Esta es una pregunta que depende de distintas variables: la propia edad y estado de maduración del adolescente, lo que cada uno considere razonable –sin dejarse influir por el “a todos les dejan”- el nivel de responsabilidad del hijo, la posibilidad de peligro real.
Como ejemplo, no es lo mismo que un jovencito de trece o catorce años quiera ir al cine con sus amigos por la tarde, que a la misma edad exija realizar salidas nocturnas volviendo a casa de madrugada. En cualquier caso es un problema de sentido común y negociación.