Ya he hablado de las fobias específicas, a un objeto o situación. Pero dentro de la categoría de los Trastornos de ansiedad y más concretamente de las fobias, existe un cuadro clínico que produce un malestar mucho más evidente: se trata de la fobia social también conocida como “Trastorno de ansiedad social”.
Se define por un miedo marcado y persistente a enfrentarse a determinadas situaciones sociales, a la interacción con las demás personas, o simplemente a ser observado en determinada situación, hasta tal punto que ese temor interfiere en la cotidianidad de quien la padece.
Hay algunos autores que la consideran una forma extrema de la timidez, e incluso he leído la teoría inversa, que la timidez es una forma menor de la fobia o el trastorno de ansiedad social.
Con lo cual, lo primero sería determinar que es la timidez, y sus diferencias con la fobia social. La definición de tímido que nos da la Real Academia Española de la Lengua dice:
Tímido (adj.)
(Del latín timidus). Temeroso, medroso, encogido y corto de ánimo.
Y aunque sabemos a que nos referimos con el adjetivo en cuestión, los investigadores en psicología evolutiva no se ponen de acuerdo si se trata de una condición innata predisponente en relación a determinada configuración del SNC o bien una pauta de comportamiento aprendida.
Se considera que la conducta tímida, se produce en situaciones desconocidas y es bastante característica en la infancia, y que puede disminuir con el tiempo y el aprendizaje social. También durante la adolescencia, se experimentan períodos de timidez.
Primera infancia y adolescencia, dos momentos en que es característica la timidez

Parece ser (contrastado en estudios longitudinales, es decir, a través del tiempo) que las personas tímidas tienden a interiorizar sus problemas. Se admite que la timidez conlleva cierta incomodidad en las situaciones sociales, que a su vez el tímido puede llegar a controlar al menos parcialmente. Las personas tímidas –a causa de su forma de actuar frente a los demás- pueden ser percibidas negativamente en las culturas que valoran las sociabilidad (como por ejemplo nuestra cultura occidental, y especialmente en su “variante meridional”).
El enanito Tímido

Asimismo hay otro concepto que parece solaparse al de la timidez, que es el concepto de introversión. La personalidad introvertida es aquella que mantiene una actitud típica que se caracteriza por la concentración del interés en los procesos internos del sujeto. Los introvertidos están interesados principalmente por sus pensamientos y sentimientos, es decir, por su mundo interior (*).
En este sentido, los introvertidos pueden evitar voluntariamente las situaciones sociales o ser concisos en su comunicación, por no estar motivados por la misma, es decir, las situaciones externas no les producen gratificación, mientras que el tímido experimenta incomodidad más que indiferencia en dichas situaciones sociales.
En decir, que dentro de la facilidad para relacionarse con los demás podríamos distinguir una especie de gradiente (totalmente arbitrario, y cuyas definiciones se solapan entre ellas):
  • Extraversión/Alta sociabilidad:  Interés elevado en las relaciones interpersonales, por gratificación del mundo exterior.
  • Normalidad: Aceptación de las relaciones interpersonales.
  • Introversión: No necesidad de relaciones interpersonales, por escasa gratificación de las mismas, o encontrar la información sensorial abrumadora.
  • Timidez:   Aprensión en situaciones o grupos novedosos.
    •   Desconfianza:   Dificultad o renuencia en la autoafirmación frente al grupo.
    • Anticipación negativa: Prevención general ante la posibilidad de interacción.
    • Intimidación: percepción de ser dominado o manipulado en las relaciones sociales. 
y finalmente:
  •  Fobia social: el caso extremo de la timidez. 

Así pues, la fobia social o el “Trastorno de ansiedad social” debuta como enfermedad psiquiátrica en 1980 con la publicación del DSM-III (los criterios diagnósticos de la American Psychiatric Association), pero en esa edición se le considera un trastorno de baja frecuencia. Sin embargo, en 1994, con la publicación del nuevo manual (DSM-IV) se le define como relativamente frecuenta, y con una incidencia estimada de que entre el 3% y el 13% de la población general lo sufrirán en algún momento de su vida. Estadísticamente parece que afecta más a mujeres que a hombres.
Se hablaba en ese momento de fobia social específica (cuando solo ocurría ante determinada circunstancia) y fobia social generalizada (en todas las interacciones sociales). No obstante, en 2013 con la publicación del DSM-5 se ha redefinido el concepto existiendo solo el “Trastorno de ansiedad social”.
La ansiedad social y sus síntomas
Como cualquier fobia el síntoma central es el miedo intenso, persistente y crónico a ser juzgado, avergonzado, humillado o a hacer el ridículo en situaciones de interacción social, los más habituales son:
Hablar en público o hacer una exposición.
Reuniones sociales en las que se espera que se relaciones (fiestas, eventos).
En los casos más graves encuentros inesperados con conocidos, e incluso familiares o amigos.
A diferencia de otras fobias, el objeto fóbico también emite señales. Es decir, que si una persona con ansiedad social se encuentra avergonzado y se ruboriza, es muy probable que su interlocutor se lo señale, incrementándose así la situación de incomodidad y vergüenza del sujeto…
El sentimiento de temor es tan intenso que la persona se pone nerviosa tan sólo con pensar en ello (es decir, desarrolla una ansiedad anticipatoria) e intenta esforzarse para controlar o suprimir la ansiedad. Sin embargo, los evidentes síntomas físicos que se acompañan: hiperhidrosis (sudoración excesiva) enrojecimiento facial, temblor de manos, tartamudeo, aceleración en el discurso, intranquilidad, etc,  van incrementando la percepción de ansiedad.
El “Trastorno de ansiedad social” se suele desarrollar en la primera juventud, tras la adolescencia. Los síntomas, sin tratamiento, pueden continuar a lo largo de toda la vida, y producir consecuencias negativas en la vida social, laboral y afectiva de la persona.
Además de las limitaciones que puede producir en su vida cotidiana, casi el 40% de los afectados de ansiedad social presentan algún tipo de abuso de substancias, especialmente de alcohol. Dado que la angustia en situaciones sociales es tan perturbadora es fácil que la persona utilice el alcohol, el cannabis o se automedique para controlar dichos síntomas. Lo cual no hace más que agravar el problema con dicha supuesta “solución”.
El consumo de alcohol, acompañante de la ansiedad social

Desde el punto de vista de tratamiento el trastorno de ansiedad social suele presentar una buena respuesta ante la terapia de tipo cognitivo-conductual, siempre que el terapeuta sea experimentado en dicho cuadro clínico. En muchas ocasiones, si los síntomas de ansiedad son tan incapacitantes (si se presentan crisis de pánico) o coexisten síntomas  de tipo depresivo, o abuso de substancias se precisará además un abordaje psicofarmacológico coadyuvante.
(*) Los términos introversión y extraversión fueron difundidos por Carl Gustav Jung en su obra Tipos psicológicos. En contraposición a la definida introversión tenemos la extroversión, que es la actitud típica caracterizada por la concentración del interés en un objeto externo. Los extravertidos se interesan por el mundo exterior de la gente y de las cosas, son más sociables y están más al tanto de lo que pasa en su entorno.
Tímidos famosos o fóbicos sociales famosos:
Agatha Christie

Algunos escritores han sido tímidos inveterados, como Agatha Christie, que tenía un miedo permanente a aparecer en público y ser entrevistada. También el escritor norteamericano Raymond Carver fue un gran tímido.







Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges era un tímido consumado (en su caso se podría decir que padecía de fobia social) ya que hasta los cuarenta y dos años sus discursos eran leídos por su amigo Oliverio Girondo.
Rafael Azcona
También fue un gran tímido (o fóbico) el gran guionista español Rafael Azcona. Jamás fue a recoger ninguno de los premios que le concedieron.










Einstein, un gran científico, un gran tímido
Entre los científicos, Albert Einstein fue un gran tímido durante su primera juventud, y tenía notables dificultades para expresarse en público, que parece superó en edad más tardía. 











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