La hermosa Florencia

Ya sabemos la afición de los médicos y entre éstos, también de los psiquiatras,  a describir síndromes y nominarlos (es decir, darles nombre).
Esto le ocurrió a la psiquiatra italiana Graziella Magherini, que en 1979 describió más de cien casos entre personas que habían visitado Florencia, la capital de la Toscana. Los síntomas que presentaban los pacientes eran manifestaciones vegetativas de ansiedad: taquicardia, vértigo, temblor y palpitaciones… pero incluso confusión y alucinaciones. Se especulaba que la causa de dicha reacción era que el paciente había estado expuesto a la visión de numerosas obras de arte, especialmente cuanto éstos son particularmente bellas o están expuestas en gran número en un mismo lugar.
La Signoria

Retrato de Stendhal de L. Ducis, 1835
Al síndrome en cuestión se le denominó “Síndrome de Stendhal”, “Síndrome de Florencia” o “Síndrome del viajero”.  Tal nombre proviene de la descripción hecha en 1817 por el escritor francés Stendhal (cuyo auténtico nombre era Henri-Marie Beyle), de un fenómeno que le había sucedido en su visita a la ciudad:
“Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de la Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”.
 

El claustro de la Santa Croce

Al parecer, la mayoría de las víctimas de este peculiar y romántico síndrome son personas de matriz cultural europea (excepto italianos, que conviven tan frecuentemente con la belleza en sus calles, que parecen estar inmunizados) y también turistas japoneses.
El David de Miguel Angel, en su pedestal de la Academia


Las calles florentinas, un auténtico museo

El Duomo de Florencia
Aunque el arte puede llegar a producirnos un fuerte impacto emocional y sobrecogernos, muchos especialistas consideran que no existe tal síndrome, y que se trata sencillamente de personas que han sufrido alguna manifestación de ansiedad… probablemente provocada más por el agobio y la multitud de visitantes que por el éxtasis ante la belleza. También se ha hablado de una divulgación exagerada del síndrome sobre todo desde Florencia con fines comerciales, alegando que la belleza la ciudad es tal que puede provocar emociones extremas ante ella, atrayendo con ellos más turistas a la misma.

¿Puede el viajero ser indiferente a la belleza? 

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