Alcoholismo

El alcoholismo, también conocido como trastorno por consumo de alcohol hace referencia a los problemas que genera el consumo de esta sustancia. La dependencia al alcohol es una enfermedad más frecuente de lo que creemos y uno de los principales motivos de consulta en salud mental. Obviamente, se caracteriza por un consumo excesivo de la sustancia, durante un tiempo más o menos prolongado y que deviene en una dependencia de la misma y los efectos nocivos que ello conlleva.

“Me quitaron el carnet de conducir por conducir bebido… no era la primera vez, suerte que no le hice nada a nadie»

“Mis padres no sospechan que bebo mucho, bueno bebo como todos los de mi pandilla, pero a mí me sienta fatal”

Alcoholismo y adolescencia:

La adolescencia es una etapa especialmente vulnerable frente a los problemas de adicción, y como no, frente al alcohol, una sustancia de fácil acceso y muy presente en la forma de divertirse de la juventud.

Se puede afirmar que la adolescencia es una etapa de búsqueda, investigación de la propia identidad (que suele confundirse con la identidad colectiva de su grupo) y de transgresión. La convivencia con otros jóvenes que son consumidores y pueden “minimizar” el riesgo de consumo suele ser la principal motivación para iniciarse en el hábito.

No olvidemos, por otra parte, que se trata de una sustancia muy accesible, relativamente barata y que costumbres como la práctica del “botellón” la hacen todavía más accesible con todo el halo del rito de iniciación.

La presión social del propio grupo es muy fuerte y normalmente va orientado hacia la rebeldía, la transgresión, saltarse las reglas, explorando lo que consideran formas “más adultas” de diversión. Si además de estos condicionantes nos hallamos ante personas jóvenes que se enfrentan a situaciones que pueden dañar seriamente su autoestima y que les provoque angustia o sentimientos de frustración, pueden ser víctimas de un consumo ya no lúdico, sino “para aliviar” esos sentimientos de frustración y malestar. No olvidemos que, inicialmente, el alcohol es un “buen ansiolítico” (reduce la ansiedad) pero a costa de un enorme efecto de rebote, amén de otros problemas asociados.

Aquí es muy importante que la posición que los padres adopten sobre el tema del alcohol se mantenga firme, y no se minimicen los consumos con frases exculpatorias de tipo “todos hemos sido jóvenes”, “con una buena borrachera, aprenderá” y cosas así. Es cierto, los padres han sido jóvenes, pero jóvenes de otra generación y otro tiempo. Ante un consumo de alcohol hay que mantenerse firme, escuchar, averiguar si existen otros problemas y sobre todo acotar los límites, que son indispensables para encauzar a los jóvenes que han de aprender naturalmente a divertirse, pero no a costa de su salud física o psíquica.

Por tanto, es conveniente conversar con los hijos sobre las consecuencias del consumo de alcohol ya desde edades tempranas, aunque en casa se consuma en ocasiones, se debe educar dentro de la responsabilidad. También se ha de encarar el tema de frente si sospechamos cualquier tipo de abuso del mismo a cualquier edad.

Existen unos signos de alarma, que quizá puedan orientarnos sobre este problema (no solo de consumo de alcohol, sino también de otras sustancias):

  • Los episodios de irritabilidad con pérdida de control y violencia.
  • Olvidar lo que sucede, perder la conciencia.
  • Causar accidentes de tránsito.
  • Realizar conductas arriesgadas poniendo en peligro su integridad.
  • Faltar a clases o bajar su rendimiento académico.
  • Tener problemas legales, habitualmente por conducción y peleas.
  • En estado de intoxicación etílica, pérdida de las medidas de protección frente a un embarazo o enfermedades venéreas.
  • En suma, hacer cosas de las que se arrepentirán más tarde.

Aunque parezca que los adolescentes y jóvenes rehúyen a sus mayores, la mejor forma de apoyarles y ayudarles es estar cerca de ellos. Los jóvenes que perciben a su familia presente y pendiente de ellos tienen una propensión menor a desarrollar el hábito de consumir alcohol.

Los estudios científicos han demostrado que el alcohol es adictivo para todas las personas -sin excepción- pero cuando el consumo se inicia en la adolescencia, el riesgo a desarrollar esa adicción aumenta por lo menos cinco veces.

Preguntas frecuentes

Desde luego, la adicción al alcohol es una enfermedad. No se trata simplemente de una elección personal del sujeto, sino de un problema de salud, que se ha iniciado por estar en contacto con la sustancia, en este caso el alcohol, pero la neurotoxicidad de la sustancia ha llevado a la persona a una situación de abstinencia, definida por los fenómenos de tolerancia y abstinencia.
No puede afirmarse que sea debido a una única causa. Cada vez cobra más peso el hecho de que existen personas que tienen una vulnerabilidad genética, tanto por la forma en que metabolizan el alcohol, como porque en contacto con dicho tóxico se ponen en marcha mecanismos genéticos que facilitan la adicción. Y esto será así, cuanto más joven sea la persona cuando entra en contacto con el alcohol por primera vez.
Al margen de la cantidad de alcohol ingerida, y de si experimenta fenómenos de tolerancia o dependencia, podemos decir que cualquier persona está en consumo de riesgo cuando experimenta problemas derivados del consumo de alcohol. Y no sólo problemas físicos, sino también que el consumo le cause dificultades en su entorno familiar, laboral y social, así como síntomas de tipo psíquico.