La diferencia estribaría no sólo en la intensidad de los síntomas (leves para la timidez) y más graves e incapacitantes para la fobia social, sino también en una diferencia cualitativa.
La persona tímida puede que no se vea a sí misma competente en situaciones sociales pero acepta dicha característica sin que afecte a su estado anímico e incluso no le resulta agradable la interacción social, aunque no sea “el rey de la fiesta”. Sin embargo, aquellos que padecen fobia social sufren terror ante las mismas, están permanentemente preocupados por cualquier relación cotidiana por lo que establecen alambicadas conductas de evitación, sufriendo una baja autoestima y sintomatología depresiva secundaria.
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