La mayoría de nosotros hemos experimentado el efecto beneficioso de un abrazo. ¿Cuándo nos caíamos siendo niños, qué nos consolaba mejor que los brazos cariñosos de mamá? ¿Y los abrazos y achuchones de los abuelos? O la camaradería trenzada de nuestros colegas adolescentes. Y por supuesto, los besos y abrazos del primer amor…

abrazo madre consolando

Pues bien, puestos a estudiarlo todo se ha publicado un estudio (enlace) en el que se examinó el efecto del abrazo en la salud de los participantes (404 adultos sanos), en concreto se evaluó la susceptibilidad a desarrollar el resfriado común.

He aquí los resultados:

  • Las personas que reportaron más abrazos y un mayor apoyo social presentaban una probabilidad menor del 32%) de sufrir un resfriado.
  • Los investigadores interpretaron como que el hecho de abrazar, disminuía el estrés de la persona que lo recibía (o como dirían muchas personas, abrazar “aumenta las defensas”).

La autora principal del estudio, la profesora Cohen de la Carnegie Mellon University de Pennsylvania manifiesta:

“abrazar es un marcador de intimidad y ayuda a generar la sensación de que otros están ahí para ayudar en la cara de la adversidad»

 

Pero… ¿cómo funcionaría un abrazo?

Los expertos en el tema atribuyen los beneficios de los abrazos en relación con la salud, por el efecto de la liberación de oxitocina, también llamada la “hormona de la vinculación”.

abrazos oxitocina

Cuando se abraza a alguien o se recibe un abrazo se estimulan los receptores de presión bajo la piel, de forma que se produce una serie de estímulos que incluyen un incremento de la actividad vagal (del nervio vago) que genera un estado de relajación. Esta estimulación del nervio vago, a su vez,  provocaría un aumento en los niveles de oxitocina.

Este aumento de la oxitocina, generaría además una disminución de la frecuencia cardíaca y también una caída en los niveles plasmáticos de las hormonas relacionadas con el estrés: cortisol y noradrenalina. La oxitocina se produce principalmente en el hipotálamo y se libera al torrrente sanguíneo a través de la glándula hipófisis, sin embargo, parte de la sustancia permanece en el cerebro, incluyendo en el estado anímico y el comportamiento.

También se han realizado estudios en relación a que la oxitocina puede mejorar la función inmune y la tolerancia al dolor:

  • En estudios animales se halló que la secreción de oxitocina disminuye la inflamación tras un accidente cerebrovascular agudo y un paro cardíaco.
  • En 2010, un estudio sobre conducta humana halló que las parejas con mejores niveles de comunicación positiva tenían mayores niveles de oxitocina y sanaban más rápidamente de las heridas.
  • En 2015, un nuevo estudio descubrió los efectos analgésicos de esta hormona, lo que lleva a una reducción de la intensidad percibida del dolor.
  • En cuanto al estado anímico, la oxitocina aumenta los niveles de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina.
  • En experimentación animal, se diseñó un trabajo mediante el que se inhibía la señal de oxitocina con un agente farmacológico. Los animales así tratados mostraron un incremento de cierto tipo de comportamiento de aislamiento social, similar al que se presenta en la depresión.

Bien, todos estos estudios parecen ser deslavazados y poco estructurados entre sí, pero van ahondando en nuestro conocimiento sobre la relación entre nuestra bioquímica cerebral y nuestro comportamiento.

En cualquier caso, ¿a quién no le gusta recibir un abrazo?

Algunos abrazos de cine. Cuidado, hay un abrazo traidor, el de los hermanos Corleone en “El Padrino II”