He leído esta semana en un diario, declaraciones del futbolista David Beckham, acerca de su trastorno obsesivo-compulsivo:

Todo debe estar ordenado en línea recta y [las cosas] siempre deben ser pares. Cuando meto los refrescos en la nevera, deben ser números pares, si son impares quito uno y lo meto en un armario distinto. Si voy a un hotel, antes de relajarme tengo que poner todos los panfletos y los libros que haya en la habitación dentro de un cajón. Todo debe estar impecable”

Para el famoso jugador su trastorno no ha imposibilitado llevar una carrera deportiva exitosa y al parecer, también una vida personal plena. Sin embargo, no todas las personas que padecen TOC tienen esa suerte, dado que (al margen de ser o no un futbolista de éxito) este padecimiento puede ser muy limitante y contaminar la vida del afectado.

¿Qué es?

El trastorno obsesivo compulsivo estuvo clasificado dentro de los trastornos de ansiedad hasta la nueva edición de los criterios DSM (la 5ª) allá por el año 2013 y confirmada en su versión del 2022. Anteriormente el trastorno obsesivo-compulsivo fue considerado como una neurosis obsesiva. Desde los DSM-5 tiene categoría propia “Trastornos obsesivos y trastornos relacionados”.

El TOC se define por la presencia de pensamientos intrusivos, persistentes y recurrentes. Estos pensamientos (las obsesiones) son ideas, imágenes o impulsos que irrumpen en la mente de la persona que sufre esta patología, sin que éste lo desee, ni sea capaz de eliminarlas. Estas ideas le provocan aprensión, vergüenza, inquietud, temores y preocupaciones que el paciente trata de eludir o conjurar con la realización de conductas hechas de forma repetida (compulsiones).

El paciente se da perfecta cuenta de que las ideas, imágenes o impulsos son absurdos o desproporcionados y mantiene el sentido de la realidad, pero no puede impedir que estas obsesiones le causen no sólo ansiedad sino limitaciones en su vida.

Para neutralizar el malestar se realizan las compulsiones, que suelen ser conductas repetitivas, innecesarias y extrañas, tal como reconoce el paciente, y en principio tienen por objeto reducir la ansiedad asociada a los pensamientos. Sin embargo, el paciente también es consciente de que sus compulsiones son tan absurdas como las obsesiones, aunque no sea capaz de dejar de hacerlas.

Aunque la incidencia del TOC no es tan elevada como la de otros trastornos,  la OMS lo incluye entre las veinte primeras enfermedades incapacitantes, afectando a un 1 ó 2% de la población.

La intensidad del trastorno puede variar, y en general el grado de intensidad determina el pronóstico. También el cuadro puede ser esporádico, intermitente o continuo. En el curso de la enfermedad suelen superponerse episodios depresivos secundarios a las limitaciones que produce en la vida de la persona afectada.

Con respecto a los tipos de obsesiones y compulsiones, los más frecuentes son:

  1. Contaminación, contagio y limpieza. El paciente puede sufrir ideas obsesivas sobre la posibilidad de contaminación o contagio de suciedad, y caer enfermo. Estas obsesiones suelen acarrear compulsiones de limpieza o lavado (lavarse las manos repetidamente, ducharse también de forma repetida y metódica, limpiarse los dientes sin cesar, ponerse guantes para no tocar manivelas, interruptores…) llegando a producirse lesiones en la piel por erosión y exceso de lavado.
  2. Obsesiones de duda. El paciente duda sobre si ha cerrado bien los grifos, el gas, el televisor, las puertas… Entonces los rituales se dirigirán a revisar una y otra vez estos objetos (dos, tres y hasta cientos de veces…) lo cual consume tiempo y tampoco tranquiliza a la persona.
  3. Obsesiones de orden y simetría. Todo tiene que estar ordenado, la casa, la ropa, los objetos… De una manera enfermiza se comprueba una y otra vez la ubicación de las cosas.
  4. Existen otros tipos de obsesiones denominadas fobias de impulsión. Son aquellas en que al paciente le asalta la duda de si sería capaz de hacer algo extremadamente inadecuado (agredirse o agredir a otros, proferir amenazas, insultos, groserías o blasfemias) actos que por supuesto el paciente no desea realizar, pero ante la presencia de dicho pensamiento se angustia por si ello representara la posibilidad de llevar a cabo tal acción.

¿Y la causa?

La etiopatogenia de este trastorno no está totalmente dilucidada. Se considera que la desregulación del neurotransmisor serotonina es una alteración relevante, aunque también se han involucrado otros neurotransmisores, como la dopamina, ácido glutámico y otros neuropéptidos.  También se han estudiado las bases neuroanatómicas del TOC, describiéndose la disfunción de vías tálamo-orbitoestriatales y la participación de factores traumáticos o infecciosos en algunos casos. 

¿Tiene tratamiento?

El tratamiento más eficaz para el trastorno obsesivo compulsivo consiste en una combinación de psicoterapia de orientación cognitivo-conductual y farmacoterapia que incremente la función serotonérgica, aunque también puede requerirse estrategias de potenciación con algún antipsicótico atípico.