que consideremos los siguientes puntos:

  1. En general, podemos decir que los síntomas se superponer a los del adulto joven, con la salvedad que hay mayor predominancia de las quejas somáticas, que tanto pueden obedecer a una peculiaridad en la presentación o al aumento de la intensidad o de la percepción subjetiva de las molestias subyacentes. Con ello podemos afirmar que hay un incremento de los síntomas hipocondríacos (hasta el 65% de las personas mayores con depresión los padecen) y estos tienen una gran relevancia como factor de riesgo frente a conductas suicidas.  
  2. Las personas con depresión en la edad avanzada tienen más probabilidades de presentar síntomas psicóticos (pérdida de contacto con la realidad manifestada como ideas delirantes de culpabilidad, nihilismo, perjuicio y celotipia).
  3. Con frecuencia se aprecian síntomas psicomotores (tanto agitación como enlentecimiento). La agitación y una gran intranquilidad interna y desasosiego eran características de un subtipo de depresión que se había definido como “melancolía involutiva”.
  4. Los ancianos también suelen presentar con mayor frecuencia síntomas melancólicos (clásicamente asociados a la depresión endógena), como pérdida de placer en casi todas las cosas (anhedonia), falta de reactividad a estímulos placenteros, empeoramiento matutino, despertar precoz, enlentecimiento psicomotriz, pérdida de peso marcado y una constante ideación de culpa que tiñe el sentimiento y el pensamiento del paciente.
  5. Y por supuesto las alteraciones cognitivas, que merecen una mención especial. Un elevadísimo porcentaje de pacientes con depresión presentan déficits de tipo cognitivo (dificultades de memoria, atención, concentración). A veces, dichos déficits serán indistinguibles de los síntomas iniciales de una demencia. Y también, que muchos ancianos pueden presentan cierto grado de deterioro intelectual sin que se corresponda a un diagnóstico de depresión o de demencia.
  6. Aunque la vejez y la muerte son fenómenos cercanos en el tiempo, es un hecho que la conducta suicida es más frecuente en el anciano con depresión que en pacientes de menor edad, especialmente en pacientes varones. Los factores de riesgo para un suicidio consumado son: las tentativas de autolisis previas, la presencia de enfermedades físicas, sobre todo si cursan con dolor, el padecer un Trastorno Depresivo Mayor y la situación de soledad (solteros, viudos, personas con escasa o ninguna red familiar). A este riesgo se añade que generalmente, el suicidio en edades avanzadas es impulsivo y difícil de predecir.

Diagnóstico diferencial:

Asimismo es muy importante antes de realizar un diagnóstico de trastorno depresivo en un anciano, especialmente si no ha tenido antecedentes previos, descartar la posibilidad de cualquier otra etiología (causa) que produzca dichos síntomas.

La realización de un diagnóstico diferencial muy preciso siempre tiene razón de ser, pero en la tercera edad, debemos considerar:

  • La sintomatología depresiva puede ser prodrómica de otras patologías, especialmente de cuadros degenerativos como las demencias u otros cuadros orgánicos. Por ello, es necesario un screening tanto de salud general como neurológico.
  • Se deben analizar exhaustivamente los efectos adversos de medicación es previas que le pudieran haber sido prescritas al paciente, por causa de otras patologías.

Tratamiento farmacológico:

anciano Albert Anker-_Die_Andacht_des_Grossvaters_1893

El nieto leyendo a su abuelo. Óleo Albert Anker, 1893

Sin menospreciar ni minimizar los abordajes psicológicos, normalmente la población anciana no se beneficia totalmente de los mismos, por esas mismas dificultades cognitivas referidas, así como la persistencia (e imposibilidad de cambio) de los factores de tipo psicosocial. Sí que es útil el soporte psicológico para ayudarles en su proceso de adaptación y el apoyo de su red familiar y social.

Sin embargo, en la mayoría de los casos se precisará tratamiento farmacológico. Hay que tener en cuenta que la edad del paciente influye en la metabolización del fármaco, siendo de vital importancia la personalización del mismo, teniendo en cuenta el perfil de efectos adversos del antidepresivo a utilizar (es recomendable iniciar con el 50% de la dosis que administraríamos a un adulto) y las interacciones con los otros fármacos que precise.

Hay que tener en cuenta, que a diferencia de otras culturas, la sociedad occidental tiende a considerar el envejecimiento como indeseable. Qué mitificada está la juventud, y como se ensalzan los valores asociados a la misma, despreciándose la experiencia y la reflexión del que ha vivido más.

A propósito de la depresión en la tercera edad:

 «A propósito de Schmidt»  Película dirigida por Alexander Payne en 2002, y protagonizada por Jack Nicholson.

Narra la historia de Warren Schmidt, un hombre de 65 años que sufre una serie de pérdidas: acaba de jubilarse de su trabajo en una compañía de seguros, en la que ha ejercido su actividad laboral durante toda su vida adulta; su mujer, con la que había compartido la vida durante cuarenta y dos años fallece repentinamente. Su única hija quiere casarse con un hombre que él considera un necio. Descubre que su mujer le había engañado. Todo es frustración, soledad y abatimiento.

Con todos estos ingredientes, Schmidt decide realizar un viaje hasta Colorado para impedir la boda de su hija. Se trata de un viaje de descubrimiento de su melancólica vida interior, en el que intentará no sentirse tan perdido ni tan extraño y consolarse del dolor de la pérdida, de la vejez y de la tristeza de la soledad. Pero el consuelo le llegará de muy lejos…

El consuelo: la carta de Ndugu desde Tanzania