«Habitación de hotel» (1931) Edward Hopper
La figura femenina sugiere una gran desolación


Ya he mencionado en la entrada anterior que tanto las circunstancias etiológicas,  como las variables de estrés, y también las formas de enfermar, difieren en ambos sexos. Vamos a considerar las variables de estrés específicos para las mujeres. Se clasifican en:

  1. Derivadas de la fisiología femenina.
  2. Derivadas por cambios vitales.
  3. Aspectos atribuidos al rol femenino.
  4. Estrés oculto y aspectos asociados a crisis vitales. 

1. Estrés derivado de la fisiología femenina
A tener en cuenta a su vez:

·               Menarquia y aparición de caracteres sexuales
«Pubertad»,  de Edvard Munch
La menarquia es el primer período menstrual que experimentan las adolescentes, por lo tanto es un acontecimiento que sucede en la pubertad, momento tormentoso de por sí, y depende de un aumento gradual de secreción de hormonas gonadotrópicas por parte de la hipófisis.

Son muchos los factores que pueden influenciar la experiencia psicológica de la menarquia: los estereotipos culturales, las expectativas que las niñas tienen de si mismas, la información recibida y el tono de la misma, y el estado de desarrollo tanto físico como psíquico en que se encuentren las jóvenes.

·               Menstruación
El ciclo menstrual de la mujer está regulado por hormonas y neurotransmisores, que a su vez influyen en su estado anímico. Está estimulado por el hipotálamo a través de las hormonas FSH y LH. Se produce la maduración del folículo para la posterior fecundación; en el caso de no haber fecundación se produce la degeneración del endometrio, el ciclo se repite en la mujer cada 28 días. El ciclo menstrual se divide en fases.

Las fases del ciclo menstrual
El llamado “trastorno disfórico premenstrual” es un cuadro que se produce en un 3% de las mujeres menstruantes una o dos semanas antes de la aparición de la regla, es decir en la llamada fase luteínica.

La relación entre el TDPM y otros cuadros psíquicos no es sencilla, pero parece que aquellas mujeres que presentan trastornos afectivos pueden experimentar un mayor número de síntomas psíquicos durante su ciclo menstrual.

·               Embarazo
Durante el embarazo, no solo se producen cambios fisiológicos, bioquímicos o anatómicos. También en el ámbito psicológico se presentan una serie de cambios, y estos a su vez variarán a medida que transcurra el proceso. También los cambios estarán influidos por la relación de pareja, y la asunción que haga esta pareja de los cambios que experimenta la gestante. Un embarazo puede ser vivido como un proyecto común, o como algo exclusivo de la mujer. Ni que decir tiene, la diferencia entre estar gestando un embarazo deseado y planificado, a llevar a término un embarazo no previsto. Un último aspecto son los temores, especialmente en aquellas madres primíparas, sobre todo en lo que concierne a la salud del bebé y a la situación de dolor físico del parto.
Mejor embarazo si se aborda como un proyecto común
Otro aspecto a considerar es que durante el período del embarazo la mujer sigue con su vida… y pueden suceder acontecimientos de toda índole, cuya vivencia estará mediatizada por su condición de embarazada, sus capacidades físicas y sus hormonas.
Asimismo, las personas que previamente hayan padecido trastornos de ansiedad o trastornos depresivos, auque sean leves, pueden experimentar una recaída o agravamiento de sus síntomas durante la etapa de gestación, simplemente por la relación hormonas/neurotransmisores.

·              Infertilidad
Cuando se toma la decisión de tener un hijo, el ciclo menstrual es vivido con anhelo e impaciencia, convirtiéndose en un deseo que todo lo acapara. Se confunden los síntomas del propio ciclo con los del embarazo, y la menstruación es recibida como una catástrofe, con desilusión y tristeza. Y a medida que esto se repite se producen síntomas de vacío y desamparo. Luego llega la decisión de consultar a un especialista.
Las parejas sometidas a tratamientos para la infertilidad viven en una constante montaña rusa emocional que, en muchas ocasiones, requiere de ayuda profesional. Los estudios han demostrado que la infertilidad está asociada con el sufrimiento psicológico: la larga duración de los estudios, la cantidad de exámenes, que incluyen procedimientos como la laparoscopía, el buscar el momento adecuado para las relaciones sexuales, los tratamientos hormonales… todo ello puede ser muy estresante. 
Como todos los métodos de reproducción asistida tienen un porcentaje de fracaso, el hecho de repetir los ciclos de tratamiento sin lograrlo puede ser muy angustioso para la pareja, pero especialmente para la mujer. Se llegan a describir sentimientos de culpa, furia, frustración, aislamiento, fracaso y angustia. Es ese momento que por la calle solo se ven cochecitos de bebe… de otras personas. 
Cuando una mujer desea quedarse embarazada, los bebés ajenos parecen multiplicarse

·               Menopausia
La menopausia es el momento en que finaliza la menstruación y la vida reproductiva de la mujer, es un proceso de cambio natural, una etapa más de la vida en el que influyen factores fisiológicos, psicológicos y sociales. En ningún caso la menopausia es una enfermedad, es un periodo de transición en el que muchas mujeres experimentan un duelo a través de un intenso proceso emocional.

Los temidos sofocos de la menopausia, no a todas las mujeres afectan por igual
Los cambios hormonales derivados de este proceso pueden causar síntomas físicos y psicológicos. En cuanto a los síntomas psicológicos pueden incluir:
§  Alteraciones del estado de ánimo
§  Ansiedad
§  Sintomatología depresiva
§  Irritabilidad
§  Insomnio
§  Disminución del interés sexual
§  Fatiga mental y falta de concentración y  memoria
Cada mujer vive esta etapa de una manera diferente. Tanto a nivel personal como social podemos encontrar tabús o creencias irracionales en torno a la menopausia, que generan efectos negativos, provocando una gran ansiedad anticipatoria a padecer algunos trastornos corporales como las sofocaciones, la irritabilidad y sobre todo la pérdida del deseo sexual… todo ello puede generar en la mujer una imagen de deterioro y debilidad.

·               Envejecimiento e imagen corporal
En la sociedad que vivimos la edad aparece como fuente de descalificación. En el momento actual, las personas de la tercera edad se han enriquecido tanto en el plano psicosocial como en el biológico (están más saludables, y tienen mayores conocimientos y mayor acceso a la información) sin embargo se han perpetuado los “lugares comunes” añadiéndose desde la sociedad tecnocrática la creencia de que con los años el saber no se acumula, sino que caduca.
Esta etapa, de por sí dura para todos los humanos, lo será especialmente para las mujeres. El envejecimiento conlleva la pérdida de la belleza o del estereotipo de belleza (por eso vemos en ocasiones esperpénticos intentos de amarrarse a ella por vía quirúrgica).

La hermosa actriz Gloria Stuart, una imagen de su juventud (26 años) y con 87 cuando protagonizó «Titanic» (1997)

 
Hay autores que hablan de la doble discriminación de la mujer anciana, debido a los prejuicios relativos a su sexo y a su edad. Uno de los problemas asociados al envejecimiento (etapa de la vida llena de pérdidas) es la disminución del poder adquisitivo y del estatus social, factores ambos que inciden sobremanera en las mujeres (su pensión de viudedad queda mermada, su vida social también) hasta el punto que en la Unión Europea se habla de la feminización de la pobreza. 
2. Estrés derivado de cambios vitales de la mujer
La mujer a lo largo de su vida experimenta una serie de cambios vitales que le suponen procesos de adaptación constante: el matrimonio, la maternidad, el casi inevitable divorcio, el ir cumpliendo años en una sociedad que venera la juventud. El tan cacareado “síndrome del nido vacío”.
Algunos de estos aspectos se han abordado ya, al estar fuertemente ligados a la fisiología femenina. Voy a referirme a dos circunstancias que veo en mi quehacer diario:
·               Aspectos psicológicos del divorcio (mujer)
Es frecuente que se produzca una reacción de duelo en ambos integrantes de la pareja por la pérdida de la relación, especialmente en quien no fue el promotor de la decisión. Ello ocasiona vivencias de hostilidad y rencor, así como episodios de angustia, tristeza y soledad como consecuencia de la inaccesibilidad del sujeto de apego.

Obviamente, no siempre la ruptura es así… Pero es frecuente que si la iniciativa parte del marido,
 la mujer perciba algo así. 

Asimismo pueden producirse problemas en la autoestima y la identidad de las personas involucradas en el divorcio. También sentimientos de culpa al fracasar en el matrimonio o por no poder mantener íntegro el hogar para los hijos, las recriminaciones “explicativas” recibidas de la expareja, los cambios negativos en la organización, la disminución del poder adquisitivo, la disminución del tiempo libre para los hijos y para sí misma, y el nuevo papel social que pasan a desempeñar.
Y como colofón, algunos estudios han evidenciado que las dificultades y la duración del proceso legal están negativamente correlacionadas con la relación coparental.
En resumen, el divorcio implica que se pase de una situación de apego sentimental y cooperación vital, a una situación de pérdida de vínculos afectivos, mayores dificultades en la vida cotidiana al no existir dicha cooperación cuando no una abierta beligerancia.
·               Síndrome del nido vacío

El “síndrome del nido vacío” es una sensación de soledad que los padres pueden sentir cuando los hijos abandonan el hogar. Es más común en las mujeres, pero puede ocurrir en ambos sexos.
Un lazo maternal fuerte entre madre e hijos puede empeorar esta condición. En ocasiones la mujer experimenta una pérdida de identidad como referente para la nueva generación, especialmente si la relación de pareja se encuentra postergada, o en una fase de rutina y poca complicidad.
Esta condición se ha vuelto más importante en los últimos cincuenta años a medida que las familias extensas son menos comunes que en otras épocas, y normalmente solo conviven dos generaciones (padres e hijos), y cuando los hijos entran en la edad adulta abandonan el hogar de los padres…
Si bien es cierto que la dificultad de acceso al trabajo y a la vivienda ha hecho que muchos treintañeros sigan permaneciendo en el domicilio de sus padres; pero no están vinculados a la vida hogareña, sino que conviven como meros huéspedes en un alojamiento donde se les proporciona casa, comida, y cuidado de sus enseres. En estas circunstancias, las madres suelen tener actitudes ambivalentes hacia estos hijos: se sienten esclavizadas por ellos, a la vez que temen que se independicen.

La película francesa «Tanguy» (2001) de Étienne Chatiliez, recoge la situación de un hijo adulto que no quiere irse de la casa de sus padres. 

3. Aspectos atribuidos al rol femenino
Ni quiero hacer énfasis en el papel atribuido a la mujer en la cultura tradicional, en el que a lo largo de toda su vida era propiedad de un hombre, primero del padre y después,  tras su matrimonio del marido.
Al contrario, me refiero a la situación de estrés específico para la mujer que representa el ejercer su rol (mas bien diría los diferentes roles) en la sociedad actual: el rol profesional, al que se le suma el control doméstico y el de la maternidad, no sólo en su función biológica sino también en el de “administración” emocional de la familia.
«Llego a todo… y hago yoga»
Por otra parte, todos sabemos de una “nueva epidemia” (al menos en su definición, no en su existencia) lo que se ha denominado como “violencia de género” aunque ejercida especialmente contra la mujer, y que afecta a todos los estratos sociales.

Una escena de la conmovedora «Te doy mis ojos» (2003) dirigida por Iciar Bollaín. Laia Marull y Luis Tosar, actores protagonistas

4. Estrés oculto y aspectos asociados a crisis vitales
La acepción “estrés oculto” hace referencia a la escasa satisfacción que algunas personas (en este caso mujeres) pueden obtener de circunstancias vitales consideradas  positivas.
En este sentido, el más claro y que veo habitualmente en consulta es el estrés asociado a la crianza. La historia típica sería la de una mujer, en situación de baja maternal o excedencia para cuidar a un bebé (deseadísimo y queridísimo). A esta madre, por otra parte cariñosa y entregada con su hijo, gran parte de las tareas que debe realizar en esa época le resultan tediosas (por poner un adjetivo tibio). Esta mujer puede sentirse atrapada en un mundo pueril de “Baby Mozart” y “Pocoyó”, con escasas horas de sueño, escaso tiempo para ella misma, visitas de abuelos o familiares a los que también hay que atender, conversaciones sobre naderías con otras madres ó canguros en el parque, la sensación de alejamiento de su pareja que sigue con su vida: trabajo, gimnasio, amigos… y que además puede recriminarle que “no esté trabajando”. Y todo ello, vivido con una gran ambivalencia, entre el sentimiento de injusticia por la situación,  y de culpabilidad simplemente por el hecho de sentirlo.

No siempre la crianza es una etapa dichosa
En cuanto a los aspectos asociados a crisis vitales, vengo a referirme al papel asignado a la mujer como cuidadora en caso de enfermedad. De los hijos, obviamente, pero también en una etapa de la vida, cuidadora de sus mayores (tarea que posiblemente tenga que compaginar con su trabajo y el cuidado de su propia familia).


  


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