Hablar de autoestima es casi un tópico, ya que quién más o quién menos comenta el estado de eso, la autoestima, como si se tratara de un a depósito de combustible: “tengo la autoestima muy baja”…

Pero, de que hablamos cuando hablamos de AUTOESTIMA, aunque todo sabemos a qué nos referimos, en muchas ocasiones, por no decir casi siempre, nos sería complicado dar una definición. Pues resumiendo y concretando la autoestima es la percepción evaluativa de nosotros mismos.

Autoestima: percepción evaluativa de nosotros mismos

Autoestima: percepción evaluativa de nosotros mismos

Si nos extendemos un poco más en el concepto podemos decir que se trata del conjunto de pensamientos, percepciones, evaluaciones y sentimientos dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser, nuestra forma de comportarnos, nuestras características físicas y de carácter. Y resumiendo de nuevo: lo que uno piensa de sí mismo en concepto de valor.

Hay que tener en cuenta que es propio de los seres humanos la capacidad de desarrollar confianza y respeto saludable por uno mismo, ya que el solo hecho de pensar constituye la base de su suficiencia. Podríamos decir, que el estado natural del ser humanos debería corresponder a una buena autoestima (*), sin embargo, la realidad es que existen muchas personas, que tienen un nivel de autoestima o, lo que es lo mismo, realizan una autoevaluación de sí mismos inferior a la que teóricamente es natural.

Autoestima: me quiero

             Autoestima: quererse a uno mismo, sin caer en el desdén hacia los otros

autoestima pompa-corazon

Los motivos de esta baja autoestima pueden ser diversos, y pueden encontrarse en la influencia negativa de otras personas, en un autocastigo por haber fallado a los valores propios o a los del grupo, o en un problema de comprensión hacia los propios actos. Todo ello puede provocar que a lo largo de la vida en sí, las personas tiendan a apartarse de la conceptualización positiva.

Estos problemas de autoestima subyacen en muchos cuadros clínicos en los que la persona se vivencia como un perdedor (concepto muy literario y cinematográfico, por cierto, y que ha dado lugar a grandes arquetipos), ya que la evaluación negativa afecta al estado de ánimo (cuadros depresivos) y también incidirá en características de la personalidad, como inseguridad, indecisión, un elevado nivel de tensión y ansiedad.

Para “medir” el grado de autoestima se han propuesto diversos instrumentos pero el más empleado es el test de Rosemberg que consta de diez ítems, y está validado en población española. (La verdad es que las preguntas son tan obvias que pueden dar resultados que no se corresponden a la realidad de la persona).

Sin embargo, lo que quería resaltar hoy eran las características que habitualmente vemos definidas como propias de personas con buena autoestima, son las siguientes:

  • Creer en sus valores y principios con firmeza y defenderlos aunque encuentre oposición. Sin embargo, esta firmeza no está exenta de flexibilidad, ya que la persona que se siente suficientemente segura de sí misma puede modificar una creencia si la experiencia le demuestra que estaba equivocada. (Algo así como el dicho popular “Rectificar es de sabios”).
  • Obrar según su propio criterio, confiando en el mismo y sin sentir culpa cuando su proceder no sea del agrado de otros.
  • Considerar el pasado y los errores, pero sin preocuparse en exceso por los mismos. Es decir, tener autocrítica frente a uno mismo, pero sin que la misma le bloquee, o lo que es lo mismo aprender del pasado y proyectar para el futuro, pero viviendo intensamente el presente. Frase: “Los único que podemos cambiar del pasado es cómo nos sentimos acerca de él”.
  • Estar dispuesto a pedir ayuda a otros cuando se necesita a pesar de la propia confianza ante fracasos y dificultades. Pero una persona que confía en sí mismo no tiene miedo a la opinión de los demás cuando solicita su ayuda.
  • Considerarse igual que otro como persona, ni inferior pero tampoco superior. Sencillamente igual en dignidad, a pesar de reconocer la existencia de diferentes cualidades en cada uno, ya sea prestigio profesional, capacidad económica o talentos específicos. La persona con alta autoestima no tiene problemas en reconocer aquello de valioso que tienen otras personas, sin que ese reconocimiento menoscabe su propia autoevaluación.
  • Dar por sentado la importancia que tiene para otras personas, siendo consciente de la responsabilidad que ello implica de cara a las relaciones interpersonales, pero sin sentirse abrumado por ello. Acepta querer y que es querido.
  • No es fácilmente manipulable (al menos conscientemente) aunque tiene la suficiente flexibilidad para colaborar con otras personas que tienen diferentes opiniones y creencias.
  • Saber reconocer sus emociones y sentimientos, tanto positivos como negativos, (que de todos tenemos los humanos, no somos ángeles) y tener la capacidad de transmitirlos a otras personas si lo considera conveniente. Subrayo la discrecionalidad del hecho de compartir la vida emocional, ya que aunque en muchas ocasiones se valora esta capacidad (compartir y transmitir las emociones) considero que cierto grado de reserva emocional es signo de madurez y sensatez.
  • Tener sensibilidad y respeto por los sentimientos y necesidades de los demás, entendiendo que no tiene derecho a medrar o a divertirse a costa de otros. (Algo así como “amar al prójimo como a uno mismo).
Autoestima incluye respeto hacia los otros

   Autoestima incluye respeto hacia los otros

Autoestima incluye confianza en uno mismo

Autoestima incluye confianza en uno mismo

En definitiva, y a modo de colofón podríamos afirmar que la autoestima viene a ser la suma de la confianza y el respeto por uno mismo. Y es el reflejo del juicio que cada uno hace de su capacidad para enfrentarse a los problemas de la vida, asumiendo y teniendo presente que existe un derecho a ser feliz (es decir, que es legítimo respetar y defender nuestros intereses y necesidades).

Desde las diferentes escuelas psicológicas, la autoestima se ha definido y evaluado también según diferentes perspectivas, ya que se trata de un constructo psicológico. Como tal, fue descrito por primera vez por el filósofo y médico William James en su obra “Los Principios de la Psicología” publicada en 1890.

El filósofo William James

        El filósofo William James

William James, nació en 1842 en Nueva York en el seno de una acaudalada familia que le proporcionó un estimulante ambiente intelectual, siendo uno de sus hermanos fue el reputado novelista Henry James. William James, estudió medicina pero pronto se interesó por la filosofía, estando su pensamiento relacionado con una doctrina que el mismo llamó empirismo radical.

James, el filósofo, fue un autor prolífico que escribió acerca de la epistemología, la educación, la metafísica, la psicología, la religión (y concretamente sobre la psicología de la religión) y el misticismo.

El físico Caarl-George Lange

El físico Caarl-George Lange

Se considera a William James, uno de los padres de la Psicología funcional. Da su nombre (mejor dicho, la mitad del nombre) a la “teoría de James-Lange” formulada en 1884, sobre el origen y la naturaleza de las emociones, que fue una de las primeras formuladas al respecto de la emoción, dentro de la psicología moderna. Curiosamente esta teoría fue formulada de forma independiente por dos estudiosos decimonónicos, el ya mencionado James y Carl Lange un físico y psicólogo danés.

 

Por otra parte, no deja de ser curioso que el primer psicólogo que formuló el concepto de autoestima fuera William James, que desde su adolescencia había padecido de múltiples afecciones psíquicas, habiendo sido diagnosticado de neurastenia y sufrido varios episodios depresivos en los que contempló durante meses la idea del suicidio. O quizá por este mismo padecimiento, sus reflexiones sobre la autovaloración tuvieran mucho más peso específico en su pensamiento.