Se conoce como duelo al proceso de adaptación emocional que viene tras una pérdida.

En un principio la palabra se refería en exclusiva a la pérdida de un ser querido, pero el propio Freud lo definió como:

 “La reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción equivalente”

En la actualidad la “abstracción equivalente” puede referirse a cualquier tipo de pérdida. Veamos un intento de clasificación de las mismas:

  1. Las pérdidas relacionales. Esto es, la pérdida de alguna persona amada, por muerte, separación o divorcio.
  2. Pérdidas materiales: ante los objetos, posesiones, también podríamos considerar cuando existe una pérdida de empleo.
  3. Pérdidas evolutivas: esto es, las que se van produciendo por los diferentes etapas de la vida, llegada al mundo adulto, la vejez, la etapa de la jubilación (en algunos casos pueden conllevar también a una pérdida material).
  4. Disminución o pérdida de las capacidades: esto también acontece con la vejez, en la que se ven disminuidos las capacidades físicas globales: vista, oído, memoria… pero también puede suceder ante una enfermedad, la pérdida de una capacidad física o mental, como la amputación de un miembro o la pérdida de un sentido.

No obstante, no todas las pérdidas o situaciones de cambio provocan un duelo, ello dependerá no sólo de lo que signifique dicho acontecimiento para la persona que la padecerá, sino también de sus capacidades y estrategias de adaptación, así como de su propia autoestima y “filosofía de la vida”.

Volviendo al duelo, desde luego, se trata de un proceso de cambio y de adaptación psicológica que debe afrontarse tras la pérdida, pero no hay que olvidar que tiene además distintas dimensiones:

  • Una física, pues pueden aparecer síntomas variados (casi siempre similares a lo que aparecen en un trastorno de ansiedad).
  • También aparecen elementos cognitivos, dado que una de las características del ser humano es preguntarse el “por qué” y aunque en muchas ocasiones, bueno yo diría que en la mayoría, no hay una respuesta única y clara, pero nuestro pensamiento tiende a buscar una explicación. Esto puede enlazarse con cierta dimensión filosófica.
  • Un elemento comportamental, que a su vez ha sido muy estudiado a lo largo de la historia.

terapia-para-superar-el-duelo-2-1030x497

Teorías sobre el duelo:

Existen diferentes teorías sobre cómo se articula este proceso, y quizá la más conocida sea la descripción de las fases que la psiquiatra suizo-norteamericana Elizabeth Kübler-Ross realizó en su libro publicado en 1969 “On death and dying”. En esta y otras publicaciones de la Dra. Kübler-Ross trataba de sus observaciones sobre pacientes moribundos, versando toda su obra sobre la muerte y el acto de morir. Las fases, que por tanto describe y se han generalizado para todas las situaciones de duelo, eran por las que -a juicio de la psiquiatra- pasaban los pacientes terminales:

  1. Negación:

Se trata de una defensa temporal para el sujeto. Es una etapa de incredulidad:

“Esto no me puede estar pasando a mí…”

  1. Ira:

El sujeto percibe una gran injusticia en lo que le está ocurriendo:

“No es justo, por qué a mí

Tras la negación, la persona se da cuenta que ésta no puede continuar, pero inicia una gran situación de irritabilidad, resentimiento e incluso envidia.

  1. Negociación:

Los pensamientos son del tipo:

“Dios déjame un par de años más hasta que mi hija se case… o se gradúe”.

En el caso de tratarse de un duelo por un ser querido, esta negociación se materializa en el deseo de haber tenido más tiempo con la persona fallecida:

“Le tendría que haber dicho más veces que le quería…” o bien “No cumplí sus expectativas, ahora seré mejor persona”.

  1. Depresión

El sujeto queda sumido en la tristeza, al empezar a entender la certeza de la muerte, ya sea la suya propia o la del ser querido al que llora. No es una etapa en la que el consuelo se pueda dar mediante una frase mágica, ni siquiera es bueno querer “alegrar” a la persona. Es una etapa crucial para el procesamiento de la situación.

  1. Aceptación

“No puedo luchar contra la realidad, debería prepararme para esto”.

La etapa final llega con la paz y la comprensión de que la muerte está acercándose (o se ha producido en el ser querido).

Como he mencionado los estudios de la Dra. Kübler-Ross se referían a enfermos terminales y sus estrategias de afrontamiento frente a la cercanía de la muerte, pero después aplicó las mismas etapas en cualquier pérdida catastrófica o eventos de la vida en tal sentido, ya sea como he ido mencionando, la muerte de un ser querido, un divorcio, un diagnóstico de infertilidad, una situación de descalabro económico.

Y una cosa muy importante que no quiero dejar de destacar. En muchos “manuales” o “terapias frente al duelo” se habla de estas etapas como si fueran las “Tablas de la Ley” escritas en piedra. Mi opinión de clínico que atiende pacientes es que no siempre se suceden así, y ni siquiera todas ellas.

Según lo observado en las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido, especialmente si se trata de una pérdida “antinatural” -la de un cónyuge a edad muy temprana, la de un hijo, y especialmente si la pérdida ha sucedido por un acontecimiento traumático, o sea sin previo aviso, como puede ser un accidente mortal- estas etapas pueden sucederse como en vaivén, e incluso aparecer varias de ellas en el mismo día, y al día siguiente volver a un nuevo punto de partida. (No obstante, cuando busco información en la fuente original, esto mismo ya había sido descrito por Elizabeth Kübler-Ross, aunque no siempre me parece que es transmitido así por los terapeuta del duelo).

Algo esencial: las personas que estén sufriendo esta circunstancia de duelo no deben forzar el proceso, ya que se trata de una vivencia altamente personal, y no debería ser acelerado, por presiones externas, ni tampoco alargado por motivos de opinión de terceros. Salvo en casos extremos, al final se llega a la aceptación. Eso sí, hay que estar atentos si durante este proceso de dolor aparecen síntomas (lógicamente lo más habitual es que sean de tipo depresivo) que anulen totalmente a la persona, que le impidan realizar su vida normal. En este sentido, hay procesos de duelo que se complican con síntomas depresivos, y clínicamente hay que estar atento a este pormenor.

Por otra parte, el DSM-5 propone (aunque no está aprobado) la calificación de ciertos casos graves en una futura categoría que sería la de “Trastorno de duelo complejo persistente”. Los criterios propuestos son:

  1. El individuo ha experimentado la muerte de alguien con quien mantenía una relación cercana.
  2. Desde la muerte, al menos uno de los síntomas siguientes está presente más días de los que no, y persisten durante al menos 12 meses en adultos y 6 meses para niños:
  3. Anhelo/añoranza persistente del fallecido.
  4. Pena y malestar emocional intensos en respuesta a la muerte.
  5. Preocupación en relación al fallecido.
  6. Preocupación acerca de las circunstancias de la muerte.
  7. Desde el fallecimiento, al menos 6 de los síntomas siguientes están presentes más días de los que no:

    Malestar reactivo a la muerte:

  1. Importante dificultad para aceptar la muerte.
  2. Experimentar incredulidad o anestesia emocional ante la pérdida.
  3. Dificultades para rememorar de manera positiva al fallecido.
  4. Amargura o rabia en relación a la pérdida.
  5. Valoraciones desadaptativas acerca de uno mismo en relación al fallecido o a su muerte.
  6. Evitación excesiva de los recuerdos de la pérdida.

Alteración social/de la identidad:

  1. Deseos de morir para poder estar con el fallecido.
  2. Dificultades para confiar en otras personas desde el fallecimiento.
  3. Sentimientos de soledad o desapego de otros individuos desde la muerte.
  4. Sentir que la vida no tiene sentido o está vacía sin el fallecido, o creer que uno no puede funcionar sin el fallecido.
  5. Confusión acerca del papel de uno en la vida, o una disminución del sentimiento de identidad propia.
  6. Dificultad o reticencia a mantener intereses o hacer planes de futuro desde la pérdida.
  7. La alteración provoca malestar clínicamente significativo o disfunción en áreas sociales, laborales y otras áreas importantes del funcionamiento.
  8. La reacción de duelo es desproporcionada o inconsistente con las normas culturales, religiosas o apropiadas por la edad.

Se han descrito además diferentes  tipos de duelo, en función del tiempo y de las circunstancias de cada caso… sin embargo, lo que a continuación deseaba tratar es de…

 

Continuar con la vida, y en la vida:

madre hija cementerio

Las investigaciones sugieren que, tras un duelo, se puede alcanzar un renovado sentido de propósito y dirección en la vida.

  • Hable de la persona amada, con aquellos que desee compartir sus vivencias. También puede ocurrirle que en algún momento, precise momentos de soledad, y no volver a ser inquiridos por la pérdida ¿cómo fue? Etc. Mantenga su ritmo.
  • Acepte los sentimientos que le van a invadir. Sentirá rabia, tristeza, frustración, agotamiento, desesperación y desconcierto.
  • Quizá entre en un bucle de preguntas sin respuesta. Casi siempre no hay respuesta, algunas personas la hallarán en su religión, otras, abjurarán de ella. Al margen de nuestras creencias, nuestra tradición judeo-cristiana suele llevarnos a necesitar una explicación y a vivir la muerte de las personas queridas con un vago sentimiento de culpa. La mayoría de sus preguntas no tendrán una contestación, es normal hacerlas… pero también es normal no hallar esa respuesta “tranquilizadora”.
  • Cuídese y también cuide al resto de su familia. No olvide su autocuidado, el descanso, y vele también por los otros.
  • Quizá le sea bueno ayudar a otras personas que también lidian con la pérdida. Plantéeselo.
  • Rememore y celebre la vida de su ser querido. Piense, que ha sido un privilegio compartir la vida del fallecido. Si dispone de recursos, puede hacer algo positivo en su nombre y que fuera del agrado de la persona. No elimine la totalidad de sus fotos y sus recuerdos, pero tampoco convierta su hogar en un mausoleo.
  • Y por encima de todo, piense que siempre querrá a esa persona, y que el ser llorado vive en su pensamiento y en sus sentimientos.