Una fobia es un tipo de trastorno de ansiedad definido por un miedo persistente y excesivo a un objeto o situación.

Las fobias provocan un inicio rápido de la respuesta de temor y los afectados harán todo lo posible para evitar dicha situación u objeto, en un mayor grado o de forma desproporcionada al peligro real que representa (el objeto o la situación) que temen. Si no se pudieran evitar, los pacientes experimentar una angustia significativa que pueden incluir desde crisis de angustia hasta desmayos. Tres cuartas partes de las personas con fobias tienen fobias múltiples. Para poder realizar el diagnóstico es preciso que dichos temores estén presentes durante más de seis meses.

Este preámbulo acerca de las fobias (en general) me sirve para introducir la gran cantidad de temores con respecto a la salud y a situaciones determinadas que se están produciendo por causa de la pandemia: a la enfermedad, a ir a hospitales o centros de salud, a hipotéticas aglomeraciones, a la contaminación de productos que puedan entrar en casa y la más reciente, el temor a las propias vacunas. Estos temores en algunos casos están en el límite entre la nosofobia y la hipocondría.

Es evidente que se nos ha alertado de que es fundamental que seamos cautelosos, muy cuidadosos con la higiene de manos, las mascarillas y la distancia social. Medidas necesarias para evitar la propagación del odioso SARS-Co-V-2 que está trastocando nuestras vidas. Pero para algunas personas, todo ello se está convirtiendo en auténtica fobia a la enfermedad… pero ¿cuál es el límite entre la precaución cuerda y de la exageración fóbica?

Dada la contagiosidad de coronavirus, vale la pena ser muy pero que muy cuidadoso. Ahora bien, al margen de consideraciones económicas (que cuentas y mucho en la vida de las personas) ¿deberíamos encerrarnos a cal y canto? A su vez la mayoría de las personas están hartas de las restricciones (ya lo vemos cuando se abre un poquito la puerta a la semilibertad), pero, sobre todo, creo que las personas están muy desconcertadas…

Estas semanas muchas personas me preguntan sobre la idoneidad de la vacuna, concretamente de una de las marcas… y de la noche a la mañana ya son dos tipos de vacunas que producen rechazo (la vacuna Vaxzeria, nombre comercial de la propuesta por el laboratorio AstraZeneca y la vacuna de Janssen, de la que no conozco su nombre comercial) por la posibilidad de producir trombos que a su vez han tenido un resultado letal en unos doscientos casos. Leo que esto ha influido en que algunos que tenían ya cita previa para vacunarse no han acudido.

Como no soy especialista en infecciosas, virólogo, epidemiólogo o vidente, intento contestar a estas preguntas con suma cautela y respeto por el temor. Cuando digo que la letalidad de la Covid-119 está en un 1% de los infectados y la de los trombos generados por la susodicha vacuna en 1 por 300.000 casos, la gente me responde… “pero igual del Covid no me contagio, pero si me pongo la vacuna seguro que entro en esa tómbola”.

Leía hace poco que se han generado más de ciento veinte mil artículos científicos sobre la enfermedad que produce este virus. Supongo que no todos son de la misma calidad y que no hay humano que haya podido abarcar todos los aspectos de la enfermedad. Pero lo que es cierto es que estamos sometidos a una sobre-exposición de esta información, sobre todo en sus aspectos más alarmantes. Y también que parece que los gestores toman decisiones diferentes (muy diferentes y diversas) basadas en los mismos resultados, cosa que añade más desconcierto y con ello la desconfianza. Vale la pena leer este artículo de información sobre la seguridad absoluta de cualquier fármaco.