Es horrible esta sensación de que algo malo va a ocurrir”

“No acudo a espectáculos porque me agobian las multitudes”

“No paro de temblar”

“Siempre estoy pensando en la peor”

“Fui a urgencias porque creía que tenía un ataque al corazón y me iba a morir… Me dijeron que eran nervios”

“Me siento mareada continuamente”

“Solo de pensar en subir a un avión me intranquilizo”

“Pienso que diré algo inconveniente”

“No puedo hablar en esa reunión… Me pongo colorado como un tomate y me sudan las manos, todo el mundo se dará cuenta”

“Me cuesta tragar, desde hace semanas tengo un nudo en la garganta”

“Me horrorizan los insectos que vuelan, soy capaz de salir corriendo si veo un moscardón”

“Estoy muy incómoda en un ascensor y evito cogerlos”

“No soporto estar en el sillón del dentista, o incluso en el del peluquero”

“Me da miedo hacerme análisis, ver la sangre me marea”

“Jamás me relajo, estoy en un estado constante de tensión”

“Tardo varias horas en dormirme, y cada días me levanto cansado”

Estas afirmaciones son algunas de las que pueden referir las personas que sufrentrastornos de ansiedad.

Se calcula que el mundo occidental alrededor del 25% de la población sufrirá en algún momento de su vida un cuadro de ansiedad. Estos trastornos, aunque muy diferentes entre sí, se caracterizan por un estado emocional desagradable, presencia de síntomas fisiológicos debido a una hiperactivación del sistema nervioso autonómico y conductas de tipo motor.

Tipos de ansiedad

La ansiedad viene a representar la tormenta de las emociones.

Los cuadros de ansiedad junto con los depresivos, son los diagnósticos psiquiátricos más frecuentes. Afectan a casi un 15% de la población general, esto representaría que en Catalunya más de un millón de personas sufrirán de un problema ansiedad en algún momento de su vida.

Se distinguen diversas formas, y entre éstas hablaríamos de

  • La ansiedad generalizada, cuando predomina la preocupación excesiva por temas cotidianos, una inquietud constante y la vivencia de tensión. (La persona sufridora de toda la vida).
  • Las crisis de angustia, en las que de repente aparece gran nerviosismo, que se acompaña de muchos y variados síntomas físicos, con una desagradable vivencia de pérdida de control e incluso sensación de muerte próxima. (Estos pacientes normalmente son vistos por los servicios de Urgencias).
  • Las fobias (entre ellas la fobia social), en las que hay un intenso y desproporcionado miedo ante situaciones muy concretas.
  • El trastorno por estrés post-traumático, es el que sufre una persona que se ha visto involucrada en una situación de peligro. Sin embargo, los síntomas de ansiedad aparecen cuando ha concluido la situación y perduran a pesar de no estar expuesta a la misma.
  • El trastorno obsesivo-compulsivo, aunque por sus especiales características lo hemos considerado en otro apartado.

Tratamiento

Hoy día el tratamiento de la ansiedad es muy eficaz. No obstante, sin tratamiento los cuadros de ansiedad:

  • Tienden a hacerse crónicos.
  • Interfieren notablemente en la calidad de vida del paciente.
  • Los pacientes tienen mayor posibilidad de sufrir otros problemas médicos y psíquicos como la depresión y el consumo de alcohol.

Afortunadamente hoy en día, existen estrategias eficaces de actuación tanto a nivel de fármacos como psicoterapéutico.

Preguntas frecuentes

La ansiedad es un estado emocional que surge cuando una persona se siente en peligro, sea dicho amenaza real o imaginaria. Este estado, puede acompañarse de determinadas percepciones físicas, ya que ante una situación de alerta el organismo pone en funcionamiento diferentes cambios fisiológicos modulados por el sistema nervioso central.
Por tanto, podemos considerar que hay una “ansiedad normal” ya que ante determinadas situaciones constituye una respuesta habitual e incluso deseable para el manejo de las exigencias del día a día.

Siendo académicos, podemos definir que la ansiedad normal es el conjunto de respuesta adaptativas ante un estímulo que es amenazador para la integridad –física o psíquica- del sujeto.
En el mismo sentido, se definiría como ansiedad patológica cuando:
– La respuesta ansiosa es desproporcionada al estímulo que la provocó.
– Se produce una respuesta de ansiedad sin que haya un estímulo aparente.
– Persisten los síntomas de ansiedad más allá del acontecimiento que los ha desencadenado, cuando la alerta ya ha cumplido su función.
Los trastornos de ansiedad se clasifican en función de estas variables.

Actualmente la clasificación de los trastornos de ansiedad distingue entre las fobias, el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno por crisis de pánico, el trastorno de ansiedad social y los trastornos por estrés (agudo y postraumático).
El trastorno obsesivo-compulsivo, que era considerado un trastorno de ansiedad, se ha “desgajado” de esta clasificación a partir de 2013, por sus particulares características.

Extraordinariamente frecuentes, aunque varía según los estudios epidemiológicos, los más recientes nos señalan que la prevalencia-año para cualquiera de estos diagnósticos puede alcanzar al 18% de la población general.
En muchas ocasiones las palabras ansiedad y estrés se utilizan como sinónimos. La ansiedad es una reacción emocional de alerta frente a una amenaza, mientras que el estrés es el proceso (más amplio) de adaptación al medio.
Normalmente, el lenguaje cotidiano se confunde el término estrés (que es un proceso de adaptación) con la demanda ambiental que sufre un sujeto, y también con la respuesta del organismo ante dicha demanda. El estrés es el mecanismo o proceso por el que un sujeto se adapta a las demandas de su medio, si fracasa este mecanismo pueden producirse reacciones de ansiedad.
Las personas con trastorno de ansiedad generalizada (TAG) están permanentemente preocupadas y viviendo tensiones exageradas, incluso cuando haya poco que las provoque. Estas personas sufren porque anticipan desastres en su vida diaria, por temas de salud, dinero, problemas familiares o dificultades laborales.
En absoluto. El trastorno de pánico es una enfermedad real que puede llegar a ser muy incapacitante, aunque afortunadamente se puede tratar. Se caracteriza por ataques repentinos de miedo o incluso terror, habitualmente acompañados por fuertes latidos fuertes del corazón, sudoración, temblores, debilidad, mareos o desfallecimiento.
Durante estos ataques, las personas con trastorno de pánico pueden acalorarse o sentir frío, sentir un hormigueo en las manos o notarlas adormecidas, también tener náuseas y otras molestias digestivas y sobre todo sensaciones de dolor en el pecho o sensación de asfixia, que les lleva a pensar en una enfermedad fulminante. Los ataques de pánico usualmente producen una sensación de irrealidad, miedo a una fatalidad inminente, o miedo de perder el control.
Básicamente hay dos grandes grupo de medicaciones para la ansiedad: los ansiolíticos (generalmente de un grupo llamado benzodiacepinas) que calman la ansiedad de forma rápida, y algunos de los fármacos comercializados como antidepresivos, que tienen un efecto de regulación en los sistemas de neurotransmisión y actuar sobre los síntomas de la ansiedad.
En cuanto a los segundos, no producen adicción. Las benzodiacepinas se suelen recetar en períodos más cortos de tiempo, por su potencial riesgo adictivo, aunque repito potencial, ya que normalmente no se produce un escalado de dosis para alcanzar los efectos, que es lo que definiría a fármacos adictivos, salvo en grupos muy concretos de población (personas con adicciones previas a alcohol u otras sustancias).
No, los trastornos de ansiedad y los trastornos depresivos son diferentes patologías, aunque en muchos casos los pacientes presentan secundariamente síntomas de ambos grupos.
En los trastornos de ansiedad se prescriben antidepresivos por su capacidad de regular determinados neurotransmisores (básicamente el neurotransmisor serotonina), esencial para la mejoría clínica de dichos cuadros.
Así es, para la mayoría de los trastornos de ansiedad las mujeres presentan una prevalencia superior (el doble, y en algunos casos por encima), excepto para la fobia social, cuya prevalencia es muy ligeramente superior en mujeres.
La razón no está explicada totalmente. Se habla de factores genéticos, hormonales e incluso ligados a los roles sociales masculino y femenino: la independencia, el nivel de actividad y la asertividad, constituyen factores protectores frente a la ansiedad.
En general no podemos dar una respuesta clara, en algunos casos puede existir un condicionamiento, y en otros se desconoce la causa aunque lo habitual es que se desarrollen en la niñez o en la juventud.
El tratamiento de las fobias es necesario cuando éstas interfieren en la vida del sujeto, ya sea por lo común que es el estímulo fóbico o bien por la intensidad de la reacción ansiosa del paciente que las padece.
Agorafobia, etimológicamente quiere decir “miedo a los espacios abiertos”. Sin embargo, por inclusión en psiquiatría llamamos agorafobia al trastorno en el que existe un miedo y ansiedad intensos por el hecho de encontrarse en lugares de donde es difícil salir o donde no se podría disponer de ayuda. Normalmente involucra a encontrarse en lugares donde hay una multitud, algunos espacios abiertos como puentes, carreteras desérticas, pero también espacios cerrados como túneles, ascensores.
Las crisis o ataques de pánico que sensaciones repentinas de terror sin un peligro aparente. La persona puede experimentar además síntomas físicos como taquicardia, dolores en el pecho, dificultad para respirar, molestias abdominales, debilidad y mareo, sudoración, escalofríos y hormigueo en las extremidades, entre otros. Asimismo, estas todo esto se acompaña de una percepción de pérdida de control o de muerte inminente.
A nivel diagnóstico son dos categorías diferentes, aunque están muy relacionadas.
Las personas que experimentan crisis de pánico pueden llegar a sufrir agorafobia por el simple hecho de tener miedo a padecer crisis en algún lugar en el que las ha sufrido anteriormente.
Por otra parte, muchas de las personas que diagnosticamos de agorafobia en algún momento de su vida padecieron crisis de pánico, aunque ya no se presentes éstas de forma espontánea.
La diferencia estribaría no sólo en la intensidad de los síntomas (leves para la timidez) y más graves e incapacitantes para la fobia social, sino también en una diferencia cualitativa.
La persona tímida puede que no se vea a sí misma competente en situaciones sociales pero acepta dicha característica sin que afecte a su estado anímico e incluso no le resulta agradable la interacción social, aunque no sea “el rey de la fiesta”. Sin embargo, aquellos que padecen fobia social sufren terror ante las mismas, están permanentemente preocupados por cualquier relación cotidiana por lo que establecen alambicadas conductas de evitación, sufriendo una baja autoestima y sintomatología depresiva secundaria.
La asertividad (o afirmatividad) es el modelo de relación interpersonal en el que se reconocen y defienden los propios derechos, respetando a los demás. La persona no agrede pero tampoco se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos.
En muchos cuadros de ansiedad y también en determinadas formas de depresión, apreciamos que los pacientes ejecutan conductas poco asertivas.
Los fármacos ansiolíticos más utilizados son las benzodiacepinas. El mecanismo de acción de todas ellas es similar, teniendo efectos sedante, ansiolítico, miorrelajante y anticonvulsivante.
Por lo general, puede haber una tolerancia para el efecto sedante, no así para los otros efectos (incluyendo el efecto ansiolítico) excepto para aquellos fármacos de vida media muy corta.
Si se prescriben adecuadamente (dosis, tipo de producto, diagnóstico y objetivo terapéutico) el potencial adictivo es bajísimo o casi nulo. Lamentablemente la opinión generalizada contradice esta evidencia.
En función del tipo de trastorno de ansiedad que se padezca puede precisar un tratamiento farmacológico con ansiolíticos (benzodiacepinas) o con algún antidepresivo.
Si se administran correctamente no hay ningún riesgo de adicción. Por otra parte, la tendencia habitual de consumo de los pacientes que sufren ansiedad es la de disminuir las dosis de tratamiento, no aumentarlas.
Porque el mecanismo de acción de algunos antidepresivos (no todos ellos) mejora la eficacia de la neurotransmisión y de ello resulta un beneficio a largo plazo en muchos de los diagnósticos de ansiedad.