Creo que no hay término en medicina ni en la vida cotidiana que se utilice con mayor profusión: la palabra estrés. Todos creemos entender el concepto en el sentido del daño por una sobrecarga, pero el estrés en sí mismo no tiene porque ser dañino, ya que se trata de un mecanismo de adaptación. 

 

Un poquito de historia:

El origen de la palabra estrés no proviene de la medicina, sino de la física. A su vez, la etimología de la palabra es latina, ya que proviene del verbo estringere (apretar). Se utilizó (y se utiliza) para explicar la resistencia que desarrolla una estructura cuando es sometida a una fuerza que le puede ocasionar una distorsión. 

Un jovencísimo aprendiz de médico,  Hans Selye (1907-1982) realizó la gran aportación de incorporar el concepto a la medicina. Siendo estudiante de segundo curso de la carrera, Selye describió lo que más tarde denominaría «síndrome general de adaptación», al percibir que muchos pacientes aunque sufrieran enfermedades distintas compartían síntomas similares, por lo que los consideró como producto del organismo para responder a la propia condición de enfermar. Y de aquí también salió el término que con posterioridad hizo fortuna.. la palabra estrés. 

Al llegar al dominio de la fisiología y por ende de la medicina, el estrés se define como

“la reacción fisiológica de un cuerpo cuando desarrolla distintos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante”

Y de ahí pasa al dominio de la psicología, por tanto la definición exacta de estrés sería el modo en que el organismo reacciona ante un desafío. Por tanto cabe distinguir entre:

1. Acontecimiento estresante (desafío, amenaza o sobrecarga).

2. El modo de reaccionar (el auténtico estrés):

Que se ejecuta  en los humanos y la mayoría de los mamíferos, a través del sistema nervioso central, el sistema nervioso autónomo y el eje hipotalámico-pituitario-adrenal, que darán lugar a respuestas fisiológicas. El estrés es una respuesta natural y necesaria para la supervivencia, pese a lo cual se confunde con una patología. Dado que el organismo no puede mantener estos estados de activación durante largos periodos de tiempo, el sistema nervioso periférico parasimpático intentará revertir estas respuesta a condiciones fisiológicas normales (y llevar a una recuperación del equilibrio interno u homeostasis).

3. Las consecuencias del estrés:

En el punto en que el organismo no es capaz de recuperar totalmente dicha homeostasis, se pueden producir una gran variedad de síntomas tanto físicos como psicológicos. 

Como ya se habrá apreciado, en lenguaje cotidiano se utiliza la palabra estrés de forma indistinta, tanto para referirse a los acontecimientos estresores como a las consecuencias (mucho menos al auténtico proceso), y generalmente con una connotación negativa.

¿Cuáles son sus causas?

Obviamente, y al hilo de lo anterior las causas o mejor dicho, los desencadenantes, son los factores estresores que generan el cambio en la homeostasis. Se clasifican en función de distintas variables:

  • Estímulos externos al individuo:
    • Estímulos ambientales (físicos, químicos, acústicos).
    • Percepciones de amenaza (se incluirían situaciones de peligro o integridad física, confinamiento, aislamiento, presión grupal).
    • Dificultades en las relaciones sociales (complicadas, fallidas o inexistentes).
  • Estímulos internos:
    • Alteración de las funciones fisiológicas (enfermedad, adicciones, fatiga extrema).
    • Somáticos, pensamientos, cogniciones y creencias del propio sujeto (situaciones que fuerzan a procesar el cerebro).
    • Frustración, bloqueo de intereses, no consecución de objetivos.
    • Debemos considerar también que el hombre, como ser pensante, evalúa continuamente su entorno, y algunos de los estímulos externos pueden ser magnificados o minimizados por sus estrategias de pensamiento, con lo que la división no es tan sumamente clara entre los estímulos externos e internos que están en constante interacción.

¿Qué síntomas se presentan cuando tenemos estrés?

Hay muchos síntomas asociados con el estrés, algunos claramente pasajeros y otros que pueden articularse en verdaderas enfermedades, de índole psicosomática o psíquica, entre éstas los cuadros de ansiedad (en cualquiera de sus formas) e incluso cuadros depresivos.

Ya se ha mencionado que el organismo libera sustancias hormonales al verse sometido a una circunstancia estresante o situación de mayor demanda. Ello conlleva que el cerebro esté en alerta, se pueden tensionar los músculos y aumentar la frecuencia cardíaca. En una situación a corto plazo, estas reacciones son favorecedoras (para escapar de una circunstancia de peligro, por ejemplo) o para manejar convenientemente la situación.

Si se mantiene esta respuesta, que inicialmente es adaptativa, esto es las circunstancias estresantes son crónicas o sostenidas,  nuestro organismo mantiene la alerta y con el tiempo pone en riesgo la salud. 

Cuando tiene estrés crónico, el organismo  se mantiene en alerta incluso cuando no hay peligro. Con el tiempo, esto supone un riesgo para la salud: 

  • Aumento de la presión arterial y sus efectos sobre el sistema cardiovascular.
  • Alteraciones endocrinas: cambios en el apetito con disminución o aumento de peso, obesidad, riesgo de diabetes.
  • Problemas menstruales.
  • Problemas digestivos, especialmente frecuentes.
  • Problemas dermatológicos, acné, eczemas.
  • Síntomas de dolor, fatiga y problemas articulares. Dolores de cabeza también muy frecuentes.
  • Falta de energía, atención y concentración
  • Alteración del ritmo de sueño: insomnio o por el contrario hipersomnia.
  • Y obviamente, cualquier combinación de estos factores, y por ende pueden las consecuencias de una situación desadaptativa de estrés pueden llevar a muchas personas a sufrir de patología psíquica:
    • Los específicamente denominados trastornos por estrés: agudo, postraumático
    • Trastornos de ansiedad (en cualquiera de sus formas, trastorno de pánico, trastorno de ansiedad generalizada, fobias)
    • Trastorno obsesivo-compulsivo.
    • Trastornos depresivos
    • A los que hay que añadir, las posibles adicciones secundarias, ya que en ocasiones las personas con estas dificultades acuden a sustancias como el tabaco, alcohol y otras para yugular parte de sus síntomas (generando un problema superior al inicial).

 

 

En la imagen de cabecera, el propio Hans Selye dando clase en la Universidad de Montreal. Su libro llamado «The stress of life» hizo fortuna y popularizó el término a todos los niveles.