Pedro Picapiedra, a punto de padecer el síndrome de burn-out

En 1974 el psicólogo estadounidense de origen alemán Herbert Freudenberger realiza un extenso estudio de campo sobre el personal sanitario en el que describe los síntomas que padecen las personas con agotamiento profesional. En 1980, publica su libro “Burn Out: The High Cost of High Achievement. What it is and how to survive it” que se convertirá en referente para el estudio de este cuadro.
Aunque había sido otro psicólogo H. B. Bradley quien había descrito el síndrome en 1969, sería el libro de Freudenberger el que divulgaría y haría conocer a la comunidad médica dicho cuadro. Curiosamente, Freudenberger toma el nombre de una novela de Graham Greene publicada en 1960: “A burnt-out case”.   
El síndrome que no se encuentra reconocido en las clasificaciones de enfermedades mentales DSM, y sólo en una categoría accesoria de la CIE-10, también es conocido como “síndrome de desgaste profesional”, “síndrome del trabajador quemado” y en francés bajo el elegante término de “surmenage”.

En general, las poblaciones más vulnerables son aquellas en las que existen interacciones humanas de carácter intenso y duradero (trabajador/cliente; trabajador/usuario). El burn-out se desarrolla como respuesta a la alerta y al estrés constante y a la sobrecarga laboral. Estadísticamente afecta más a mujeres que a hombres, y con lo dicho anteriormente parece claro que determinados sectores serán más proclives a padecerlo: profesionales sanitarios y de la educación, miembros de las fuerzas armadas en situación de conflicto, deportistas de elite…

Peligro: cirujano «quemado»

Los maestros, otras posibles víctimas del estrés laboral

El burn-out suele definirse a través de tres parámetros:

  • Agotamiento, es decir, no ser capaz de ofrecer más de uno mismo a nivel emocional.
  • Suspicacia/escepticismo, una actitud distante hacia el trabajo, hacia los compañeros del mismo y hacia las personas con las que se trata en el mismo.
  • Ineficacia, la sensación de no llevar a cabo competentemente las tareas asignadas.

 

Agotamiento, escepticismo, ineficacia… Al final, sentimiento de impotencia

Lo principal es el sentimiento de impotencia, la persona se siente cansada al inicio de su jornada. Tiene la percepción de que el trabajo no tiene fin, y que su trabajo nunca se termina. Por otra parte, la persona que lo sufre pierde su capacidad de disfrutar de lo que antes le alegraba, y aún cuando no esté trabajando se siente estresado y con una enorme necesidad de descanso que hace que posponga o eluda cualquier otra actividad. A todo esto se suman multitud de síntomas físicos: dolores de cabeza, manifestaciones vegetativas de ansiedad, como taquicardia, sudoración, disnea, insomnio y mala calidad del sueño, trastornos digestivos… entre otros.
Además la crisis económica en la que estamos sumidos en los últimos años ha hecho que las condiciones de trabajo de los profesionales de la educación y de la sanidad sean mucho más extremas. Han disminuido sus ingresos, también los recursos disponibles para hacer su trabajo, los usuarios con los que tratan cada día no están más contentos (al contrario) y están sometidos a una fuerte presión por parte de las instituciones de las que dependen para que rindan más (y que se consideren afortunados de tener trabajo).

Genial Forges


Naturalmente, todo esto es extrapolable a otros sectores ya que aquellos que felizmente conservan su empleo, suelen tener que desempeñar más tareas, porque en su trabajo (sean empresas grandes, medianas o pequeñas… o trabajadores autónomos) son menos personas para todo lo que se debe abarcar…
… Y la paradoja es que mucho de los que están desocupados desearían sufrir el “síndrome de burnout” por lo que ello implicaría: tener un trabajo, aunque les hiciera perder la salud.

Sin más palabras

Los humoristas gráficos reflejan la realidad con un ácido sentido del humor. Entre los españoles destacan Forges y el Roto.


 El Roto, y su particular visión de la crisis


Novela de Greene, cuyo título dio nombre
al síndrome
Henry Graham Greene (1904-1991), autor de «A burnt-out case» fue un escritor, guionista y crítico británico cuya obra explora la confusión del hombre moderno, al tratar de asuntos políticos o moralmente ambiguos en un transfondo contemporáneo.
Muchas de sus obras tienen como protagonistas a espías o agentes en el período de entreguerras o durante la Guerra Fría: El agente confidencial (1939), El poder y la gloria (1940), El americano impasible (1955), Nuestro hombre en La Habana (1958), El décimo hombre (1985)… entre otras.
Graham Greene
Pero posiblemente su obra de mayor difusión fue el guión para la película dirigida en 1949 por Carol Reed “El tercer hombre” (Orson Wells interpreta al villano Harry Lime en la Viena de la postguerra, la de la famosa escena de la noria en el Prater). Tras el éxito de la película, Greene convirtió el guión en una novela. 


 Aunque nada tenga que ver con el estrés laboral, o el síndrome de burn-out, no he podido resistir poner este vídeo acerca de «El tercer hombre», en reconocimiento a Carol Reed, a Orson Wells, a Joseph Cotten, a Alida Valli y a Anton Karas. 




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