Todos utilizamos la palabra estrés con gran prodigalidad, y más o menos entendemos y nos entienden cuándo la usamos, pero exactamente ¿qué quiere decir? He puesto la palabra estrés en Google y me ha ofrecido 30.300.000 resultados (eso sí en 0,32 segundos… no sé qué estratosférica cifra hubiera salido si le damos más tiempo).

¿Qué es el estrés?

Quizá no tengamos en medicina un término que se utilice con mayor prodigalidad, siendo tan escurridizo. Para ayudarme a explicarlo me permito remontarme al origen de la palabra, la palabra estrés proviene del latín estringere (apretar) del que se derivó a su vez la voz anglófona stress, usada en la física de materiales. Explica la resistencia que desarrolla una estructura cuando es sometida a una fuerza o carga que le podría producir una distorsión.

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Hans Selye explicando las hormonas del estrés

La historia de cómo el concepto físico pasa a ser fisiológico es interesante. Un joven médico austrohúngaro, Hans Selye (1907-1982) describió -durante su segundo año de estudios de medicina en Viena- que pacientes enfermos de distintas dolencias manifestaban muchos síntomas similares. Selye consideró estos síntomas como producto de los esfuerzos del organismo para responder a la condición de estar enfermo, y aunque inicialmente llamó a este conjunto el “síndrome de estar enfermo” que luego derivó en “Síndrome General de Adaptación”, hizo fortuna otro de los términos que usó: la palabra stress (que a su vez tomo prestada de sus compañeros de residencia, estudiantes de Ingeniería).

Tras doctorarse en Praga, Selye se traslada a Estados Unidos y Canadá en la década de los treinta, donde desde su cátedra de la Universidad de Montreal realiza sus investigaciones y publica de forma extensa sobre los mecanismos fisiológicos del estrés (Selye, 1956).

Así, el término estrés pasa al dominio de la biología como “la reacción fisiológica de un cuerpo cuando desarrolla distintos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante”.

Y por extensión válido para medicina y psicología, el estrés es el modo en que el organismo reacciona ante un desafío. Aquí tendremos que distinguir entre:

  1. Acontecimiento estresante (desafío, amenaza o sobrecarga).
  2. El modo de reaccionar (el auténtico estrés): que se ejecuta a través del sistema nervioso central, el sistema nervioso periférico simpático y el sistema neuroendocrino que dará lugar a respuestas fisiológicas. El estrés es una respuesta natural y necesaria para la supervivencia, pese a lo cual se confunde con una patología. Dado que el organismo no puede mantener estos estados de activación durante largos periodos del cuerpo, el sistema nervioso periférico parasimpático intentará revertir esta respuesta a condiciones fisiológicas normales (recuperación del equilibrio interno u homeostasis).
  3. Consecuencias del estrés: Es el punto en que el organismo no es capaz de recuperar totalmente dicha homeostasis, pudiendo producirse una gran variedad de síntomas tanto físicos como psicológicos.
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                          El círculo del estrés

Como ya se habrá apreciado, en lenguaje cotidiano se utiliza la palabra estrés de forma indistinta, tanto para referirse a los acontecimientos estresores como a las consecuencias (mucho menos al auténtico proceso), y generalmente con una connotación negativa.

¿Cuáles son sus causas?

Obviamente, y al hilo de lo anterior las causas o mejor dicho, los desencadenantes, son los factores estresores que generan el cambio en la homeostasis. Se clasifican en función de distintas variables:

  • Estímulos externos al individuo:
    • Estímulos ambientales (físicos, químicos, acústicos).
    • Percepciones de amenaza (se incluirían situaciones de peligro o integridad física, confinamiento, aislamiento, presión grupal).
    • Dificultades en las relaciones sociales (complicadas, fallidas o inexistentes).
  • Estímulos internos:
    • Alteración de las funciones fisiológicas (enfermedad, adicciones, fatiga extrema).
    • Somáticos, pensamientos, cogniciones y creencias del propio sujeto (situaciones que fuerzan a procesar el cerebro).
    • Frustración, bloqueo de intereses, no consecución de objetivos.
    • Debemos considerar también que el hombre, como ser pensante, evalúa continuamente su entorno, y algunos de los estímulos externos pueden ser magnificados o minimizados por sus estrategias de pensamiento, con lo que la división no es tan sumamente clara entre los estímulos externos e internos que están en constante interacción.

Por ello, algunos autores (Lazarus, 1984) han definido el estrés psicológico como una relación específica entre el individuo y el entorno (en un concepto amplio de entorno, que incluye su medio interno) y por ello han tendido a clasificar los factores estresantes por el tipo de cambio que producen en la vida del sujeto:

Estresores únicos. Las catástrofes o cataclismos en las condiciones del entorno de una población, que generalmente afectan a un gran número de ellas. (Tanto podríamos hablar de un tsunami, terremoto o una guerra).

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Estresores múltiples. Afectarán a una sola persona o un pequeño número de ellas y se corresponden a los cambios significativos y vitales para este grupo. (Problemas laborales como despidos, la pérdida de un ser querido en una familia, divorcio, dificultades económicas).

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Estresores cotidianos. Son los mas frecuentes y hacen referencia a los imprevistos, molestias, frustraciones, alteraciones y dificultades en nuestro día a día. Dentro de estos me parece interesante comentar lo que se ha llamado como “factores de estrés oculto”, que suelen padecer mujeres en momentos vitales: maternidad, crianza, conciliación de vida familiar/laboral… situaciones positivas de cuya elección no dudan, pero conllevan un elevado nivel de frustración y pérdida de identidad propia en la cotidianidad.

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Estresores biógenos. Se trata de mecanismos físicos y químicos que disparan la respuesta del estrés sin la mediación de procesos psicológicos (habitualmente por un desequilibrio neuroendocrino o del sistema nervioso central).

Como es evidente que no todas las personas reaccionan/se adaptan/o enferman igual cuando están sometidos a circunstancias estresantes, diversos autores (Brannon y Feist, 1997) describen “modelos” diferenciales de respuesta.

  • El “modelo de predisposición al estrés o diátesis/estrés” (Brannon y Feist, 1997) que establece que algunos individuos son mas vulnerables debido a una predisposición heredada a través de una fragilidad en algún sistema orgánico o bioquímico. Por tanto, para sufrir las consecuencias dañinas para el sistema se requieren de ambos factores: la persona debe tener dicha predisposición permanente y experimentar alguna clase de estresor.
  • Por el contrario, el “modelo de personalidad resistente” (Kobasa, 1979) parte de la idea contraria, algunos sujetos tienen mayor capacidad de resistencia que les protege de las enfermedades relacionadas con los factores de estrés. Como características principales de estas personalidades “afortunadas” destacan: un fuerte sentido de compromiso con ellas mismas, un “locus de control interno” (término procedente de la psicología cognitiva, en referencia a las percepciones del sujeto sobre su capacidad de control) y estar mas propensos a evaluar los reajustes necesarios como un reto y no como una adversidad.
  • Por último, me referiré al “modelo de trastorno de identidad” (Tobeña, 1983) que sugiere que los acontecimientos de la vida pueden hacer cambiar el sentido de identidad de una persona, teniendo este cambio un impacto negativo sobre la salud cuando el acontecimiento contrasta con el auto-concepto del individuo. Como ejemplo, las personas que tienen una baja autoestima de sí mismas tienen dificultades para aceptar las cosas buenas que les ocurren porque los acontecimientos positivos “caen fuera” de su sentido de identidad, e incluso los pueden identificar como amenazas.

    ¿Qué síntomas se presentan cuando tenemos estrés?

Hay muchos síntomas asociados con el estrés, algunos claramente pasajeros y otros que pueden articularse en verdaderas enfermedades, de índole psicosomática o psíquica, entre éstas los cuadros de ansiedad (en cualquiera de sus formas) e incluso cuadros depresivos.

Ya se ha mencionado que el organismo libera sustancias hormonales al verse sometido a una circunstancia estresante o situación de mayor demanda. Ello conlleva que el cerebro esté en alerta, pueden tensionarse los músculos y aumentar la frecuencia cardíaca. En una situación a corto plazo, estas reacciones son favorecedoras (para escapar de una circunstancia de peligro, por ejemplo) o a manejar convenientemente la situación.

Si se mantiene esta respuesta inicialmente adaptativa (circunstancias estresantes crónicas o sostenidas) nuestro organismo mantiene la alerta y con el tiempo pone en riesgo la salud

estres-efectos-del-estres-7Su cuerpo reacciona ante el estrés al liberar hormonas. Estas hormonas hacen que su cerebro esté más alerta, causar que sus músculos se tensionen y aumentar su pulso. A corto plazo, estas reacciones son buenas porque pueden ayudarle a manejar la situación que causa el estrés. Esta es la manera en que su cuerpo se protege a sí mismo (Sarafino, 1998).

Cuando tiene estrés crónico, su cuerpo se mantiene alerta incluso cuando no hay peligro. Con el tiempo, esto le pone en riesgo de problemas de salud, incluyendo:

  • Aumento de la presión arterial y sus efectos sobre el sistema cardiovascular.
  • Alteraciones endocrinas: cambios en el apetito con disminución o aumento de peso, obesidad, riesgo de diabetes.
  • Problemas menstruales.
  • Problemas digestivos, especialmente frecuentes.
  • Problemas dermatológicos, acné, eczemas.
  • Síntomas de dolor, fatiga y problemas articulares. Dolores de cabeza también muy frecuentes.
  • Falta de energía, atención y concentración
  • Alteración del ritmo de sueño: insomnio o por el contrario hipersomnia.
  • Y obviamente, cualquier combinación de estos factores, y por ende pueden las consecuencias de una situación desadaptativa de estrés pueden llevar a muchas personas a sufrir de patología psíquica:
    • Los específicamente denominados trastornos por estrés: agudo, postraumático
    • Trastornos de ansiedad (en cualquiera de sus formas, trastorno de pánico, trastorno de ansiedad generalizada, fobias)
    • Trastorno obsesivo-compulsivo.
    • Trastornos depresivos
    • A los que hay que añadir, las posibles adicciones secundarias, ya que en ocasiones las personas con estas dificultades acuden a sustancias como el tabaco, alcohol y otras para yugular parte de sus síntomas (generando un problema superior al inicial).

¿De qué manera influye el estrés en la vida del paciente?

La respuesta no es simple, ya que todos somos individuos únicos en una interacción permanente entre los factores estresantes (lo que nos pasa) y la integridad de la respuesta de nuestro organismo (tanto sus vulnerabilidades como sus resistencias). Pero ello ocurre en nuestro propio “campo de batalla de personas concretas” (con nuestras capacidades, nuestros pensamientos, nuestros valores, nuestras habilidades, nuestras circunstancias, nuestra red social de apoyo… en resumen todas nuestras fortalezas y debilidades).

En general y en el terreno psíquico, predominarán los cuadros de ansiedad, en ocasiones en forma de crisis y mas frecuentemente como cuadros de ansiedad generalizada que van desgastando el nivel de energía y adecuación, haciendo leve, paulatina y sostenidamente mas difícil la vida. Si se prolonga, podremos ver auténticos cuadros depresivos, con mayor o menos tristeza, pero especialmente irritabilidad y sentimientos de minusvalía y desesperanza.

¿Cómo se puede tratar el estrés?

En primer lugar no restarle importancia (“Bah, todo el mundo tiene estrés con esta vida que llevamos”), ni el afectado ni los médicos que le pueden visitar por cualquier síntoma.

Lo fundamental es atender al paciente desde una perspectiva integral que incluye por supuesto a los especialistas en salud mental. A veces ocurre que cuando un médico general o especialista de un aparato concreto aprecia que los síntomas del paciente «pueden» ser debidos a estrés, se le prescriba un fármaco  (habitualmente ansiolítico o antidepresivo de tipo ISRS) y como mucho le recomiende que «cambie de vida» o «que le vea un psicólogo o un psiquiatra». Normalmente ello produce una reacción de extrañeza en el paciente (cuando no de indignación, por considerar peyorativo el consejo) y con ello ni entiende ni se beneficia de tratamientos y abordajes que deben ser específicos para su caso.

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En este sentido reivindico el abordaje interdisciplinar, donde el papel de psiquiatras y psicólogos expertos es fundamental. El psiquiatra no es un “dispensador de pastillas” sino que es un especialista con formación médica y psicológica. Su práctica está basada en una escucha atenta, una reflexión acorde y un profundo conocimiento dirigido al problema concreto de la persona concreta (y única).

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Referencias:

 Brannon, L. y Feist, J. (1997). Health psychology. An introduction to behavior and health. Chicago, IL: Books-Cole Publishing Company.

Cassidy, T. (1999). Stress, cognition and health. London: Routledge.

Kobasa, S.C. (1979). Stressful life events, personality, and health: An inquiry into hardiness. Journal of Personality and Social Psychology, 37.

Lazarus, R.S. y Folkman, S. (1984). Stress, appraisal, and coping. New York: Springer Publishing Company.

Sarafino, E.P. (1998). Health Psychology. Biopsychosocial interactions. New York: John Wiley & Sons, Inc.

Selye, H. (1956). The stress of life. New York: McGraw-Hill.