Ayer estuve viendo una película que tenía en DVD, en español se tituló “Cena entre amigos”, dirigida por Norman Jewinson en 2001, no se trata de una obra maestra por lo que no pasará a la historia del cine, pero habla de un tema tan habitual en la consulta de un psiquiatra, que no puedo resistirme a elucubrar sobre el mismo.
 
El argumento de la película es simple, dos parejas casadas se disponen a cenar juntas. Son grandes amigos, a lo largo de muchos años han compartido comidas, diversiones, aficiones, han pasado buena parte de la vacaciones juntos, y sus respectivos hijos les consideran tíos. Mantienen un trato estrecho y frecuente que les hace sentirse casi familia, mejor dicho más que familia. Sin embargo, el marido de la pareja invitada no acude a esa cena, en la que los anfitriones quieren obsequiarles con nuevas recetas aprendidas en una reciente estancia en Italia. Solo van la madre (Beth) y sus dos hijos y se justifica la ausencia del marido/padre (Tom)  aduciendo un viaje de trabajo… pero luego se nos revelará que se trata de un viaje vital, ya que Tom se ha enamorado de otra persona, y el matrimonio está a las puertas de la separación, obviamente promovida por el esposo.
A partir de esta revelación presenciamos el impacto de la noticia, tanto en sus protagonistas como en los amigos observadores. Cómo Beth se siente traicionada y absorta ante el abismo que se le presenta: un cambio de vida no decidido por ella. Como Tom quiere justificar su decisión ante la propia Beth, en una discusión a la vez hilarante y crispada, aunque de verdad lo que le importa es como se posicionarán sus amigos (los anfitriones de la cena Karen y Gabe) si a favor de él o de ella.
También contemplamos como Karen y Gabe, se sienten perplejos por dicha situación: Karen se solidariza con Beth y Gabe se mantiene algo más neutro, aunque al final también se impacienta con Tom. Vemos claramente como la ruptura de sus amigos también afecta a su vida, porque han construido una especie de “matrimonio a cuatro” siendo la otra pareja los sustitutos de su familia de origen.
 
La «pareja feliz»
 
La película incluye un flash-back de unos quince años atrás en unas vacaciones, y como Beth y Tom se enamoraron bajo el “patrocinio” del joven matrimonio formado por Karen y Gabe. Meses después de la cena que da título al film, las mujeres por un lado y los hombres por otro comparten un almuerzo. 
 
¿Cómo es posible que ya te hayas repuesto?
 
Los componentes de la pareja ya divorciada,  se sienten exultantes porque cada uno por su lado cree haber encontrado un nuevo amor… con esa  persona comparten nuevas aficiones, invierten tiempo el uno en el otro y se sienten comprendidos. Gabe insiste en preguntarle a su amigo ¿durante cuánto tiempo? Por otra parte, los componentes de la «pareja feliz» harán una mirada crítica a su propio matrimonio, con cierto miedo a descubrir que no son todo lo felices que ellos creían al ahondar en la solidez de su relación. 
 
Y eso me hizo pensar en las posibles etapas de la vida de la pareja (aunque no se trata de un dogma) existen ciertas descripciones que las identifican: 
 
 
  •  Una etapa de luna de miel, romantizada, idealizada y exclusiva.
    La idealizada etapa de la «luna de miel»
  • Una etapa de vuelta a la realidad, en la que se hacen evidentes las responsabilidades, trabajo, obligaciones… y en la que también los miembros de la pareja suelen darse cuenta de que “el otro” no cumple totalmente sus expectativas… en ese momento es habitual que uno de los dos intente que el otro vuelva al estadio anterior de “luna de miel”, cosa que biológica y psicológicamente es imposible. En este estadio lo saludable es que cada uno halle sus propias necesidades en la vida, y plantee nuevos modelos de relacionarse con la otra persona, que se restablezcan los contactos con un grupo más amplio, sin olvidar el disfrutar de actividades y tiempo juntos.
     


    ¿Vuelta a la realidad?
  • Tras la  “vuelta a la realidad” puede también aparecer una etapa de conflicto por la independencia y/o el poder. Esto es, que puede existir un temor a perder la independencia o un deseo de mantener una preminencia en la relación, con lo cual la tarea a realizar es la de reconciliar las polarizaciones, aceptar los rasgos positivos y negativos del compañero y de uno mismo para sustituir el abandono de la lucha de poder por la cooperación y la intimidad.
    Etapa de conflicto
  • Etapas de estrés, habitualmente en relación a las obligaciones familiares, tanto sea de la familia propia: crianza de los hijos, problemas de éstos en especial en la etapa adolescente, o bien la sobrecarga del cuidado de la generación anterior. Asimismo, la pareja con notables responsabilidades financieras a sus espaldas puede verse afectada por problemas económicos, como los que ha generado la crisis económica a partir de 2007, desempleo, pérdida de capacidad adquisitiva de la familia.
     
     
    Hijos: alegría, responsabilidad… y falta de intimidad
     


     

    En estas etapas, la presión acumulada pueden hacer más manifiesta aquello no resuelto en fases anteriores, es habitual que sea una época en que las discusiones acerca de la continuidad de la pareja, separación y divorcio, estén a la orden del día, y en muchas ocasiones no se consuman las mismas por las propias responsabilidades en que las personas se hayan inmersas, aunque sin abordar los problemas inherentes a la relación. Por ello, existe el riesgo de que la ilusión perdida dentro del matrimonio se encuentre en algún elemento externo, y no siempre se trata de la infidelidad (veneno para la relación), puede concretarse en una afición que se practica por parte de uno con total desmesura en cuanto al tiempo de dedicación, a costa del escaso tiempo de que se dispone para la pareja.

    … distancia
  • Etapa de compromiso: cuando los miembros de la pareja se sienten aceptados y a su vez son aceptantes con respecto al otro. 
    … o compromiso

    En este caso podemos decir que los miembros de la pareja han elegido la relación, no que se hayan conformado a ella, ambos toman la responsabilidad de las conductas y pensamientos de uno mismo, es decir mantienen su libertad personal, aunque comparten las responsabilidades de la vida diaria y soportan las fuerzas y éxitos del otro, reconociendo su interdependencia común, la comunicación es mejor y más directa y se mantiene la intimidad. Los conflictos se confrontan desde el inicio y se manejan mediante la colaboración y la negociación. Es evidente que pueden existir diferencias de criterios y expresar agresividad y enfado, pero estos no deben ser amenazantes para el otro. Y cada uno de los miembros de este equipo de dos valora profundamente al otro, es algo tejido con amor, sacrificio, cariño, paciencia, respeto, admiración, benevolencia y buen humor. 

Obviamente no todas las parejas llegan a esa etapa de compromiso, en la que no hay fisuras en cuanto al mismo. Y con ello, no me refiero a que el matrimonio dure, sino que el matrimonio o la relación de pareja de una suma positiva para ambos.
En muchas ocasiones, cuando los miembros de una pareja acuden al terapeuta, ya se han consumido muchas de las fases de las que no hay vuelta atrás. O bien, por una desgraciada elección en el momento del enamoramiento, o bien porque las personalidades de ambos no les ayudan a entretejer esa red…, ya que con el transcurso del tiempo somos personas diferentes a cuando nos enamoramos.
En parejas “normales” (*) habitualmente el primer problema que nos alerta suele ser el de la comunicación, mejor dicho la falta de comunicación o una comunicación conflictiva, el momento en el que se detecta este problema suele ser el óptimo para iniciar un abordaje terapéutico, ya que estos problemas se resuelven a través de la comunicación y el pacto.

 

(*) Entiendo por parejas normales aquellos que no están imbuidas situaciones de violencia, abuso, maltrato, actividades delictivas, problemas de tóxicos o similares, situaciones éstas en las que la única solución es la huida de la relación. 
Situaciones de violencia,abuso o maltrato… hay que salir de la relación

 

Y me permito un buen consejo…
aunque no sea mío: