EL COMPLEJO DE TERSITES


Tersites fue un guerrero aqueo de la guerra de Troya, no sabemos mucho de él, pero Homero lo cita:



“Todos se sentaron y permanecieron quietos en su sitio, a excepción de Tersites, que, sin poner freno a la lengua, alborotaba. Ese sabía muchas palabras groseras para disputar temerariamente, no de un modo decoroso, con los reyes; y lo que a él le pareciera, hacerlo ridículo para los argivos. Fue el hombre más feo que llegó a Troya, pues era bizco y cojo de un pie; sus hombros corcovados se contraían sobre el pecho, y tenía la cabeza puntiaguda y cubierta por rala cabellera. Aborrecíanle de un modo especial Aquiles y Ulises 

(Ilíada, canto II, vv. 211 y siguientes).

Pues bien, el poco agraciado Tersites ocupa un lugar en la psicopatología, ya que ha dado nombre al “Complejo de Tersites”, esto es al actualmente conocido como “Trastorno dismórfico corporal”, que antes llamábamos  “Dismorfofobia”.
¿A qué se le llamaba “Complejo de Tersites«?
El Trastorno dismórfico corporal (TDC) se caracteriza por la preocupación por un defecto físico imaginario, o bien una preocupación excesiva y obsesiva por un defecto físico real, que preocupa sobremanera, hasta el punto de constituir el eje central del pensamiento de la vida de quien lo padece.

«No me veo bien…»
Esta preocupación es sumamente exagerada y afecta muy negativamente, mejor dicho, contamina completamente el desarrollo de la vida social, laboral o familiar de la persona que lo padece.
Es un trastorno bastante frecuente, se estima que entre el 1 y el 2% de la población general lo padece. Si hacemos una sencilla regla de tres, veremos que en nuestro país pueden ser casi setecientos mil afectados. El trastorno además tiene una elevadísima comorbilidad con los cuadros depresivos y los cuadros de ansiedad.
«Cada vez estoy más preocupada y más triste…»

El origen del TDC no está claro, ya que al realizar la historia clínica en algunos casos encontramos factores psicológicos, biográficos o ambientales del pasado o del presente del individuo. Pero en muchas circunstancias no parece fácil atribuir una psicogenia, ya que el paciente puede no haber experimentado burlas o rechazo por su aspecto físico, ni siquiera leves comentarios negativos… Puede tratarse de una persona especialmente guapa y bien parecida que no deja de mirarse al aspecto porque se obsesiona por la forma de su frente, sus cejas y su nariz o el color de su pelo.
En muchas ocasiones los síntomas aparecen como una idea fugaz, a la que se le va dando mayor importancia hasta convertirse en obsesiva. El espectro de las preocupaciones va desde el pensamiento de ser “poco atractivo/a”, “no ser normal”, “ser horrible”, “verse como un monstruo”. Las preocupaciones pueden centrarse en una o varias zonas del cuerpo, es habitual en las partes de la cara (frente, boca, cara, forma de las orejas, barbilla, nariz), pero no se limitan a ella, pues cualquier zona corporal puede ser la que cause insatisfacción… También es común la preocupación por la asimetría percibida en algunas partes del cuerpo (“tengo una mano más grande que la otra”, o bien “mi cadera izquierda tiene celulitis, y no así la cadera derecha”).

«Siempre me estoy mirando al espejo…»
Tras esa percepción y la preocupación consiguiente, el paciente realiza una comprobación constante de ese detalle del aspecto físico (que por otra parte ya he mencionado que puede ser totalmente normal, o como mucho existir un leve defecto). Pueden llevar a cabo comportamientos o actos mentales (como comparaciones) repetitivos y excesivos. El individuo que sufre este trastorno se siente impulsado a realizar estas conductas que no son placenteras, le ocupan tiempo y además no puede controlar. Lo habitual es que compare su apariencia con la de otras personas, se mire constantemente al espejo o a cualquier superficie reflectante (en un intento vano de tranquilizarse), ocupen gran parte de su tiempo en prepararse y disimular su aspecto, toqueteando las partes que les preocupan, y lanzándose a una búsqueda sin tregua de tratamientos cosméticos que les mejoren.
Tanto las comprobaciones como el resto de actos, no tranquilizan, como  sucede con todas las comprobaciones que devienen en la esfera obsesiva, al contrario, inquietan todavía más a la persona atacada por esta preocupación… y en grado extremo aparece una auténtica distorsión de la imagen corporal de dicha zona.

«Que espaldas tan anchas…»
Pueden tratarse de pacientes tan obstinados en sus quejas y tan impermeables al sentido común que en ocasiones consiguen ser intervenidos quirúrgicamente ya que es difícil que se conformen con su aspecto o evalúen correctamente la naturaleza de su problema. Las quejas están muy relacionadas con los cánones estéticos al uso, pero en contra de lo que cabría esperar, afecta por igual a hombres y a mujeres.

Todos conocemos a hermosas mujeres que lo sufren


Michael Jackson, un ídolo. Pero también el paradigma del «Trastorno dismórfico corporal»

Estos pacientes, aunque no son enfermos delirantes en estricta consideración psicopatológica, son tan resistentes al razonamiento lógico y tan poco influenciables por la evidencia, que resulta difícil que acepten un abordaje psiquiátrico o psicológico para su padecimiento, aunque cuando se tratan mejoran extraordinariamente de su particular obsesión.
Este trastorno se había clasificado entre los llamados “Trastornos somatomorfos” o psicosomáticos. Desde la aparición del DSM-5 se incluye en la categoría de los “Trastornos obsesivos” (que por otra parte, y según mi opinión,  ha devenido excesivamente heterogénea).  
Dentro del “Trastorno dismórfico corporal” se ha descrito también una subcategoría que es la “dismorfia muscular” que se da casi exclusivamente en varones y consiste en la preocupación por la idea de que el cuerpo es demasiado pequeño o insuficientemente musculado. Una mayoría de estas personas realizan ejercicio y dieta en forma abusiva, causándose en ocasiones daños corporales.