Para muchos, este no será un paisaje perfecto

Perfección       (Del latín perfectĭo, -ōnis).
1.  Acción de perfeccionar.
2. Cualidad de perfecto.
3. Cosa perfecta.
Perfeccionismo
1.  Tendencia a mejorar indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo acabado.
Estas son las definiciones de la Real Academia Española de la Lengua para estos conceptos. ¿Por qué las menciono?
Porque de un tiempo a esta parte, escucho a un sinfín de personas que se declaran a sí mismas como perfeccionistas, atribuyendo a tal característica el núcleo central de su padecimiento.

Perfeccionismo: ¿bueno a malo?

Lo curioso del caso, es que la mayoría de estas personas no consideran el perfeccionismo como algo negativo, sino más bien como una cualidad que les “coloca” por encima de los demás seres humanos de su entorno ya que entienden que la causa de su sufrimiento es que no resisten “la imperfección” de los demás, puesto que les obliga a estar atentos y vigilantes en un sinfín de tareas sobre las que tienen que ejercer un control. 
¿Dónde ha quedado el placer de pintar en la pared?

Vale decir, que también ocurre es que muchos de los auto-denominados perfeccionistas no lo son especialmente…  Pero este –ismo goza de relativa “buena fama”. Es decir, parece un valor seguro declararse “perfeccionista” (sobre todo frente al mercado laboral) frente a manifestar  que no sufrimos o nos alteramos especialmente por el resultado obtenido en algún trabajo encomendado (aunque esa persona la ejecute con total solvencia y buen rendimiento).
Sin más palabras

Por lo tanto, creo que vale la pena aclarar el concepto desde una perspectiva psicológica (para ello me apoyo en el libro espléndido escrito por mi colega la Dra. Cristina Ruiz Coloma, “Atrévase a no ser perfecto”.
El perfeccionismo es un rasgo de personalidad, esto es una característica estable en la estructura de personalidad de un individuo. Dicho rasgo consiste en la creencia de que se puede y se debe alcanzar la perfección. Así dicho, no parece algo especialmente malo, sino más bien una cualidad, ya que el esfuerzo, el orden, la implicación y la meticulosidad son cualidades valoradas y ligadas a la eficiencia en el cumplimiento de objetivos. Supongo que de aquí viene la vivencia y el deseo de autoproclamarnos perfeccionistas.
Entonces, si el perfeccionismo está relacionado con la búsqueda de la perfección (algo positivo en sí misma) y cuyo motor es el deseo de superación (también algo bueno) ¿por qué puede representar un problema?
Analizando un poco más el concepto de perfeccionismo, la Dra. Ruiz nos explica que resulta de la combinación de tres aspectos:
·       El deseo de mejorar
·       Un afán por alcanzar metas excesivamente elevadas

·       La preocupación por el concepto que tienen los demás de uno mismo.
 


Es evidente que el deseo de mejora es algo constructivo, sin embargo los otros dos puntos ya pueden conllevar problemas. Esto es, fijarse metas inalcanzables y la preocupación excesiva por la opinión social son fuentes seguras de problemas y malestar.
Las personas rígidamente perfeccionistas tienden a proponerse objetivos que o bien son excesivamente elevados, o bien tienen una definición tan ambigua y subjetiva (la perfección) que nunca se sienten satisfechos con lo logrado. Este estilo de actuación ejecutado uno y otra vez puede llevar a nuestro acérrimo perfeccionista a un pensamiento categórico del estilo “todo o nada” (“o lo hago perfectamente o no lo hago”), también a posponer la ejecución de la tarea (“tengo que tener todos los datos y todo en orden antes de iniciarla”) por lo que el mismo se limitará la acción e incluso puede bloquearla.


A su vez el perfeccionista está tan pendiente de la aprobación de los otros que puede desdeñar su propio criterio, siente un temor inusitado ante la crítica, aunque sea muy leve… y el más pequeño de los “peros” puede constituir una evidencia del escaso valor de su trabajo (y por ende de su poca valía como persona). Entonces dicho sentimiento le refuerza su idea de que todo este malestar cesará si alcanza la perfección… y se ve impelido a conseguirla (sea o lo que sea la perfección).
Asimismo, en relación a la forma de expresar el perfeccionismo podemos definir tres tipos de personas:
a)   El perfeccionismo como búsqueda de la propia perfección.
b)   El basado en la necesidad de que los otros sean perfectos.
c)    El que sostiene de que los demás esperan la perfección en uno mismo.

Nuestra sociedad competitiva valora y favorece el perfeccionismo. Para triunfar se precisa un nivel de disciplina, trabajo constante y deseo de evitar el error. Por tanto, algunos aspectos del perfeccionismo pueden ser ventajosos en determinadas áreas de la vida, pero  el perfeccionismo es un problema cuando causa un desgaste emocional, cuando paraliza, cuando impide ser feliz.
Como colofón, también deseo señalar que no todas las personas podemos conseguir todo lo que nos proponemos. El lema “si quieres, puedes”, que tanto machaca nuestro tímpanos y retinas, -desde la publicidad televisiva que nos quiere vender un producto hasta los “gurús” de la autoayuda, que también venden su producto- no es cierto. Lo lamento, pero no lo es. No todos podremos ascender al Everest, ni viajar a la Luna, ni dirigir a la sinfónica de Berlín interpretando la V sinfonía de Mahler, ni tener un cuerpo perfecto, ni jugar al fútbol como Messi, ni al tenis como Rafa Nadal, ni tantas otras cosas… 

Nadia Comaneci, la gimnasta rumana de 14 años que consiguió el primer 10 (perfecto)
 en los JJOO de Montreal,
como el marcador no estaba preparado para los dos dígitos,
la puntuación que salió fue 1,00



Esto es, tenemos limitaciones y debemos asumirlo, pero nada nos impide mejorar. La mejor «competición» es frente a nosotros mismos, la motivación y la superación son inherentes al ser humano y posiblemente le hacen humano, desde una perspectiva psicobiológica. Que gran objetivo, ser mejor y hacer las cosas un poquito mejor cada día, pero tengamos claro que la perfección -prácticamente- es un concepto matemático o geométrico.

El filósofo y matemático Bertrand Russell (Premio Nobel de Literatura) expresa la belleza matemática con estas palabras:
 

Sir Bertrand Rusell

«La matemática posee no sólo verdad, sino también belleza suprema; una belleza fría y austera, como aquella de la escultura, sin apelación a ninguna parte de nuestra naturaleza débil, sin los adornos magníficos de la pintura o la música, pero sublime y pura, y capaz de una perfección severa como sólo las mejores artes pueden presentar. El verdadero espíritu del deleite, de exaltación, el sentido de ser más grande que el hombre, que es el criterio con el cual se mide la más alta excelencia, puede ser encontrado en la matemática tan seguramente como en la poesía.»

 

Los perfectos «sólidos platónicos»

La proporción áurea o divina proporción es la explicación matemática
de la belleza en el arte y la naturaleza
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