La vida actual se ha puesto cada vez más complicada y se cree que el estrés es el principal obstáculo para la risa.

La risa es una expresión física de humor y alegría que tiene numerosas cualidades protectoras. Es una de las mejores maneras de manejar las percepciones negativas y desarrollar capacidades de recuperación y de fortaleza psicológica, ya que correlaciona altamente con la felicidad.

Y tanto la felicidad como el humor pueden mejorar la función cerebral: existen evidencias de que en respuesta a la risa hay mayor conectividad en diversas partes de nuestro cerebro. El humor libera el factor BDNF (link) que refuerza las neuronas existentes y estimula el crecimiento de nuevas neuronas y por tanto de nuevas sinapsis. Entonces, hacer que nuestras experiencias de la vida sean lo más divertidas y positivas posible, representa un beneficio para la neuroplasticidad de nuestro cerebro.

Diversos estudios han demostrado los efectos benéficos de la risa:

  • Eleva el umbral del dolor
  • Ayuda a romper el ciclo del dolor
  • Mejora la pérdida de sueño y la inmunosupresión
  • Reduce la presión arterial
  • Disminuye la adrenalina, los niveles de glucosa y aumenta la tolerancia a ésta.
  • Aumenta la actividad del interferon gamma y los linfocitos T.
  • Mejora las defensas frente a las infecciones respiratorias.
  • Produce una descarga de endorfinas con efectos euforizantes.

Parece ser que las intervenciones humorísticas pueden ser especialmente útiles frente al envejecimiento. Los resultados indican que las personas más felices son menos propensas a desarrollar proteínas tau o placas de amiloide.

Como sugería Freud, el humor puede ser el mayor de los procesos de defensa de la psique frente a las situaciones de ansiedad. Freud postulaba que el humor funcionaría por condensación y desplazamiento y creía que cultivar el sentido del humor podía levantar la represión.

Incluso el “humor negro” puede calificarse como un mecanismo de apoyo ante situaciones imposibles o circunstancias traumáticas que tendría una clara función para aliviar la tensión y facilitar el afrontamiento del estrés. La búsqueda de un aspecto divertido en un momento difícil puede ayudarnos a soportarlo e incluso esta facilitación puede favorecer a otros en nuestra misma circunstancia.

Cuando se usa apropiadamente, el humor puede tener un lugar en la terapia para el trastorno de ansiedad generalizada, la depresión y la ansiedad social. Puede ser parte de la terapia interpersonal y la terapia cognitivo-conductual, especialmente en ésta el humor puede ayudar a los pacientes a replantear sus pensamientos inadaptados, mejorar el estado de ánimo y superar los obstáculos percibidos.

El sentido del humor también facilita la aceptación de los rasgos en otras personas que es poco probable que cambien. La risa ayuda a dominar al crítico interior que puede exigirnos llegar a estándares inalcanzables, y también puede ser útil para aumentar la autoestima y amortiguar nuestro superego.

El humor difiere de otros estrategias de regulación emocional basadas en el conocimiento, en que no niega la experiencia negativa, pero nos ayuda a interpretarla como menos amenazadora. La facultad de poder reírnos de los eventos traumáticos en nuestras vidas no es causa de que los ignoremos sino que nos prepara para soportarlos a través de la diversión y un prisma de percepción diferente de los desafíos de la vida.

No obstante, es muy importante que esta utilización del humor, desde la perspectiva clínica, sea después del establecimiento de la alianza terapéutica y el conocimiento de las costumbres culturales del paciente. Pensemos que el humor está muy influido por la cultura.

Debo comentar también que en los entornos grupales, la risa fortalece las relaciones interpersonales, promueve el vínculo grupal, facilita en trabajo en equipo y la cooperación y desactiva el conflicto.

Pues sí, la risa es la mejor medicina.