Mientras escribo esto mi gata Sybir intenta morder el cable de alimentación de mi ordenador. La riño (muy suavemente) y la acaricio a la vez… seguramente le estoy enviando señales contradictorias porque ella sigue a lo suyo, hasta que como felino que es otra cosa más interesante atraiga su interés.

Empiezo esta entrada así para que quede claro que en mi casa siempre hemos tenido animales de compañía, o más bien nosotros hemos sido los humanos de compañía de nuestros perros y gatos. Por tanto, soy una fan de las mascotas.

Una de las experiencias mas duras por las que pasamos en la vida es la pérdida de un miembro de la familia o de un amigo. Pero se obvia que el ser humano tiene la capacidad de generar vínculos con especies distintas a la nuestra, lo más habitual son los perros y los gatos.

Cuando algún paciente mío me habla de su mascota habitualmente lo hace como si fuera un miembro más de la unidad familiar, de hecho lo es: se le asigna un nombre, se le dan cuidados, se le atribuye una personalidad, se le ríen las gracias y hablamos de nuestras experiencias compartidas, y desde luego nuestro animalillo es percibido como distinto al resto de individuos de su especie. Es único, valioso y especialísimo.

Dado que atribuimos a esa cualidad subjetiva a nuestra mascota, la pérdida de un animal al que queremos (y que además estamos convencidos que nos quiere, es más, nos quiere), puede ser objeto de duelo. Cada cual lo vive a su manera, por tanto, hacer generalizaciones es caer en el error, cas siempre sobrevivimos a nuestras mascotas, por el número de años que viven y en muchas ocasiones he asistido a personas que han tenido un cuadro depresivo tras la muerte de esa compañía… siempre digo que esto no se entiende si no has tenido un animal que te acompañara en la vida.

¿Qué nos dice la ciencia sobre este tema?

La muerte de una mascota no siempre está reconocida socialmente como una pérdida legítima. No en vano, hasta hace poco los animales eran tan solo herramientas para la caza, el transporte o el pastoreo. Su consideración como seres dotados de sensibilidad es reciente (link).

Esta incomprensión puede llevarnos a acallar nuestras emociones ante la pérdida al intuir que no será entendida por muchos de los que nos rodean. Por tanto, se puede experimentar un duelo silencioso, que mantenemos en secreto, careciendo de respaldo social con emociones difíciles de expresar.

En algunos casos, la pérdida de nuestro animal será la primera experiencia frente a la muerte para niños cuyos padres han regalado pequeños animales para estimular su sentido de la responsabilidad. Cuando ocurre esta pérdida son precisas explicaciones empáticas y adaptadas al nivel madurativo del niño que proporcionarán un valioso aprendizaje frente a otras dificultades que habrán de afrontar en el futuro.

Otra cosa que sucede durante el duelo por una mascota es el sentimiento de culpabilidad que podemos tener ante el papel que asumimos en el momento de su muerte, pues no es infrecuente que el estado de salud se deteriore y decline hasta el punto de que sea preciso recurrir a una eutanasia para que no sufra. Aunque sea un acto compasivo se pueden producir pensamientos recurrentes sobre si hicimos todo cuanto estuvo en nuestras manos.

En definitiva, estos duelos son procesos que cuentan con evidencia científica y que no deben ser ignorados ni despreciados. Incluso, en casos particulares pueden ser más difíciles de lo esperado.

 

 

Para Kida, que tanto nos dio y a la que tanto quisimos.

Y para Sybir, que ahora duerme encima de la impresora.