La hipocondría es una afección por la que la persona que la sufre está preocupada en exceso por tener una enfermedad grave. Esta es la definición que conocemos y se trata de un concepto médico antiguo.

La palabra está tomada del término griego hipocondríaco, cuyo significado es “que tiene dolor en la zona del hipocondrio”, y viene documentada desde Galeno en el siglo II, de ahí pasó al latín tardío y en castellano aparece en 1495. El hipocondrio es la región abdominal superior y lateral, a cada lado de la región epigástrica, sobre y debajo de las costillas falsas, zona en la que los pacientes con temor a enfermar suelen presentar síntomas inespecíficos.

De todas formas, no está clara la distinción entre preocupación hipocondríaca y la aparición de somatizaciones. La somatización es la expresión de fenómenos psíquicos en forma de síntomas físicos. Ambas, hipocondría y somatización pueden coexistir, aunque para hacer una distinción, en la primera predomina la convicción o el temor poco realista de padecer enfermedades.

De hecho, entre el 10 y el 20% de la población general ha presentado o presentará preocupaciones de tipo hipocondríaco a lo largo de su vida, se ha descrito así en un estudio de finales del XX, imaginemos lo que representará en el momento pandémico actual.

Asimismo, se ha distinguido entre la hipocondría primaria, como característica psicológica estable del sujeto, o la hipocondría secundaria, que sería una respuesta transitoria como resultado de señales corporales de alarma que hacen que el sujeto preste mayor atención a su salud.

La persona con hipocondría es como si tuviera su percepción desconectada del exterior y está selectivamente atento a los signos de su cuerpo, que en su caso parecen estar amplificados debido a los correlatos fisiológicos de su propio estado emocional negativo.

Ahora bien, existe un estímulo externo poderoso al que acude el hipocondríaco para realizar sus comprobaciones y su autodiagnóstico: internet… navegando por la red con la obsesión de hallar la enfermedad a la que corresponden los síntomas de percibe o que cree padecer. No se trata de una simple consulta, sino de la necesidad imperiosa de comprobación y por ello accede a información, que puede ser veraz o no. Lo escrito en pantalla es muy poderoso. Se ha utilizado el neologismo cibercondría para definir esta conducta de consumo excesivo de páginas médicas en la red. 

Pero incluso aún en el caso de que las páginas en las que recale sean fiables y con información contrastada, el gran problema es que el afectado no las suele interpretar de la forma adecuada. Por ejemplo, si padece un dolor de cabeza puede creer que tiene un tumor cerebral, dado que ha leído en internet que sufrir cefaleas es uno de los síntomas de los tumores cerebrales. Otro error común es liarse con los porcentajes de los factores de riesgo, o interpretar valores de sus análisis (totalmente normales) como anómalos, porque están cerca de los límites del intervalo de normalidad.

 

Pandemia SARS-Co-V2 (Covid 19)

En este momento, año 2020, nos encontramos con que un organismo microscópico está produciendo la mayor crisis sanitaria en los últimos cien años, poniendo en jaque al orden mundial y a nuestro estilo de vida. Del bienestar a la alarma hemos pasado en unos pocos meses. Todo el mundo señala que parece ser algo de ciencia ficción, pero no es ficción, ha tomado cuerpo y se ha transformado en muerte, dolor, estrés y trauma.

Las medidas de confinamiento y la heroica labor del personal sanitario son los pilares de esta desigual batalla. El estado de incertidumbre general, con la disminución o anulación de recursos sociales y comunitarios puede suponer una verdadera crisis para cualquier ser humano. Imaginemos pues como será para aquellas personas aquejadas de hipocondría (especialmente si se trata de una hipocondría primaria). La exposición a estímulos informativos, en muchas ocasiones de tipo catastrofista puede generar un estado de angustia que sobrepase su capacidad de afrontamiento.

En cuanto al estado de pandemia por el coronavirus, ¿dónde está el límite entre la lógica inquietud y la hipocondría? Buena pregunta, que no tiene una respuesta categórica, salvo en casos extremos. Durante la pandemia hemos recibido, y estamos recibiendo, una información exhaustiva acerca de la situación, creo que ya he mencionado en otra entrada como de repente sabemos “mogollón” de virus y de epidemiología… pero realmente, nos sirve de algo o solo nos alarma.

Desde luego, no existe el riesgo cero, pero hay que tener en cuenta que cuando uno ya hace lo que debe: distanciamiento, mascarilla, higiene de manos, no aglomerarse, etc, más no puede hacer. Es importante estar atentos a los síntomas que nos aparezcan: tos, fiebre, disnea, fatiga, etc. Pero claro, de nada sirve tomarse la temperatura veinte veces, o ir comprobando nuestra saturación de oxigeno con el pulsioxímetro que compramos en Amazon “por si acaso”.

Algunos expertos creen que tras la pandemia (tras, bendita preposición) se aumentará el riesgo de hipocondría en la población general.

Y de nuevo, la información en internet: diarios digitales, redes sociales, etc. Vuelve a estar en el centro del problema. Con el agravante de que mucha de esta información es espuria. Naturalmente que es bueno estar informado, pero si una persona acude a una fuente fiable diariamente, donde se resume lo importante es más que suficiente.

Consejillos para no traspasar el límite:

  • Estar todo el día en Google no ayuda. La búsqueda compulsiva de información es un síntoma de alerta, limite el tiempo que dedica a la información de la pandemia.
  • Cambie de tema. Evite que las conversaciones con sus familiares y amigos gire constantemente en torno al coronavirus, la epidemia, los síntomas o casos conocidos. Trate de compartir otras ideas o vivencias.
  • Olvide el termómetro. Explorarse continuamente incrementa la ansiedad, y lógicamente no influye en el resultado de la temperatura, pero sí en el malestar.
  • Seguimiento de normas: cumpla las normas y recomendaciones médicas que se han dado durante la pandemia. Algunas pueden se molestas como la mascarilla, pero no son peligrosas en absoluto ni producen hipercapnia, como corren en algunos bulos de internet.
  • Mantenga a raya los pensamientos negativos, que son generados por la ansiedad, pero que a la vez producen más ansiedad, en un circulo vicioso inacabable.